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—¿Cómo estuvo su fin de semana?— preguntó Jim.

—Estuvo bien…— respondió Brian siendo tan educado como siempre.

—Espero que hayan terminado sus locuras, tenemos algunos proyectos en los que su presencia sería de gran ayuda…— odiaba cuando nuestro representante hablaba misteriosamente. ¿Cuál era el propósito? ¿Por qué no simplemente lo decía y ya? —en Montreux, Munich y Tokio están organizando conciertos tributo a Freddie. Claro está que la participación de ustedes cuatro le dará un motivo especial. Compartir el escenario con sus fans les dará…

¡¿Ustedes cuatro?!

—¡No!— lo irrumpí —Ya hicimos un tributo, no habrá otro mejor o más grande para Freddie que ese.

—Son ciudades importantes para la trayectoria de la banda, por eso los quieren.

—Ya lo sé. ¡Qué hagan lo que les venga en gana pero no podemos representar a Queen cuando no estamos completos! 

—¡Calmate, John!

—¡¿Y pretendemos que ella cante en su lugar?!— señalé a la de cabellos blancos —es verdaderamente absurdo.

—John, ¿podemos hablar en privado?— me pidió Jim.

Aunque me mostré renuente a la petición del manager, Roger, Brian y Lunna salieron de la oficina para darnos la privacidad que el representante pidió.

—Sé que Lunna no te agrada…— comenzó con su discurso.

—No debería de estar aquí. No es parte de Queen. Queen debió dejar de existir cuando Fred partió.

—Es por él que hacemos todo esto. El pidió que siguiéramos y también por esa niña.

—Sí viera lo que hemos hecho estaría muy decepcionado. ¡Te aseguro que jamás hubiera permitido que hiciéramos tantas estupideces!— estaba perdiendo los estribos, así que di un paso hacia atrás y tomé dos bocanadas de aire —Jim, esto no vale la pena. Queen somos las cabezas de Freddie Mercury, Roger Taylor, Brian May y John Deacon trabajando juntas, sí una no está, deja de ser Queen, no importa con quién quieran reemplazarla, no es Queen.

—¿A qué te refieres? ¿Qué quieres decir?

—No tiene sentido continuar. Sí Brian, Roger o tú quieren seguir, está bien, pero yo ya terminé. Sin Freddie, no hay nada más para mí.

—¿Estás seguro de esto?

Tomé aliento para tratar de explicarle lo que por meses me había atormentado, pero tomó la delantera.

—No me respondas. Dame cinco conciertos, solo eso te pido, cinco conciertos más. Y cuando volvamos a Londres, sí sigues firme en tu decisión, te dejaré ir. Solo dame estos conciertos y no se lo digas a Brian o Roger.

Estaba seguro de que no quería que terminara, no quería que Queen llegara a su fin. Estaba seguro de que aunque me fuera menos difícil despertar, levantarme y llegar al estudio para afrontar la ausencia de Freddie, el vacío dentro de mí crecía y como sí la oscuridad fuera una gotera, poco a poco me llenaba y me aterró que dentro de mí no quedará más que oscuridad. Debía retirarme y expender lo que quedaba de mi en mis hijos, quienes aún me necesitaban. Cinco conciertos eran perfectos para despedirme, para decirle adiós a lo que creé junto con mis mejores amigos, cinco conciertos para decirle adiós a mi sueño.

Contraté un par de amas de llaves y un chófer para que ayudarán a Verónica en los quehaceres del hogar y que los llevarán a dónde fuera necesario mientras yo no estuviera.

Sí tan solo hubiese sabido el augurio que me esperaba y que me acogió como fiel hospedador en cada uno de los conciertos y hoteles mientras que mis compañeros y la nueva compañía se burlaban en mi cara parloteando con los verdaderos anfitriones, gozando y bebiendo con la dicha de ser leyendas, regodeándose de música y obsequios. 

En Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora