23

183 18 0
                                    

Odiaba a las brujas y brujos. Ellos eran seres que no hacían nada sin recibir algo a cambio y no era simplemente conseguir un ojo de araña o el colmillo de un vampiro, no, pedían cosas que ellos no se atrevían a conseguir. El precio que debíamos pagar por los servicios de esa mujer que no hacia mas que lanzar humo sobre Kaia era buscar el corazón de una sirena.

Las sirenas no eran fáciles de encontrar, mucho menos si se trataban de tierra porque eran muy parecidos a los humanos. De hecho, si ocultaban la marca que tenían en uno de sus hombros podían vivir como humanos durante toda su vida. Lo complicado no era solo encontrarlas, sino cazarlas.

Ellas podían manipular los pensamientos de cualquiera con un poco de testosterona y solo muy pocas mujeres eran capaces de capturarlas, aquellas que eran muy rápidas, fuertes y no se vieran interesadas porque se les cumplieran sus más ocultos deseos.
 
— ¿Por qué el corazón de una sirena? — Mamá no lucía nada feliz y no era para menos, ella tampoco confiaba en la bruja. — ¿Qué es lo que quieres de ellas?

— No quiero nada en particular de ellas, solo el corazón de una para mis pociones. Sin embargo, mi pedido es difícil de conseguir porque estoy arriesgando mucho más de lo que ustedes se imaginan. — Murmuró, intentando parecer concentrada en lo que hacía.

— ¿A que te refieres? — Preguntó mi madre y una leve sonrisa se formo en el rosado rostro de la bruja.

— Hay quienes no están felices con ustedes, con su hijo, luna. —  No tenía idea de lo que era aquel humo que la bruja pasaba sobre mi luna pero al menos no todo era una farsa, el cuerpo de Kaia había dejado de moverse de forma grotesca y dejaba de verse dolorosamente rígido. — Por eso el corazón de una sirena terrestre y deberían darme las gracias, podía haberles pedido la aleta de un tritón.

— Solo cumplimos con la voluntad de la diosa. — Se escucho la voz de mi padre, quien poco después ingreso. — Aunque eso moleste a otras especies.

— Como diga el alfa. — Murmuró con burla.
 
Si lo que decía era cierto, ¿quién o quiénes eran los que no estaban de acuerdo con nuestro actuar? Yo había tomado decisiones absurdas y poco responsables pero había estado enmendando mis errores.
 
—¿Volverán a atacarnos? — Me atreví a preguntar aun cuando la bruja podía estar engañándonos.

— Futuro alfa, usted ya cumplió la mayoría de edad por lo que debería saber la respuesta a esa pregunta. — Si bien había evitado responder mi pregunta, sus palabras eran ciertas. Ya no teníamos la protección de la diosa, debíamos luchar y protegernos entre nosotros mismos.
 
Habían pasado unos días, tantas horas de por medio que me parecían años. Había intentado mantenerme a su lado el mayor tiempo posible pero por insistencias de mi madre fui a ver que necesitaban en la clínica de la manada.

En aquel edificio estaban siendo atendidos los lobos que habían resultado heridos en el enfrentamiento y entre ellos se encontraba el gemelo rebelde. Jeremía había luchado junto a Jerome y para evitar que éste resultara herido, decidió recibir el ataque enemigo antes de que llegara a su hermano.

Cuando llegué a la camilla en la que se encontraba acostado, le indiqué a la loba enfermera que se fuera y comencé a encargarme de él. Sin hablar o indicarle que era yo, desinfecté sus heridas y le coloqué hierbas medicinales que acelerarían su mejoría, aunque no eran muy necesarias pues con el pasar de los días habían comenzado a sanar.
 
— ¿Chelse, me das un masaje? — Preguntó él.
 
¿Qué se creía? Aquel lugar era una clínica, no un spa al que ibas para que deshicieran los nudos de la espalda. Sin embargo, en contra de mi voluntad y recordando todo o que habían hecho por mí y por mi luna, mis manos se movieron sobre su espalda para darle el masaje que había pedido.
 
— No digas nada. — Le ordené a Jerome por el enlace cuando éste ingresó a ver a su hermano y me descubrió en aquella comprometedora escena.

— No sabía que tenías unas manos tan hábiles, Chelse. — Murmuró Jeremía, completamente ignorante de lo que sucedía a su alrededor.

— ¿Te gusta, cariño? — Imité la voz de una mujer.
 
Jeremía se acomodó rápidamente en la camilla y sus ojos viajaron de Jerome a mí y viceversa.
 
— Yo no sé nada. — Aseguró su gemelo.

— ¿Qué haces aquí? ¿Por qué te ves tan jodido? — Preguntó el gemelo rebelde, quien intentaba recomponerse de la impresión.

— Kaia. — Respondí con simpleza.

— ¿Ella está bien? — Mi mirada cayó en el gemelo intelectual.

— No pude decirle, estaba inconsciente hasta hace poco. — Se excusó.

— Kaia falleció. — La postura relajada que tenía hasta ese momento había desaparecido, cambiando a una más tensa.

— ¿Qué? — Susurró. En ese momento supe que los gemelos jamás habían sido una amenaza verdadera, la veían más como a una hermana que como mujer.

— Pero. — Habló Jerome para cortar de raíz todas las preguntas y los sentimientos de culpa que su hermano debía estar teniendo en ese momento.

— La marqué, su cuerpo está pasando por el cambio. — Expliqué la situación en la que se encontraba Kaia sin dar muchos detalles.

— Pero…— Murmuró con el ceño fruncido. — ¿Qué pasó mientras me estaba desangrando?

— Kaia se encontró sola en el refugio y los vampiros la atacaron. — Volvió a hablar Jerome.

— Mierda, debimos haber cuidado de ella. — Jeremía se paso las manos por el rostro antes de volver a hablar. — Espero que su cuerpo soporte el cambio y la transformación, seria bueno correr con ella y ensenarle a cazar, ¿no crees, Jerome?
 
Jeremía estaba muy equivocado si creía que le dejaría enseñarle a cazar a la loba de Kaia. Ese era mi deber y lo haría con mucho gusto si todo salía como esperábamos.
 
— Sí, ahora descansa. — Aquello había sido una orden, pero como su hermano estaba herido lo había hecho con sutileza.

— Espera, aun no sé porqué el cerebro de gusano está aquí. — Cuando estuviera bien y fuera de la clínica lo iba a hacer puré.

— Porque…— Murmuré por lo bajo.

— ¿Qué? No te escuché. — Canturreó.

— Porque les debo una disculpa…— Repetí, en esa ocasión más alto y entendible.

— Ya lo sabía, solo quería que lo dijeras fuerte y claro. —  La sonrisa burlona que había mantenido en su rostro se esfumó de un momento a otro. —  Pero si vuelves a atentar en contra de su vida o a herirla… — Se acerco un poco para que su amenaza tuviera mas credibilidad. —  Voy a matarte.

— ¿Quieres te que te recuerde quien soy? —  Oriol se hizo presente para que el lobo mostrara un poco de respeto.

— No alfa, no es necesario. — El resto del tiempo que estuve con ellos pasó entre bromas, tal y como solía suceder antes de que nos distanciáramos.
 
Se sentía bien volver a hablar con los gemelos, solo faltaba que mi luna abriera los ojos para que todo volviera a tener sentido.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora