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Pov Castiel

Kaia se veía preciosa y tranquila hasta que me acerqué. Su belleza no se había esfumado pero era evidente que me temía y la entendía, después de todo era un lobo que prácticamente le llegaba al pecho.
 
— ¿Qué hiciste? — Le reclamé a Oriol. — Te dije que no le hablaras o se asustaría.

— No pude resistirme. — Gruñó. — Solo se desmayó.

— ¿Sólo? — Volví a tomar el control de mi cuerpo con un único objetivo, levantarla del suelo y llevarla a su habitación. — Puede que nos tema o peor, pudo haber muerto de un infarto.

— Los humanos no son de cristal. Pueden parecer débiles pero no lo son, luchan toda su vida por sobrevivir, cosa que para nosotros no es necesario porque tenemos toda la eternidad. — Así era Oriol, podía ser bastante impulsivo y bruto pero era un lobo sabio.

— Vamos a ver…— Murmuré mientras ingresaba a su casa y llegaba a ella. — Subamos la luna nuevamente al cielo…
 
La tomé en brazos como si se tratara de una novia y me quedé ahí, observándola. Ella era bonita, había descubierto unas pequeñas pecas dispersas en el área de las mejillas que la hacían ver mucho más tierna.

Fue en ese momento en el que la mentalidad que tenía sobre los humanos y mi futuro cambió. Sentí que me traicionaba a mí mismo con lo que estaba por decirle a mi lobo.
 
— Oriol. — Un suspiro se escapó de entre mis labios. — Quiero cachorros...

— Ja, esto le encantará a los gemelos. — Se burló de mí. — Pero sí, de los dos eras el único que se negaba a tener cachorros. Yo quiero muchos y si se parecen a ella, muchos más.

— Tendremos muchos si ella lo permite. — Comencé a caminar por todos lados hasta dar con lo que creía era su habitación.
 
No me agradaba en dónde vivía. Era un lugar pequeño, bastante deteriorado y alejado del resto de casas, el lugar perfecto para que le sucediera algo y nadie se enterara.
 
— Te mereces una mansión con grandes jardines y muchas joyas, tantas que no podrías ni contarlas. — Susurré mientras la dejaba en la pequeña cama. — También una cama grande y blanda, junto a unas mantas calentitas y yo haré que tengas todo eso, te colmaré de lujos.
 
Ella olía tan bien que me costaba mantenerme al margen. Deseaba acostarme a su lado y sentir el calor que emanaba de su cuerpo pero no podía, no en ese momento. Si se despertaba y me veía ahí el camino iba a ser mucho más difícil de lo que ya era.

Tener una loba como mate era fácil porque la conexión que se daba era prácticamente desde el primer instante, pero con los humanos no era así. Con ellos se debía crear un vínculo muy fuerte, crear una confianza casi indestructible y posteriormente ganar su corazón. Si no huían después de saber de nuestra naturaleza entonces se podían marcar para saber cómo y dónde estaba la pareja.
 
— Espero poder enamorarte y ser aceptado por lo que soy. — Besé su frente y ambas mejillas con delicadeza. — Porque no me gustaría que sintieras algo por mí a causa del síndrome de estocolmo, Caperucita.

— Quedémonos, quiero dormir con su aroma. — Pidió Oriol y debía admitir que yo también lo quería.
 
Ella se iba a asustar cuando abriera los ojos y nos notara, pero nosotros queríamos dormir con nuestra luna. Ambos deseábamos disfrutar de su suave aroma a canela y poder velar sus sueños.
 
— De acuerdo pero si se asusta será tu culpa. — Mi cuerpo fue remplazado por el suyo, uno más pesado, intimidante y peludo.

— Asumiré las consecuencias. — Kaia no iba a saber cómo rayos el lobo había ingresado a su casa.
 
Eso, aunque se iba a llevar un gran susto, era algo que deseaba ver.
 
Pov Kaia

Estaba muy cómoda y calientita a pesar de que el clima no era el mejor. Podía escuchar el impacto de las gotas de lluvia en la ventana pero también, podía sentir algo cálido y suave bajo mis brazos y a mi lado.

No sabía qué era, pero me abracé aún más a eso para que el calor que emanaba no se perdiera.

Algo en mi cabeza hizo “clic” cuando respiré hondo y a mi nariz llegó un olor prácticamente imposible, perro. Yo no tenía perros y era imposible que el olor de la casa del vecino hubiera llegado a mi habitación con tanta nitidez, principalmente porque su casa quedaba bastante alejada de la mía.

Mi habitación… ¿Mi qué? Mis ojos se abrieron rápidamente y me senté.
 
— ¿Cuándo…? — Deseaba preguntar cuándo había llegado a mi habitación porque el último recuerdo que tenía era estando en la sala.
 
La formulación de la pregunta se había quedado en mi garganta cuando sentí un movimiento en la cama. Lentamente giré mi cabeza hacía el lugar que se había movido y deseé con todo mi ser no haberlo hecho nunca.
 
— Oh, por Dios…— Susurré alarmada.
 
Me levanté tan lento como me fue posible y comencé a caminar hacia atrás sin dejar de ver al gran lobo que ahí había.
 
— ¿Cómo llegaste aquí? —  Pregunté.
 
En mi intento de huir no me percaté de lo que hacía hasta que sentí unas punzadas en mi mano, me había cortado y no sabía con qué.

El lobo dejó de observarme y centró su mirada en mi mano sangrante, cosa que me hizo sentir que efectivamente, era chica muerta.
 
— No me comas, no me comas. — Susurré cuando el enorme animal se puso de pie y avanzó hacia mí. — No tengo buen sabor, te lo juro.
 
Cerré los ojos con fuerza mientras esperaba una muerte dolorosa. En mi mente solo estaba lo que saldría en las noticias locales cuando encontraran mis restos en estado de descomposición.

 “Fue devorada por algo, pero no sabemos qué y el sheriff tardará algunos días en llegar para dar comienzo a la investigación”.

Algo áspero y baboso acarició mi mano sangrante y como ya sabía lo que era, la alejé con rapidez. El lobo estaba probando su próxima comida.
 
— No soy deliciosa. — Susurré al sentir la respiración del animal cerca de mi estómago.
 
Abrí un ojo para poder apreciar lo que ocurría, había sentido algo extraño y no eran unos colmillos perforando mi piel. El animal de gran tamaño estaba ahí, haciendo fricción en mi abdomen con su cabeza como si buscara alguna caricia.
 
— No me comas la mano. — Lo que iba a hacer era una locura pero no tenía más opciones, ese lobo estaba a un solo movimiento de darme un buen mordisco.
 
Mi mano bajó hasta su cabeza y la dejé ahí por unos instantes, sin moverme o respirar. Cuando él dejó de moverse y sentí que mi mano seguía siendo parte de mi cuerpo, acaricié suavemente el área.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora