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Durante algunos segundos se sentí hipnotizado por aquel par de ojos, eran únicos, tanto o más que los de Oriol.
 
— Eres mía. — Mi lobo, tan poco cuidadoso como siempre, caminó alrededor de ella y golpeó el hocico de la loba con el suyo. — Mi luna. — Se lanzó sobre el pequeño cuerpo y olfateó su cuello y hocico con el afán de marcarla con su aroma.

— ¿Quién eres? ¿Por qué huele a manzanas verdes? — Preguntó con timidez. — ¿Por qué me olisqueas?
 
Olíamos a manzanas verdes… Era algo interesante, jamás había pensado que ese sería el aroma con el que nuestra pareja nos iba a poder encontrar o en nuestro caso, identificar.
 
— Mi nombre es Oriol, soy el futuro alfa de esta manada y eso que hueles es mi aroma. Soy tuyo y tú eres mi loba. — Continuó olfateándola y acariciándola con su cabeza. — ¿Cómo te llamas?

— Soy Yeida. — Aunque mi lobo podía parecer desesperado, ella no intentaba alejarlo y eso nos gustaba a ambos.
 
Ambos estuvieron hablando por algún tiempo, ella preguntado y él informándole todo lo que había ocurrido. Yeida podía ser la loba de Kaia pero al ellas no haber nacido como una sola, era normal que estuvieran perdidas. Por lo poco que había podido ver, ella era todo lo que Oriol necesitaba, una loba atenta que no le temiera al intenso y temible lobo.
 
— Oriol, dile que se dé la vuelta, voy a tomar el control para que Kaia pueda volver a su forma humana. — Estaba ansioso por poder abrazarla y verificar que se encontrara bien. Mi lobo tendría tiempo para conocer mejor a Yeida.

— Mi luna, date la vuelta porque volveremos a nuestra forma humana y no quiero que veas a otro que no sea a mí. — Era increíble que a pesar de ser prácticamente uno solo, celara a la loba de mí.

— De acuerdo. — Susurró mientras se daba lo obedecía.
 
Tan pronto mi lobo me permitió volver a tomar el control de mi cuerpo, me cubrí con la ropa que había tomado.
 
— Ya puedes ver, Yeida. — Hablé lo más tranquilo que pude y acerqué mi mano a ella para rascar su oreja porque necesitaba que desde ese momento ella confiara en mí. Quería crear un vínculo con la loba de mi luna porque después de todo, ellas eran una sola. — Necesito que le permitas a Kaia tomar el control de su cuerpo, después podrás volver a salir y Oriol irá a correr contigo, ¿te parece?

— ¿Lo prometes? — Asentí rápidamente.

— Lo prometo. — Estaba seguro de que si se me llegaba a olvidar, Oriol se encargaría de salir por sí mismo.
 
El pelaje de Yeida comenzó a desvanecerse y las piernas de Kaia aparecieron frente a mis ojos. Me acerqué hacia ella antes de que terminara la transformación porque la conocía, sabía que aparecer desnuda no era algo que fuera a agradarle.
 
— ¿Qué demonios acaba de suceder? — Fue lo primero que salió por su boca. — ¿Cómo…?

— Esto fue lo que se te explicó hace un rato. Cuando vuelvas a transformarte no dolerá, a menos que no dejes que tu loba estire las patas cada cierto tiempo. — Terminé de cubrirla y la alcé como a una novia. — Te llevaré a la mansión para que descanses y luego saldremos a cazar. Si a tu cabeza llegan preguntas no dudes en hacerlas, las responderé todas.

— Soy como tú... — Murmuró con el ceño fruncido.
 
Kaia lucía desorientada y confundida pero supuse que era normal, para los humanos aquello era algo que no debía existir y convertirse en un lobo debía parecer una locura.
 
— Lo eres, Caperucita. — Susurré, sintiéndome aliviado porque ella estuviera nuevamente a mi lado, sana y a salvo.
 
Desde que volvimos a la mansión Kaia no había dejado de caminar de un lado a otro y yo, no podía dejar de observarla. Caperucita estaba por hacer algunas preguntas y aunque no había dicho nada en voz alta, yo sabía todo lo que quería saber y más. 
 
— Entonces… Sabes qué es lo que pienso. — Asentí en respuesta a su pregunta. — Entonces no es necesario que diga nada.

— Aunque sería agradable si tú me dijeras lo que piensas. — Dejé en claro una vez más que tenía acceso libre a su cabeza. — Caperucita, ven.

— No. — Había perdido la cuenta de las veces que se había negado a sentarse a mi lado.
 
Si bien las cosas estaban mejor entre nosotros, lo ocurrido con Naín era una sombra que la acechaba. Kaia no lo decía pero el pensamiento de que era un reemplazo o que la había utilizado estaba ahí, apareciendo cuando menos lo esperaba.

No me agradaba aquello pero se lo iba a recompensar, tenía una eternidad para hacerle ver que ella era mi luna, mi verdadera y única.
 
— Caperucita, ¿qué debo hacer para que me perdones? — Su ceño fruncido y mirada en el suelo no hacían más que ponerme nervioso. Ella estaba pensando en muchas en un solo segundo y se me escapaban ciertos detalles. — Haré lo que sea. Escucha, el deber de un alfa es cuidar a su manada y a su luna, así como complacerla pero si ella no me habla claramente, no puedo hacerlo. Es por eso que no puedo dejar de leer tus pensamientos.

— ¿Lo que sea? — Murmuró por lo bajo y asentí. — No me mientas.

— Nunca más. — Aseguré con la mirada fija en la suya.

—Quiero dos cosas. — soltó tan segura que comencé a preocuparme.
 
¿Dos? ¿Qué tanto deseaba mi luna que no le había ofrecido? ¿Podía ser que quería alejarse de mí?

En su cabeza había un caos de ideas y no me enteraba bien de lo que ocurría, sin embargo, encontré un rayo de luz en medio de las tinieblas. 
 
— Evidentemente quiero ver a los gemelos. — Habló mientras alzaba su dedo índice y posteriormente el dedo corazón. — Y quiero que respondas algo… ¿Por qué no me habías dicho que era tu mate desde un principio? No espera, tengo más preguntas. — Ella colocó sus brazos en jarra y me observó desafiante.
 
Deseaba reír porque era la misma pose que mi madre utilizaba para regañarme y la que nuestros cachorros también verían.
 
— ¿Por qué mentirme desde el principio? — Su mente quedó en blanco por algunos segundos y luego volvieron los pensamientos, tantos que comenzaba a dolerme la cabeza. — Ustedes no llegaron por casualidad a la escuela, ¿cierto?

— No, no fue una casualidad. — Lentamente ella se acercó a la cama y se sentó, sin dejar de mirarme fijamente. — De acuerdo, te mentí desde un inicio porque no podía llegar y presentarme como un hombre lobo para luego morderte el cuello. Preferí acercarme poco a poco, ganarme tu confianza y luego decirte lo que era, lo que éramos nosotros. Tampoco te dije antes que eras mi luna porque eso implicaba ponerte en riesgo y al final pasó lo que me tema.

— Muerte. — Susurró.

— Quería protegerte, ya conoces la historia de nuestra creación y lo que ocurrió, por eso no deseaba volverte un letrero con letras brillantes que dijera “mátame, soy humana y la mate de un alfa”. — Caperucita asintió con lentitud pero comenzaba a comprender lo que ocurría a su alrededor. — La diosa Luna, nuestra madre, le había dicho a mi madre que mi luna sería humana y también dónde y cuándo la encontraría.

— De acuerdo. — Volvió a susurrar.
 
Algo había cambiado entre nosotros, lo sabía perfectamente. Sin embargo, no podía identificar si era porque Kaia ya no se sentía tan perdida, porque veía que estaba siendo sincero y transparente con ella o porque la forma en la que nos mirábamos nos conectaba por completo.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora