Capítulo 48: Londres 2012

5 3 76
                                    

—Debo volver a casa…— susurré con pesar. 

En tanto llegué la rutina matutina me atacó. Los niños estaban desayunando como siempre, Verónica dando vueltas arreglando la mochila de Rob.

—John… cielo… ¿Dónde te habías metido?

—Lamento no haber llegado a casa, el trabajo nos atrapó— mentí.

La expresión de mi esposa era nueva, no sabía sí estaba enfadada o triste, quizás un poco de ambas, pero sí no se había soltado con sus reclamos no iba a tentarla.

—¿Llevarás a Rob a la escuela?— seguí.

—Sí y llevaré a Michael con mi madre.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, ya es tarde y tú necesitas un baño.

¡La mejor respuesta que pudo darme! Repartí un beso a cada uno y corrí a tirarme en la cama para perderme por tantas horas como la vida me permitiera.

Abrí mis ojos en la paz de la soledad que la tarde me otorgó aunque no duró mucho.

—Cielo… ¿sabes en qué estaba pensando?— tirado boca abajo, ni quisiera noté que Verónica estaba del otro lado de la cama —¿No crees que es hora de hacer más grande la casa?— acarició mi espalda.

—¿La casa? Es lo suficientemente grande, ¿no lo crees?

—Hablo de darles otro hermanito a los niños o quizá… está vez una niña… la que tanto has querido— y como era su costumbre, deslizó su mano para atravesar las fronteras de lo permitido.

—¿Apenas sí podemos con dos niños y tú quieres otro?— me dí vuelta para encararla.

—¿Por qué no?

—Es una locura.

—¡¿Cuándo tendremos los tantos hijos que quieres?!— me gritó.

—Tal vez después…

—¡No! Ya entiendo, tu no quieres tener más hijos conmigo, ¡los quieres tener con esa puta!

—¡¿De qué estás hablando?!

—¡Toma!— me arrojó una camisa a la cara —Para que la dejes en su casa. ¡Vete y revuélcate con ella! Al cabo que nunca me has querido— esa discusión no era como todas las demás; Verónica siempre fue fuerte frente a mi, por eso su llanto me mostró lo mucho que sus pensamientos traicioneros la lastimaban.

—¡No me acuesto con nadie! Y ni pensar en Lunna… Oye, jamás he pensado de esa forma…— me acerqué para darle consuelo —Sabes que mi trabajo me impide pasar el tiempo que a mí me gustaría en casa…

—¿Me lo juras? ¿Juras que no te acuestas con ella?

—Lo juro…

—¿Por tu madre?

—Lo juro por mi madre.

Menos mal que no soy un camsteriano porque los dioses podrían sentenciarme por mis mentiras a medias, mis falsos juramentos y mis pensamientos impuros que me hacían recordar el tacto de Eloise en mi piel.

El timbre de mi teléfono sonó y tras pelearme un poco con la nueva tecnología de la pantalla táctil, logré responder.

—¿Sí?— contesté desganado.

—Necesitamos que vengas a la casa de Lunna, Jim quiere hablar con nosotros— Brian me pidió con su odioso tono de voz.

—Yo quisiera al menos una semana sin ver sus caras…— refunfuñe.

En Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora