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Tomar clases rodeado de humanos jamás había sido tan complicado. No era lo mismo ignorarlos a tener que mezclarme, porque sí, me estaba obligando a parecer uno más para poder encajar sin problemas. Sin embargo, lo más difícil de todo era pensar y actuar como si aquel aroma a canela no fuera importante porque sino terminaría moliendo a golpes al chico que tenía sentado a su lado, hablándole y tocándola cada cierto tiempo.
 
Tenía que permanecer tranquilo y lo sabía, por el bien de mi especie debía mantener el perfil bajo o todo se podía salir de control.
 
— Márcala. —La voz de Oriol se hizo presente en mi cabeza.

— Eso no impedirá que los humanos se acerquen. — Respondí mientras fingía atender la clase.

— Pero sí impedirá que lo hagan los lobos y si la hacemos nuestra ella no podrá acercarse a otros porque nos pertenecerá. — Para él era muy fácil pero no era así, los humanos eran seres débiles y complejos.
 
Ella podía ser o no mi mate, pero no podía alejar la vista de ella por demasiado tiempo y me costaba controlar a mi lobo. Oriol quería arrancar a mordidas el cuello del mocoso que no dejaba de molestar a la humana con delicioso olor pero no podía permitírselo, no en ese momento.
 
— ¿Irás a la fogata? — Le preguntó él a Kaia.

— Claro que sí, jamás me lo pierdo. — ¿A dónde iba a ir? Ella no podía encontrarse con él y haría cualquier cosa para impedirlo.

— Thomas estará más que feliz. — El chico de cabellos rubios le dio un codazo a la humana y ella se rio.
 
¿Quién demonios era Thomas? ¿Por qué ella se reí de esa forma tan coqueta?
 
— Si le gusta ese tal Thomas voy a matarlo. — Gruñó Oriol.
 
Sí, sin ningún problema nos desharíamos de él.
 
— No sé de lo que hablas. — Murmuró ella por lo bajo.

— Sabes que él está más que gustoso de tenerte como compañía, solo falta que tú aceptes ser su chica. — Mis manos comenzaron a hacer presión alrededor del lápiz hasta romperlo, causando que algunas miradas se giraran hacia mí.

— ¿Sucede algo Sr. Fisherson? — No me agradaba tener que cambiar mi apellido cuando estaba en territorio de humanos pero debía hacerlo, utilizar el apellido de mi madre era lo más conveniente.

— ¿Puedo ir a la enfermería? — Oriol estaba luchando por salir.

— Adelante. — Me levanté de inmediato, tomé las pocas cosas que había sacado y salí de allí antes de que Oriol pudiera hacer una locura.
 
Iba a ir directamente hacia la enfermería pero preferí detenerme en los baños para lavarme la cara e intentar calmarlo.
 
— Tranquilízate. — Le ordené por medio del enlace. — Estás poniendo en riesgo todo.

— ¡Nuestra luna tiene un pretendiente y a ella le gusta! — Bramó, arañando mi espalda.

— Oriol…— Humedecí mi rostro una y otra vez.
 
Mis ojos ya no eran de su color natural, estaban tomando una tonalidad dorada y eso solo significaba que Oriol iba a tomar el control muy pronto.
 
— Lo resolveré. — Aseguré, cerrando los ojos para que nadie los viera. — Pero si no te calmas pondrás a nuestra especie en peligro y ella se alejará.
— No dejes que la toquen. — Ordenó.

— De acuerdo. — Mi lobo dejó de arañar mi espalda.

— Y deja de negarla. Ella es nuestra mate, nuestra luna y como tal debe ser tratada. Deja de llamarla humana débil, estúpido niño inútil. — Preferí no responder porque no iba a poder retenerlo si volvía a descontrolarse.
 
Esperé en el baño hasta que mis ojos volvieron a tener la tonalidad grisácea de siempre y no aquel dorado. Sujeté con fuerza el borde del lavamanos para tranquilizar mi respiración y solo después de que estuve seguro de que tenía todo bajo control, salí de allí. Debía ir a la enfermería por si el profesor llegaba a preguntar, lo menos que me apetecía era tener a un profesor molestando detrás de mi oreja.
 
— ¿Dónde estabas? — Preguntó Jerome tan pronto ingresé en la enfermería. — Ella nos dijo que estarías aquí.

— Estaba en los baños. — Murmuré. — ¿Tiene algo para el dolor de cabeza? —Le pregunté a la mujer mayor que estaba vestida como una enfermera. No iba a tomarme nada porque no lo necesitaba, solo quería disimular.

— Ve a las camas, te llevaré unas pastillas y un vaso de agua. — No respondí, caminé hacia las cortinas y me adentré al pequeño espacio.

— ¿Dónde te lo dijo? — Le pregunté a Jerome. — ¿Ella vino hasta aquí?

— En el pasillo y sí, nos trajo y preguntó por ti pero como no te encontró salió un momento. — Asentí levemente. — ¿Qué ocurrió? Kaia se veía preocupada.

— Oriol hizo de las suyas, ¿eh? — Apareció Jeremía.

— Sí…— Me acomodé en la pequeña cama. — Un imbécil dijo algo y perdió el control.
 
El suave aroma a canela llegó a mi nariz como una caricia. Aquello era lo que necesitábamos, que ella se preocupara por nosotros y no por el imbécil que supuestamente se llamaba Thomas.
 
— Silencio, ella está aquí. — Les hablé a los gemelos por medio del enlace.

— Como digas, Castiel. — Respondieron ambos.

— Hola, amm… ¿Puedo pasar? — Habló con timidez.

— Por supuesto. — Contuve el impulso de sonreír al escuchar su voz.

— ¿Qué ocurrió? ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? — Tan pronto sus zapatos tocaron el área que cubría la cortina, comenzó a bombardearme con preguntas.

— Kaia, estoy bien. — Los gemelos se habían girado para que no pudiera verlos reír. — Solo fue un dolor de cabeza.

— ¿De verdad? Parecía como si estuvieras muy enojado. — No tienes idea de cuánto, pensé.

— Lo que sucede es que cuando tiene dolor de cabeza siente punzadas muy fuertes, es por eso que pareció molesto. — Me excusó Jerome.

— Pero si le das un besito puede que se le quite lo amargado. —Habló Jeremía por el enlace.
 
Lentamente giré mi cabeza hacia él, quien no me observaba. Jeremía tenía la cabeza agachada, su mano derecha estaba cubriendo su boca para que Kaia no lo viera sonreír y con la otra sostenía su teléfono como si estuviera hablando con alguien.
 
— No te preocupes, parecía molesto porque hacía mucho no sentía las punzadas. — Ella asintió no muy convencida pero no volvió a hacer preguntas.
 
Inevitablemente comencé a olfatear su aroma con detenimiento para saber si había estado con algún humano. Sobre ella había un par de olores como el de los chicos con los que estaba antes de recoger los horarios, del chico que se había sentado a su lado en clases o el más presente que la rodeaba, el de Jerome. ¿Por qué su olor se había impregnado en ella?
 
— ¿Por qué mi humana tiene tu olor impregnado? — Le pregunté por el enlace.

— Debió suceder cuando coloqué mi mano sobre su hombro cuando nos encontramos con ella, no volverá a ocurrir. — Di un corto asentimiento y cerré el enlace.
 
No me había gustado que ella tuviera el aroma de otros hombres, me iba a encargar de que todo el tiempo tuviera mi aroma sobre su piel.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora