Capítulo 17 Un par de enamorados

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Peter sonrió y estrujó un poco más su abrazo, levantándola del suelo y haciendo que ella soltara una pequeña risa que al chico le fue adorable. Ella seguía inhalando el olor de Peter, el cual era su favorito, y él la escuchó reír, su sonido favorito.

—¿Y a donde me llevaras? —preguntó Gwen ya mirándolo a los ojos y sin poder deshacerse de esa enorme sonrisa.

—A donde quieras, incluso podría llevarte a la luna —respondió Peter asemejando de forma increíble a la imagen de un príncipe. Gwen rio, teniendo un magnifico brillo en los ojos.

—¡Sí! ¡Quiero que me lleves a la luna!

...

La clase de literatura finalmente había acabado, Peter y Gwen guardaron lo más rápido que pudieron sus cosas y fueron los primeros en salir del salón, tal prisa y actitud eufórica levantó sospechas entre sus compañeros, pero ellos ignoraron aquello.

Los tortolos estaban llegando a una cafetería cerca de Central Park, una mesera amablemente les proporcionó un florero para poner las rosas y luego les tomó su orden.

—Se ve delicioso —dijo Peter viendo los boneless que le sirvieron, mientras que Gwen le daba una gran mordida a su panini, tirando varios ingredientes en el intento. —No sabes comer —se burló, también haciéndola reír.

—Cállate y come —repuso Gwen con una sonrisa graciosa y la boca llena, haciendo más grandes sus cachetes, el castaño sonrió con gracia y luego dio un trago a su Coca-Cola, luciendo bastante atractivo al hacerlo.

—Cállate y come —repuso Gwen con una sonrisa graciosa y la boca llena, haciendo más grandes sus cachetes, el castaño sonrió con gracia y luego dio un trago a su Coca-Cola, luciendo bastante atractivo al hacerlo

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La luz del sol cada vez quemaba más con el pasar del tiempo, iban a dar las 4 cuando más gente llegó a la cafetería. Solo quedaba un bocado del panini y aún quedaban dos crujientes y ensalzados boneless. Peter tomó uno y se lo ofreció a Gwen que masticaba ese último pedazo de pan con parmesano.

—Me preguntaba cuando me ofrecerías uno. —dijo ella tomando el pedazo de pollo y mordiéndolo.

—Tú no me ofreciste de tu panini —repuso Peter comiéndose de una sola mordida el ultimo bonele.

—Porque a ti no te gusta el jitomate ni la cebolla. —dijo Gwen con la boca llena de salsa de tamarindo.

—No, qué asco el jitomate y... ¡Espera! —Gwen se detuvo, mirándolo con los ojos muy abiertos y teniendo la mano en el aire sosteniendo su servilleta, Peter se levantó, se inclinó, la tomó de la barbilla y la besó, sintiendo sobre sus labios la salsa de tamarindo que había en los de ella.

—¡Peter! —Balbuceó Gwen un poco abochornada pero divertida —aún tenía comida en la boca.

—Justó por eso —dijo travieso y muy satisfecho de su condimentado beso, lamiéndose los labios.

—Usualmente cuando un novio hace eso por espuma de chocolate o algo así, no salsa de tamarindo.

—Pero así tus labios saben más rico. —Gwen solo rio estando un poco ruborizada.

Al salir de la cafetería se dirigieron a Central Park, buscaron una zona cerca del lago donde no hubiera tantas personas, dejaron cerca el ramo y las mochilas, y luego se tumbaron en la hierba, mirando el despejado cielo de esa tarde, que desde su...

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Al salir de la cafetería se dirigieron a Central Park, buscaron una zona cerca del lago donde no hubiera tantas personas, dejaron cerca el ramo y las mochilas, y luego se tumbaron en la hierba, mirando el despejado cielo de esa tarde, que desde su ángulo este estaba bordeado por los altos y anaranjados follajes de otoño de los aboles que los rodeaban.

—A propósito ¿Cómo le va a tu papá? —preguntó el castaño teniendo un inusual interés por cómo le iba a su suegro.

—Dice que bien, aunque cada vez que hablo con él se oye más cansado que la vez anterior. Mamá aún no se acopla a vivir en Brooklyn, no solo porque está alejado de Manhattan sino, ya sabes, por cómo es esa zona de insegura, justo la razón por la que papá fue transferido para allá. Dice que es temporal, pero... ¿Cuándo el crimen ha sido algo temporal? —preguntó con ironía.

—Ja, dímelo a mí —dijo el hombre bajo la máscara de Spiderman.

—Lo sé —movió sus dedos sujetando más la mano de su novio —Como la zona central de Nueva York ya tiene a cierto arácnido protegiendo la ciudad... —Peter se quedó con la boca abierta —por eso a él lo enviaron para allá.

—¡Espera! ¿Estás diciendo que a tu papá lo mandaron para Brooklyn por mí.?.. —dedujo Peter sintiendo algo de culpa.

—Aja, —Peter tragó saliva teniendo los ojos fijos en el cielo, si el capitán Stacy se enterara que el novio de su hija también era el mismo súper héroe al que no había podido arrestar y que por el que lo cambiaron de plaza, de seguro lo mataría. —Aunque eso también trajo cosas buenas —concedió ella viendo como sobre ellos volaba un colibrí a toda velocidad. —A papá le pagan más, por lo mismo que está en una zona insegura, y... —dio una pausa dramática y luego movió la mano hacia el pecho del muchacho dirigiendo los ojos hacia él —ahora vivo sola...

Como por arte de magia, toda la culpa que sentía el muchacho hacia su suegro se desvaneció al oír las palabras de su novia en modo travieso, sintiendo como los deditos de ella se movían delicadamente sobre sus pectorales.

—Y aunque me quedé en Manhattan para no tener problemas con la escuela, eso me da más libertad, para estar con mi amorcito —la rubia se giró abrazándolo y uniendo su boca al cuerpo de Peter —Eso también fue obra de Spiderman —balbuceó con sus labios pegados en la manga de Peter, recordando su última noche romántica, volviendo a respirar su limpio aroma de ropa limpia.

—Creo que eso es lo mejor que ha hecho ese súper héroe idiota —dijo ese súper héroe idiota, abrazando aún más a su novia, sonriendo tanto como ella.

El cielo enmarcado por el follaje cambió a una coloración anaranjada al caer el atardecer, por lo que poco a poco Peter y Gwen se volvían siluetas entre otras siluetas. La rubia, cuyo cabello bajo la escasa luz del ambiente se veía de un color tostado, se incorporó para sentarse y quitarse los zapatos, se levantó extendiendo los brazos y luego le tendió la mano a su novio.

—Ven, quiero hacer algo antes de irnos —Peter la miró, tomó su mano, se levantó y, viéndose solo como unas siluetas se vio más evidente la diferencia de alturas. Gwen enredó sus dedos con los de su novio, se puso de puntitas y le dio un beso de piquito. —¿Quieres bailar?

Una segunda nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora