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— Deberías decirle, creo que saber que ya no estás molesta le dará ánimos. — No estaba segura de que fuera una buena idea pero asentí.
 
De mi mente no se esfumó aquella idea, ni siquiera cuando el sueño comenzaba a vencerme. Entre la bruma del cansancio me debatí en si debía comunicarme con él o no, pero al final mi orgullo pudo más que mis ganas de volver a hablarle y preferí callar.
 
— Tranquilos, todo estará bien. — Murmuró alguien pero no pude identificar quién era el dueño de la voz. — La diosa nos protegerá.

— ¿Qué es eso? — Preguntó otra persona.

— Tranquilos, deben ser los lobos de la manada. — Aseguró una voz clara y tranquila que reconocí de inmediato.
 
El silencio se apoderó del lugar y pude volver al reino de los sueños sin ninguna interrupción. Sin embargo, poco duró pues nuevamente se habían escuchado voces y a eso se le sumaban unos ruidos distantes.
 
— Luna…— Susurró una mujer que se encontraba cerca de mí.

— Kaia, despierta. — Volvió a hablar la madre de Castiel mientras movía mi hombro. — Debemos irnos. — Una vez que estuve despierta y mis sentidos comenzaron a funcionar como debían, me percaté de que la gran mayoría de los refugiados estaban de pie como si esperaran algo. — Todos, salgan silenciosamente y no se alejen del resto.   

— ¿Qué está sucediendo? — Luego me avergonzaría por parecer confianzuda pero en ese momento me aferré del brazo de la luna de la manada.

— Brenthan nos ordenó salir de inmediato. — Las mujeres y los ancianos fueron saliendo al frente y detrás de los niños respectivamente, asegurándose de que si algo ocurría, éstos no fueran heridos.

— Pero Castiel dijo…— Susurré porque no sabía si salir era lo correcto.

— El enemigo está intentando atacar el refugio, si logran entrar y nosotros estamos aquí moriremos. — Ella no alejó mis manos de suya sino todo lo contrario, su mano tomó la mía con fuerza y caminó conmigo.
 
Había demasiadas personas y lo que había comenzado como una fila silenciosa, en un instante se transformó en una desastrosa estampida. De un momento a otro la mano que me sujetaba con fuerza desapareció y aunque gritaba mi nombre para que pudiera ir con ella, la realidad fue muy distinta.

El pánico se apoderó de mí cuando me vi siendo arrastrada y tirada al suelo por una muchedumbre fuera de sí. Escuchaba gritos, gruñidos y golpes pero su voz había desaparecido por completo, ya no tenía posibilidades de reunirme con la madre de Castiel.

Me puse de pie lo más rápido que pude y comencé a correr hacia donde todos lo habían hecho pero frente a mí no había una salida llena de hombres lobos que nos protegían, habían cadáveres de algunos ancianos, mujeres y de niños. 

La sangre estaba salpicada por las paredes y el suelo estaba completamente teñido de rojo.
 
— No, no. — Susurré, cubriéndome las orejas en un intento por contenerme.
 
Las lágrimas nublaban mi vista y aunque estaba aterrada y no sabía qué hacer, intentaba pensar en dónde podía esconderme o qué debía hacer para no morir como ellos.
 
— Castiel, ¿puedes escucharme? — Murmuré una y otra vez. — Jeremía, Jerome, Castiel, por favor alguien... Respondan por favor. — Pero no obtuve respuesta de ninguno.
 
El eco de pasos a mis espaldas se hacía más fuerte, anunciándome que no estaba sola. No iba a quedarme para darle la bienvenida a mi posible verdugo por lo que me escondí en uno de los rincones que había en ese oscuro pasillo.
 
— Castiel, por favor…— Pensé, cerrando los ojos con fuerza.

— ¿Huelen eso? — Preguntó la voz forzadamente dulce de una mujer. — El dulce olor de la sangre y el miedo…

— Por favor. Por favor, responde Castiel. — Continué pensando.

— La deliciosa sangre de los niños me embriaga pero…— Se formó un silencio tenso en aquel pasillo tenebroso. — Más me embriagan las súplicas de una humana. — Susurró cerca de mi oreja.
 
 Pov Castiel

El hedor a muerte era asfixiante y los gritos de los que intentaban sobrevivir eran ensordecedores.

Los dientes de Oriol desgarraban la carne de cada lobo y vampiro que habían ingresado a la manada para atacarnos.
 
— Luna está intentando regresar al refugio. — Informó uno de los lobos a través del enlace de la manada.

— ¿Por qué? — Preguntó Jackson.

— No se lo permitan, asegúrense de que esté en la mansión y de que no sea herida. — Ordenó papá.

— La luna no deja de repetir que alguien quedó atrás pero es imposible saberlo, muchos perdieron la vida. — ¿Muchos del refugio habían muerto? ¿Caperucita estaba bien?

— Mamá, ¿dónde está Kaia? — Ni siquiera me había tomado la molestia de preguntar por un enlace distinto.

— Ella…— Susurró. — No lo sé, intenté que no se alejara pero con todo el caos la perdí y estos idiotas no me dejan volver.
 
Mi luna…

Oriol dejó caer la cabeza que recién había separado del cuerpo del vampiro con el que habíamos estado peleando y corrió hacia el refugio. Mi luna debía estar con vida y sin un solo rasguño, por el bien de todos los que habían estado en el refugio.
 
— La abandonaron. — Bramó Oriol mientras aumentaba la velocidad.
 
Estábamos cerca del refugio, cerca de ella y sin embargo, algo detuvo nuestro andar. Mi madre estaba allí, intentando escabullirse entre todos los lobos que intentaban retenerla.
 
— ¡Oriol! — Gritó cuando el cuerpo de mi lobo cayó al suelo.
 
El dolor que nacía en el pecho y que llegaba a todo nuestro cuerpo era insoportable. Me costaba respirar y aunque me negaba a aceptarlo, sabía bien qué era lo que estaba sucediendo.
Estaba sintiendo como la vida de mi mate estaba escabulléndose.
 
— Castiel, Oriol…— Mamá tomó la cabeza de Oriol entre sus manos. — No estás herido… ¡Algo sucede con su luna! — Gritó fuera de sí.
 
Aunque las patas le temblaban, Oriol se puso de pie y continuó avanzando hacia el refugio, aunque aquel dolor nos estuviera asfixiando.

En el interior se encontraba dos lobos y tres vampiros, entre ellos una mujer que olía a mi mate, a Caperucita. Mientras los lobos de nuestra manada atacaban a los lobos enemigos y a los vampiros, yo fui hacia la vampiresa que se relamía los dedos llenos de sangre.
 
— ¿Qué? — Me preguntó con indiferencia. — ¿Esta exquisita sangre es la de tu humana? Porque creo que me la comí… Upsi.
 
Oriol intentó clavar sus dientes en el cuello de la vampiresa en más de una ocasión, pero nos encontrábamos tan débiles que no nos había sido posible. De no haber sido por el lobo de mi padre, esa muerta viviente se habría escapado ilesa.

Aitor se estaba encargando de ella por lo que continuar ahí sin saber dónde y cómo estaba Caperucita, era una tontería. Avanzamos por el túnel y pasamos la puerta del refugio en donde no había nadie.
 
— El olor de su sangre está por todos lados. — Me informó Oriol.
 
Cerca de la salida se encontraban los cuerpos de algunos ancianos y mujeres que habían intentado proteger a los niños que estaban con ellos pero sus cuerpos también estaban ahí.
 
— ¿Amor? — Susurré.

Son of the Moon© ML #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora