Capítulo 54: Elegante

3 2 61
                                    

Recuerdo una vez que Freddie buscaba un esmalte de uñas en la habitación de Lunna, Kevin había tenido la bondad de advertirle cuidado al abrir el cajón correcto pues de destruirlo estaría en graves problemas. Y es que él nos explicó que Lunna tenía un orden perfecto en sus pertenencias, orden que descubrimos al mirar todos y cada uno de sus cosméticos acomodados por tamaños en un gran Tetris dentro del baúl.

El bailarín también nos mostró la privacidad del clóset que hasta ese momento no me había atrevido a mirar. Pero todas y cada una de sus prendas colgaban por tamaño y color en perfecto acomodo.

—Mucho de lo que Lunna hace y dice es por estrategia— dijo.

Palabras que olvidé hasta que todo en mi cabeza embonó como un rompecabezas. He aquí las piezas:

Cuando Lunna escapó de Peaceland mencionó que habían unos sueros capaces de someter a los eatans a diferentes niveles. Esa misma noche llegaron a la conclusión de que había que destruir ese laboratorio antes de que la catástrofe azotara en las calles.

Hasta ese entonces Turret se había dedicado a reclutar eatans para llevar a cabo la misión que Lunna planeó. Esa era la razón por la que salían por las noches. Reclutar y entrenar se había vuelto su pasatiempo nocturno.

Pero, ¿cómo te ganas la lealtad de monstruos sin escrúpulos? De la desgracia; cuando la cafetería fue atacada, los comensales allí eran reclutas; el chico de la voz chillante y el otro hombre, eran eatans. Lo que fue más aterrador porque resultaba que el único humano, en ese momento, era yo. En fin, en cuanto los de Turret aguantaron la paliza de los peores policías sin soltar ni una sola palabra se ganaron el respeto de sus nuevos aliados.

Era evidente que no todo era parte de su plan, como la sorpresiva derrota en el callejón de escombros, ni que Hiroki fuera con ella, pero, en vista de que iban a volver a Peaceland, era hora de que los eatans atacaran de la misma forma que los policías habían hecho para destruir exitosamente el dichoso laboratorio.

—¡¿En qué demonios estabas pensando?!— Reclamó Yoshito en cuanto tuvo al médico en frente —Tenemos un orden jerárquico por una razón…

—Lo sé…— suspiró el chico —Ya no me regañes, suficiente tengo con lo que Lunna me gritó.

—¡No es suficiente!— gritó Yoshito —¡¿Qué hubiera pasado sí morías?! ¡¿Eh?! ¡¿Qué rayos tienes en tu cabeza?!

—¡Lo siento!— interrumpió el regañado —¡Estoy harto de que siempre estén protegiéndome..! Ahora sé las atrocidades que pasan— algunas lágrimas corrieron por sus mejillas mientras acariciaba su muñeca vendada.

—¡¿De qué creías que te protegemos?!— saltó Akira —¡¿De peleas de almohadas, balas de pintura o patitos de hule?! ¡Pues no! ¡Está es la realidad, la verdadera pelea en la que nunca debiste estar!

—Debía vivirlo por mi mismo…— aseguró el médico —¡Debía saber de lo que son capaces de hacer!

—¿Qué pasó ahí dentro?— la apacible voz de Connor interrumpió la riña de gritos y sollozos entre los eatans, provocando que el silencio fuera lo único que recibiera como respuesta —¿Lunna?— redireccionó su pregunta hacía la enana que permanecía con la mirada clavada en la mesa de centro. Y al no obtener un resultado diferente comentó: —Nada bueno, ¿eh?— fue su última oportunidad para responder, pero no la tomó —Bien, entonces, iremos con Hamilton…

—¡Estoy bien!— por fin habló girándose al castaño.

—Entonces, ¡respóndeme!— además del silencio, Lunna apartó su mirada —No me dejas más opción— sentenció. Tomó su chaqueta y se dirigió a la salida.

En Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora