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No le había cedido el control a Castiel durante dos días enteros porque no sentía que la manada fuera un lugar seguro para mi luna y mis cachorros. Debía protegerlos y teniendo brazos y piernas no iba a lograrlo.

Me paseaba por la casa de forma silenciosa pero alerta, atento a cualquier ruido o movimiento. Iba a atacar sin preguntar o intercambiar palabras, no iba a darle oportunidad a nadie de que les hicieran daño a mis crías. Mi luna me observaba andar de un lado a otro pero no hablaba, solo esperaba pacientemente a que me relajara.

No comía ni dormía, no estaba en mis prioridades.
 
— Deberías descansar, no le hará bien a mis cachorros que su madre esté agotada y preocupada. — Ella entrecerró los ojos y negó lentamente con la cabeza, causando que un gruñido escapara de mi garganta.
 
Detestaba que me desobedeciera o me llevara la contraria. Ella no lo entendía y no lo iba a hacer jamás.
 
— Tú deberías alimentarte y descansar. — Volví a gruñir en desacuerdo. — ¿De qué te sirve estar descuidando tu salud?

— Mis cachorros estarán a salvo. — Respondí con obviedad.

— Puede, pero si continúas así es muy probable que no llegues a conocerlos. — ¿Me estaba amenazando con alejarlos de mí o estaba dictando mi sentencia de muerte? — Necesitan a un padre sano y fuerte, no a uno enfermo e incapaz de cuidarse a sí mismo.
 
La observé con malestar y ese sentimiento se hizo más fuerte cuando ella no bajó la mirada. Kaia estaba retándome y al final fui yo quien apartó los ojos de los suyos. Caminé hacia ella y me acosté a su lado con brutalidad, causando un estruendo.
 
— Gracias. — Susurró y yo volví a gruñir.
 
Mis ojos se fueron cerrando lentamente mientras su mano acariciaba mi lomo y rascaba mis orejas. No podía molestarme con ella, ni siquiera había podido hacerlo cuando me enteré de que Eira sabía de los trillizos. No temía que la anterior luna le hiciera daño porque sabía que ella protegería a mi Kaia, lo que me preocupaba era que alguien más lo supiera, alguien que quisiera dañarlos.

Cuando me desperté ella no estaba a mi lado y temí por ellos. Me levanté y comencé a buscarla utilizando mi desarrollado olfato hasta llegar a la cocina, en donde ella se encontraba. Se había cambiado, ya no vestía con una sudadera y camisa de Castiel, sino un vestido suelto de color rosa pastel.

Lucía preciosa pero no me agradaba que ella estuviera haciendo cosas del hogar y a Castiel tampoco, ambos preferíamos que se quedara en la cama todo el día.
 
— Luna. — Mi voz la sobresaltó un poco y se giró bruscamente.
 
Claro, lo había olvidado. A Kaia le habían dado antojos extraños como comer aguacate con cereal, con miel o con mantecado de limón. Mezclas que jamás haría para comerlas yo.
 
— Hola Bolita de Nieve. — Saludó sonriente.
 
Sus mejillas estaban sonrojadas y abultadas por la gran cantidad de aguacate que tenía en la boca.
 
— Deberías ayudarme a cortar verduras. — Murmuró por lo bajo.
 
Era una forma increíblemente traicionera para hacerme controlar el cuerpo de Castiel, traicionera e increíblemente inteligente.
 
— ¿Por favor? — Bufé ruidosamente pero lo hice, tomé control del cuerpo de Castiel para poder seguir estando alerta. — Gracias.

— Manipuladora. — Murmuré, tomando el cuchillo y el brócoli.

— Ve a vestirte. — Me riñó con los ojos cubiertos por sus manos.

— Ya has visto todo. — Alzó su dedo índice y señaló la habitación. — Y no hablemos de haber sentido…

— Oriol. — Advirtió la dueña y señora de la casa.
 
Subí las escaleras lo más rápido que pude y me vestí con el primer pantalón corto y camiseta que encontré. A Kaia no le interesaba que anduviera en pelotas, lo que no le agradaba era que alguien pudiera verme.

— Me gusta que sea celosa. — Ronroneé.
 
Bajé con lentitud, disfrutando de las vistas que tenía de mi preciosa luna. Me acerqué sin hacer ruidos y coloqué mis manos sobre su vientre y mi rostro en su cuello.
 
— Hueles tan bien…— Susurré.
 
Siempre que estaba cerca de Kaia mis colmillos picaban, queriendo enterrarse una vez más en su tersa piel.
 
— Mm…— Gimió por lo bajo cuando mis colmillos rosaron su delicada piel.
 
Tenía una gran y palpitante erección que deseaba estar enterrada en mi luna pero no podía, no hasta que mis cachorros estuvieran en sus respectivas cunas y no pudiera lastimarlos.
 
— Ahora no puedo pero cuando los cachorros estén en la habitación de al lado y no en tu vientre, voy a asegurarme de que mi nudo se quede enterrado hasta el fondo de tu dulce y adictivo interior. — Susurré, besando mi marca.

— Siempre tan dulce, Bolita de Nieve. — Su voz se entrecortó cuando mi mano acarició su húmeda y caliente entrada.

— Mira que no tener ropa interior bajo ese vestido ligero…— Mi dedo corazón fue entrando en ella con lentitud mientras mi luna parecía derretirse entre mis brazos. — ¿Para esto querías que bajara la guardia? ¿Para recompensar a tu alfa?

— Alfa…— Susurró la tímida voz de mi preciosa loba.
 
Yeida estaba en casa y lista para la acción.
 
— No, no hasta que el peligro termine. — Ella pataleó pero eso no iba a hacerme cambiar de decisión. — Lamento haberte provocado pero ambos tendremos que darnos una ducha fría.

— Los cachorros estarán bien. — Su mirada cartuja lograba que mi corazón intentara salirse de mi pecho para caer en sus manos.

— Confío en que mi loba sabe el perfecto estado en el que se encuentran nuestras crías, pero sabes muy bien lo brusco que puedo llegar a ser y no quiero lastimarlos. — Besé su cabello castamente y me alejé, tomando el cuchillo y comenzando a cortar las verduras que antes había mencionado. — Te lo recompensaré, lo prometo.

— Alfa de palabra. — Susurró con una sonrisa cómplice en sus labios.

— Luna de hechos. — Terminé, uniendo nuestros meñiques.
 
Esas palabras se habían vuelto algo significativo, la forma en la que nos prometíamos cualquier tipo de cosas. Era algo privado entre nosotros, una promesa que no decíamos en voz  alta si había alguien más a nuestro alrededor.

Una vez que separamos nuestros meñiques me apoderé de su dulce boca. La besaba lentamente, disfrutando de lo rico, suave y adictivo que era besar sus labios.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora