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Con la transformación de humana a loba había adquirido habilidades y resistencia, era fuerte pero no lo suficiente como lo eran otras lobas como Eira y tenía una mejor audición. Podía escuchar todo con claridad, como las patas de los lobos levantaban el polvo, los hechizos susurrados de algunos defensores de la diosa e incluso el crujir de los huesos cuando caían brutalmente al suelo. El gorgoteo de la sangre era algo que detestaba y en parte ese era el motivo por el cual me encontraba en la mansión, el lugar más alejado del enfrentamiento. Si bien lograba escucharlo, no era lo mismo a tenerlo a pocos metros.
 
— Todo estará bien mis cachorros, papá pronto vendrá y les dará muchos besos como siempre. — Susurré por lo bajo.
 
Adoraba hablarles mientras acariciaba mi vientre, lo hacía a todas horas y en cualquier lugar sin importar las miradas curiosas. Incluso había tomado la costumbre de cantarles o leerles cuentos infantiles, acciones que seguiría haciendo hasta que fueran grandes y se cansaran de escucharme hablar.
 
— Deberías practicar tus reflejos. — Susurró la voz conocida que me heló la sangre.
 
Me levanté lo más rápido que mi abultado vientre me permitió y Yeida no dudó ni un segundo en tomar el control de mi cuerpo para proteger a los cachorros. Ella era una loba tímida pero cuando se trataba de sus crías nada era un juego y lo estaba demostrando con sus amenazantes gruñidos.

Si esa supuesta diosa daba un paso en falso, Yeida iba a quitarle todo lo que la hiciera una deidad a mordiscos.
 
— Fue una buena idea proteger todo el lugar con vampiros sin embargo, no son inmunes a mí. — Su sonrisa me resultaba tan falsa que deseaba golpearla hasta cansarme. — Ignoraré tus irrespetuosos y absurdos pensamientos e iré al grano. Vendrás conmigo.

— No. — Habló Yeida entre gruñidos.

— No deberías estar aquí y esas abominaciones que cargas en tu vientre tampoco. — ¿Abominaciones? Esa perra estaba muerta.
 
Mi loba se lanzó sobre ella, transformándose por completo en loba. El vientre en ella no lucía excesivamente grande así que podía moverse con más facilidad, permitiendo que su misión fuera cometida sin problemas.
 
— No vas a poder atacarme, cachorra insolente. — Habló a nuestras espaldas. — Las abominaciones que cargas en tu vientre destruirán todo lo que conoces si continuas con el embarazo, si continuas existiendo. Castiel no debía tener una pareja destinada y por lo mismo, estás yendo en contra de la naturaleza.
 
Mentirosa. Ella era una maldita mentirosa que intentaba manipularme.
 
— Si llegan a su etapa adulta lo destruirán todo a su paso. Serán como los jinetes que se narran en esos libros que ustedes consideran sagrados. Los hijos de un elegido y una mujer que no debía existir serán la perdición de todos. ¿Crees que criándolos con amor bastará? No seas ingenua, serán bestias imparables capaces de destrozar incluso a su propia madre con tal de sentir satisfacción. — No iba a permitir que ella asesinara a mis pequeños y mucho menos que estos se convirtieran en bestias. — Si continúa…

— No vas a tocar a mis hijos. — Sentenció Yeida.

— Intenté razonar contigo pero veo que no eres más que un estorbo. — Ella dio un paso hacia delante y provocó que el pelaje del lomo de mi loba se erizara. — Duerme…
 
El efecto de sus palabras fue prácticamente instantáneo. Los ojos de la loba comenzaron a cerrarse y sus pasos se volvieron torpes, pero ni siquiera con eso logró que Yeida le quitara los ojos de encima. Sabía que en cualquier momento el sueño ganaría y mis cachorros quedarían expuestos al peligro así que actué rápido.
 
— Te está usando. — Balbuceé. Temía que no me escuchara pero continué hablando sin importar qué. — Te manipula.

— ¿De qué hablas niña tonta? Duerme…— Cada susurro era una orden, una que no iba a poder evitar.

— El hombre a tu lado te manipula. — Continué balbuceando y como  si supiera de qué estaba hablando, giró su rostro hacia su dirección.
 
El hombre o lo que fuera eso, estaba a su lado desde hacía algún tiempo y no había sido hasta poco antes de que me ordenara dormir que había notado su presencia. Eso estaba manipulándola, estaba segura. La forma en que vigilaba cada uno de sus movimientos y en que susurraba cosas inentendibles me daba a entender que era a él a quien protegía.
 
— No sé quién es pero… No le tiene afecto, solo es una mentira. — Los susurros se volvieron más fuertes así como la mano invisible que sujetaba el cuello de la loba con brutalidad.
 
Nos iba a matar…
 
—   Cas…— Susurré con dificultad.

— Cállate niña insolente. — La diosa caminó hacia mí y cuando sus pies rozaron el pelaje de las patas de Yeida, se hincó. — Dulces sueños.
 
Un dolor espantoso penetró mi piel y retorció mi estómago. No podía moverme, solo podía ser testigo de lo que su delgada mano estaba haciendo sobre mi vientre.

Mis cachorros…

No tenía idea si mi muerte estaba cerca pero por algún motivo había logrado ver al hombre con claridad. Tenía el cabello rubio, preocupantemente pálido, con una sonrisa macabra y era poseedor de los ojos de color ámbar más espeluznantes que había visto jamás. A ese hombre no le importaba ella peor era evidente que la diosa le tenía un afecto diferente al que sentía por el resto.
 
—  Te utiliza en contra de tu creación. — Susurré.
 
El dolor había ido aumentando a niveles tan inhumanos que mi vista se nubló y escuchaba un fuerte pitido.
 
— Cas… — Pensé, intentando reunir fuerzas para que pudiera llegar mi voz hasta él.
 
Estaba muriendo, mis cachorros y yo estábamos dejando solo a su padre, a mi amor.

— Cas…— Ya no tenía fuerzas, ya no podía más.
 
Todo a mi alrededor se insonorizó, no había ni un solo ruido con el que pudiera saber si todo había acabado o cuando tiempo había transcurrido.
 
—Te amamos. — Pensé por última vez.
 
Ese fue el último pensamiento que cruzó por mi mente cuando la puerta de la habitación salió volando. Ese había sido lo último que había vagado por mi cabeza antes de dejar de sentir, antes de que la oscuridad terminara de rodearme.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora