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No, no estaba preparada. Si bien no sentía dolor, el nerviosismo que invadía mi cuerpo estaba desesperándome. No me había preparado para tenerlos hasta tal vez el mes que se avecinaba o un poco después. Tampoco había estado preparada para no sentir nada, era como si del cuello para abajo estuviera entumecida y eso me asustaba. No sabía si iba a poder pujar debido al entumecimiento y por lo mismo, temía que a mis cachorros les sucediera algo.

Ella había dicho que iba a protegernos y yo esperaba que fuera real y que comenzara desde ese instante.
 
— No temas. — Susurró a mi lado.
 
Mis ojos viajaron a su rostro, uno que se encontraba al lado del de Castiel. Me encontraba sobre una cama amplia y el medico ya estaba preparado para ayudarme a pesar de los múltiples gruñidos que el lobo a mi lado le lanzaba.
 
— Todo está bien Caperucita. — Murmuró Cas, tomando mi mano y llevándola a sus labios.
 
Yo estaba nerviosa pero fuera de eso me encontraba bien, pero él no. Su rostro se veía pálido y su cabello rubio solo acentuaba más la repentina falta de color. A eso podía añadir sus nerviosos y dilatados ojos grises que no dejaban de mirar hacia todos lados como si temiera que algo más pudiera ocurrir y sus manos temblorosas.

No, sus palabras no eran exactamente para mí.
 
— Cas. — Lo llamé con un tono de voz bajo y dulce que solía tranquilizarlo cuando él sentía que los cachorros estaban inquietos. — Estamos bien. La diosa nos está…

— No la menciones. — Me cortó de tajo como si hubiera escuchado el peor insulto del mundo. — No después de todo lo que ocurrió, de lo que te hizo.
 
Estaba segura de que si se llegaba a enterar de que la tenía al lado hubiera dicho cosas mucho peores pero como no lo sabía, se había preferido no mencionar nada más. Ella por su parte lucía afectada, como si el rechazo de uno de sus hijos le quemara.

Una parte de mí entendía su sentir, pero la otra, esa que velaba por sus hijos, hubiera preferidos que realmente sufriera por todo el dolor que nos había causado en esos agonizantes momentos en los que su mano había estado sobre mi vientre.

— En su corazón hay rencor. — Dijo mientras lo observaba atentamente.
 
No entendía qué era lo que esperaba que sintiera después de haber atentado contra sus hijos.

Mis ojos dejaron de observar a Castiel y a la diosa y se centraron en el hombre que se preparaba para atenderme. Estaba listo y ver como separaba mis piernas lentamente me lo había terminado de confirmar.
 
— Es momento. — Con un suspiro su estilizada figura se encontró de pie y con una lentitud tortuosa colocó sus manos sobre mi enorme vientre.
 
Sabía que Cas estaba hablándome peor no lo escuchaba, mi atención estaba sobre aquellas delgadas y pálidas manos que habían comenzado a recorrer con suavidad por mi piel. No parecía peligrosa en esos momentos pero la leve presión que sentí me asustó un poco.
 
— Kaia, necesito que…— Las palabras de Castiel se quedaron atascadas a mitad de su garganta cuando detuvo su mano antes de que ésta tocara mi vientre. Su ceño se había fruncido con violencia pero no era momento para responder a sus preguntas. — ¿Qué demonios?
 
Como si la diosa comprendiera que el lobo ya se había percatado de su presencia, ejerció un poco más de presión sobre mí hasta que por sus labios apareció una leve sonrisa antes de que se escuchara el llanto de un bebé.
 
— Alfa, es… — No necesité escuchar cual era el género de mi primogénito porque lo sabía.
 
Era una niña. Una niña iba a ser la próxima alfa de la manada.

La bebé llegó a los brazos de Cas, quien la observaba con fascinación, como si ella fuera el tesoro más preciado que aquel lobo tenía. Sin tardar mucho otro llanto se abrió paso y en esa ocasión sí presté atención a las palabras del médico, era un varoncito.
 
— Solo un poco más. — Susurró la diosa, tan lento que el cansancio invadió mi cuerpo.
 
Un último llanto, solo faltaba un último llanto para que mis cachorros estuvieran a salvo con su padre.
 
— Es una cachorra. — Sonreí completamente feliz porque por fin mis hijos habían nacido.
 
Dos niñas y un niño, habían sido una hermosa bendición.

Sintiéndome liviana me dejé vencer por el sueño no sin antes sentir sus labios sobre mi frente y aquellas palabras llenas de sentimientos.
 
— Descansa Caperucita, velaré tus sueños mi amor. — Y con ello todo a mi alrededor se apagó.
 
Pov Castiel

Desde que me habían entregado a mis cachorros no los había soltado ni un solo instante. Adoraba observar cada detalle, ya fuera esto o movimiento y ni hablar de sus aromas. De sus suaves y frágiles cuerpos emergía un el aroma de su madre mezclado con el mío propio, uno que a hogar que me encantaba.

Un cachorro y dos cachorras… No importaba cuanto los observara, no podía creer que era padre de esas tres hermosuras que yacían dormidos entre mis brazos.

No me había movido del lado de Caperucita porque si bien no había sentido nada, lucía como si hubiera estado pariendo con todas sus fuerzas. Debía estar agotada y no solo por el parto.

El odio, rencor y la culpabilidad que sentía por lo ocurrido seguía ahí aunque en menor cantidad.

De tan solo recordar lo que había ocurrido con mi preciosa loba hacía que mi sangre hirviera y quisiera acabar con todos. La imagen de mi luna tendida en el suelo e inconsciente era algo que jamás olvidaría, había sido como perderla otra vez, perderla a ella y a nuestros cachorros.  
 
— Tan hermosa. — Susurré, observándola descansar. — Mamá es preciosa, ¿verdad cachorros?
 
Como si pudiera entenderme la más pequeña sonrió, mostrándome su rosada encía.
 
— Eres tan encantadora como ella. — Ronroneé completamente embelesado.

La próxima líder de la manada era una hermosa cachorra que no había dejado de sacar la lengua con lentitud. El cachorro era el hermano del medio y por lo que podía ver por la forma en la que fruncía el ceño, iba a ser un lobo con mucho carácter. Por ultimo estaba la más pequeña, quien anteriormente me había mostrado su encía. Algo me decía que en el futuro aquella preciosura iba a hacer que me salieran canas y es que no era para menos, después de todo era la que más se parecía a Kaia.

Tan hermosos y frágiles, tan míos…

Cada tanto olfateaba a los cachorros y a Caperucita para asegurarme de que estaban bien porque no iba a fallar en su seguridad.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora