Capítulo 50: La otra cara de la moneda

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Lunna era la persona más infantil que su cara y su estatura denotaban; podía hacer cualquier clase de tonterías desde tocar la puerta de desconocidos para salir despavorida de ahí, llevar su propia plastilina o dibujos con colores al estudio, hasta llegar corriendo y saltar como conejo sobre un charco solo para mojarnos. Con la nieve era mucho peor, cada vez que tenía la oportunidad iniciaba guerras de nieve con cualquier persona que estuviera a su alcance.

No voy a negar que era divertido, realmente lo fue. Y así como era infantil, era valiente, aguerrida y persistente; en cada ensayo cantó al menos una canción de personas de color con su mirada asesina clavada sobre el manager. No importó cuántas veces él se disculpó o se excusó, Lu no cedió ni un instante.

De hecho, antes de que supiera el otro lado de la moneda, fuimos invitados a una ostentosa fiesta, con todo lo que las celebridades podrían desear; la mejor compañía, los mejores anfitriones en el mejor lugar con lujos y lujos por todas partes.

Incluso la prensa estaría invitada y sí íbamos a dar la cara públicamente, tenía que sacar la poca imagen que tenía de hombre amoroso con su esposa. Freddie llevó a Jim, Roger a una de sus compañías, Brian permaneció como lobo solitario y Lunna invitó a Kevin.

Lujos y lujos. Vestí uno de los trajes más absurdamente caros que Fred me recomendó con un innecesario reloj adornando mi muñeca. Por otro lado, Verónica estaba feliz de la vida por su nuevo vestido brillante de un diseñador con nombre extraño y reputación sostenible, según ella.

Estábamos listos para la guerra de flashes en nuestras caras, la limusina, claro que debíamos llegar juntos en una de esas, ya había aparcado frente a la entrada.

—Kevin, ¿puedo pedirte un favor?— pidió Lunna.

—Claro, mi niña... — respondió sin prestarle mucha atención.

—Bésame— pidió firmemente.

—¿Ahora? ¿De verdad?— él ya ponía toda su atención en su amiga quien asintió firmemente —De acuerdo— afirmó alzándose de hombros.

Inmediatamente después, tomó a Lunna por sus mejillas e hizo que sus labios se unieron al instante en el que la seguridad de los anfitriones abrieron las puertas del auto y las cámaras atacaron con los obturadores a toda máquina.

Desfilamos a través de los paparazzi, para llegar a salvo a la privacidad y silencio que el lobby del salón otorgó.

—¡¿Por qué hiciste eso?!— Lunna le reclamó a Kevin.

—¡Tú lo pediste!

—¡Sí, pero tú eres el adulto normal y responsable aquí! Se supone que cuando cometa una estupidez tu tienes que decirme que no.

—Lu, conozco tu cara, sabía que algo tramabas y no iba a estropear tus planes... Y... ¿por qué te besé?

—Ah... Eh... Fue... un acto de rebeldía— se limitó a responder.

—En ese caso, soy perfecto.

—¿Ah, sí, Joven rebelde?

—Soy un hombre, negro, gay, bailarín y ateo que vive en la sociedad y vecindario más blanco y conservador de Europa, si no soy rebelde, soy suicida.

Verónica aferrada a mi brazo, me apretó aún más al escuchar las palabras del moreno.

—No, la suicida soy yo— le regresó ella.

—Y por eso, somos los mejores amigos...

—Por favor, acompáñenme por este lado— un hombre del personal nos indicó el camino hacia el interior de la fiesta.

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