Capítulo 46: El monstruo que no es monstruo

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—¿A dónde va?— preguntó Fred en tanto señaló a Lunna mientras desapareció por las calles de la ciudad.

—Seguramente al estanque... ¿Tienen preguntas? Este es el mejor momento para responderlas. Síganla, no irá lejos— nos sugirió el moreno.

—¿Y si nos perdemos?— preguntó Brian preocupado.

—No lo harán, solo sigan el camino de las calles y luego el sendero hasta encontrarla o hasta que lleguen al estanque, ahí estará.

—Bien. ¡Vamos!— Fred se puso de pie entusiasta.

Tomamos un par de velas que se apagaron poco después cuando el viento sopló y nos aventuramos por la dirección que el bailarín nos dio. Durante veinte minutos caminé detrás de Roger evitando torpemente rocas, ramas, raíces, tierra e insectos. Una vez que mi visión se acostumbró a la nula iluminación, mi andar mejoró para ser más fluido.

Cuando llegamos al destino, no había nadie ahí. Nos quedamos estupefactos sobre el sendero. El temor de Brian se había cumplido, aunque no estábamos perdidos del todo, solo debíamos volver por el mismo camino hasta llegar al punto de partida, pero... había muy poca luz y no estábamos certeros de los pasos que dábamos.

En nuestra inmovilidad, una sombra pasó delante de nosotros, caminaba tranquilamente con una enorme panza en el frente, hasta qué nos miró, se sorprendió tanto que uno de sus pasos falseó; resbaló y cayó de espaldas, haciendo volar su "panza" que en realidad resultaban ser rocas, cayendo estás sobre la sombra.

—¡Auch!— se quejó —Para ser músicos, a veces son muy silenciosos— nos reclamó mientras se levantaba —En especial ustedes dos— señaló a Roger y Freddie... —Un "lo siento" no estaría mal— volvió a quejarse mientras recogía las piedras.

—Cariño, tu te asustaste sola— le respondió Fred.

—Si, cómo no.

—¡Que bueno que estás aquí!— se alegró Brian —Creí que nos habíamos perdido.

Lunna se dirigió hacía el borde del estanque y acomodó las rocas que llevaba consigo.

—En este sendero es difícil. perderse— dejó de lado su labor y nos volvió a mirar —¡Vengan!— nos invitó. Nos ayudó a llegar hasta ella y nos indicó donde sentarnos. Luego, encendió una fogata en cuestión de segundos, alumbrando un poco la encantadora y pacífica vista mostrando que ella ya no llevaba su despampanante vestido sino su misma ropa carente de destacar de siempre —¿Qué les ha parecido Camster?

—¡Muy hermoso!— respondió de inmediato Roger.

—¡Es un paraíso!— comentó Brian.

—Solo ahora porque está de buen humor, pero cuando se enfada...— alegó la peliblanca negando con la cabeza —es una cosa totalmente diferente... Mañana será nuestro último día aquí, bueno, también pasaremos la noche y nos iremos al amanecer. Tenía planeado llevarlos a conocer el bosque pero el deber llama y no nos dará tiempo... Tal vez podamos ir al Canto del Viento o algo así...

—¿Conoceremos a tus padres?— inquirió el ruloso.

—¡Oh, no! ¡No! ¡No! ¡No..! ¡¿Por qué querrías hacer algo así?!

—Quiero conocer a los responsables de criar a tan maravillosa mujer.

—Ah... no soy así por mis padres... o tal vez sí...— suspiró —Es complicado... Mira, yo nací en Camster, pero no crecí aquí. Viví mis primeros ocho años en la tierra plana, en un recóndito lugar de Centroamérica. Siendo invisible en una familia común. Cómo mi pasión es la música, entré a una escuela; en mi primer día, llegué a mi salón donde llegó un chico medio raro, Alex. Entonces un sujeto nos dijo "Aquí no es su clase, vengan conmigo", él y yo lo seguimos hasta aquí, bueno... Nos llevó a Wizand.

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