Capítulo 57: Escaramuzas

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Se vivieron seis batallas a principios de año; Freddie versus Brian, Lunna versus Jim, Roger contra su celosa novia y yo contra Verónica.

Fue una época de interminables carreras; tres semanas viajamos para promocionar los singles, las siguientes tres volvíamos para trabajar en los otros, a veces eran dos, a veces una, pero la tregua no estaba por ningún sitio.

Alguien tuvo la grandiosa idea de compartir la habitación, ¡los cinco juntos! y aunque era verdad que ya me acostumbraba a la idea de que Lunna durmiera en la misma habitación con nosotros, tampoco podía negar que necesitaba de mi privacidad, así fuese la poca que podía tener estando entre chicos.

—¡Dormiré a tu lado!— le anunció el rubio.

—¿Por qué?— protestó ella.

—Porque Kevin fue muy insistente en que te protegieramos y yo seré el guardián de tus sueños…— no quiero decir que mi amigo no era de buena fé, pero no desperdiciaba ninguna oportunidad para pasar la noche en compañía femenina, aunque ésta fuera Lunna.

—¡No necesito que me cuiden!— repeló.

Pero tampoco pudo negarse a la oferta del rubio y en algunas ocasiones dormían juntos. Claro que Roger no era un bastardo y no intentó nada más de lo aceptable; nunca pretendió tener sexo con Freddie, Brian y yo en la misma habitación, ni romper el código de amistad con Brian o Fred.

Aunque tengo que confesar que una mañana al abrir mis ojos me encontré con la reconfortante escena de mirarlos dormir tan juntitos que los mismos ácaros se asfixiaban entre ellos. En perfecta sincronía sus piernas estaban plagadas por las rodillas, con sus manos, Lunna abrazaba la misma almohada que sostenía su cabeza y Roger sostenía firmemente una de las almohadillas que Lunna tiene como uno de los atributos más hipnotizantes al deseo masculino.

Sí fueron muchos o pocos los minutos en la misma postura, dió igual, tan solo hubo un momento donde no resistí y me reí tan fuerte que logré despabilar a Lunna, y conforme su movimiento, Roger también se avivó, especialmente sus manos, porque lo primero que hizo fue agasajar los atributos en sus manos.

—¡Ah!— uno de los gritos más agudos que le he escuchado a Lunna, acompañado de un codazo en la sien del rubio fueron suficientes para derribarlo de la alcoba.

Alguno de los que aún dormían rezongó con palabras indistinguibles mientras Lunna tomó la almohada y alcanzó a Rog en el suelo.

—¡Eres un maldito, cerdo, degenerado… y oportunista!— gruñó entre dientes. Antes de arrojarle su arma y salir de la habitación.

La curiosidad fue más fuerte que yo y me llevó a atravesar las camas en busca de Rog; recargado sobre sus codos, su cabello notablemente deformado y un ojo fuera de órbita, me miró y dijo:

—Ni siquiera lo disfruté— como uno de sus peores lamentos de casanova.

También era verdad que no la veíamos tan seguido, al menos cinco noches por semana desaparecía; ocupaba la madrugada para adentrarse en las calles de la ciudad en turno para volver al amanecer, justo después del desayuno. Así cubría la falsedad de la comida y se ahorraba los discursos de Jim.

Aunque no por mucho, parte de las discusiones que tenía ella con Jim, era su comportamiento y obviamente su ausencia, o al menos eso lo discutían en público y solo ellos sabían lo que hablaban en privado; porque muchas veces los miré apartándose.

Otro motivo de discusión era la ropa de la niña, porque en serio desentonaba. En comparación con Fred, cualquiera estaba fuera de lugar, pero aún entre Brian, Roger y yo, ella se quedaba muy atrás.

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