Capítulo 9 Tentación

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—¿Qué te fascina mi amor? —preguntó Peter tartamudeando con voz ronca.

—Tú. ¿Quién más? —dijo Gwen con ironía, pues eso era algo obvio, sacándole una tierna sonrisa al hombre junto a ella. —Y es que... —movió su mano estirando sus dedos para acariciarle los hombros —Creo que es increíble como utilizas tu cuerpo para proteger a Nueva York y al mismo tiempo para hacerme el amor —Peter sonrío aún más, con soberbia mezclada con cariño, la rodeó por la cintura pegando su frente a la de ella, para luego unir su boca con la de ella.

—Ay mi Gwen, tienes razón, protejo a Nueva York prácticamente día y noche, y a veces es demasiado difícil y sobre todo doloroso... —dijo pensando en todas las veces que terminó completamente destruido, herido y lleno de sangre, pero todo aquello se le pasó cuando movió los ojos y vio el cuerpo de su novia envuelto en la sabana, pegada a él, mirándolo y sonriéndole con encanto, respiró profundo, sintiéndose tan tranquilo, pensando que si la tenía a su lado todo valdría la pena. —pero me encanta saber que a ti puedo protegerte de esta forma.

—Debo gustarte mucho entonces ¿Verdad? —dijo la rubia actuando como toda una diva, ahora siendo ella la soberbia.

—No sabes cuánto. —respondió Peter viendo como Gwen movía los labios, antojándose de ellos. —Deseaba tanto tenerte otra vez así Gwen, cada que pensaba en ti no podía evitar pensar en esto, tenerte otra entre mis brazos estando...

—Desnuda y acalorada —se adelantó Gwen entre risas.

—Para que digo que no sí si —aceptó Peter también riendo, mirando aún más deseoso como el pecho de Gwen se destapaba más cada que ella se movía al reír. —¡Ay bonita! —suspiró. —¡Me encantas, me encantas! —él se movió rodeándola, atacándole el cuello con besos acalorados.

—¡Oh Peter! —dijo Gwen amando esos besos, deseando que esos traviesos labios no pararan y que las enormes manos de Peter volvieran a tocarla arrancándole gemidos, pero en lugar de que él subiera a sacarle el alma por la boca o bajara a besarla en zonas más exaltables, se detuvo.

—Mi amor creo que ya debo irme. —dijo Peter tristemente, recordando lo que sucedió la primera vez que amanecieron juntos. No dejaron de hacer el amor hasta las 2 de la tarde, y obviamente quería que eso se repitiera, pero tía May pensaba que él estaba en casa, no tenía idea de que su sobrino se había escapado y él no quería que ella se enterara de eso.

—No... no —pidió rápidamente Gwen, no queriendo dejarlo ir —quédate así, quédate aquí... conmigo —Peter quería tanto obedecerla, quería tanto quedarse así, con ella, como se lo estaba pidiendo, pero no podía.

—No tienes idea de cómo me gustaría, —admitió —pero no tenemos de otra mi amor. —Le dio un último beso en los labios y después se levantó de la cama.

Ayer pensaba que tenía la excusa perfecta para quedarse más tiempo con Gwen sin que su tía se diera cuenta, pero ahora esa idea podría romperse fácilmente, ¿Y si tía May lo fue a buscar durante la madrugada? ¿Y si había despertado temprano viendo que él no estaba? Esas ideas daba vueltas en su cabeza, martirizándolo, pero todo aquello desapareció de su cabeza cuando escuchó la voz de Gwen haciendo cierto sonido, uno que hizo que sus oídos vibraran. Sabía que tenía que irse, pero su debilidad como hombre por esa mujer lo hizo darse la vuelta, encontrando algo maravilloso que lo hizo olvidarse de irse por completo.

—¿No te gustaría besarlos un poquito más?

Gwen estaba sentada en la cama, mirándolo de forma coqueta, tentándolo, pues ella se había descubierto por completo, volviendo a quedar desnuda ante la vista de Peter, mostrándose, pasando una mano por el contorno de su cuerpo, esperando seducirlo. Pero al ver que en vez de provocarlo solo lo había paralizado decidió hacer algo más.

En ese momento la virilidad de Peter Parker volvía a alzarse, pues vio como Gwen empezó a apretarse el pecho ella misma, resaltándolo y estrujándolo entre sus manos, haciendo que la debilidad de su novio como hombre fuera más fuerte que su voluntad, por lo que Peter volvió a abalanzarse sobre ella, devorándole los senos como ambos deseaban. Su sangre le ardía, sus labios querían y tenían y su lengua saboreaba.

Gwen se sentía extremadamente caliente, adorando como él succionaba sus pezones, como la tomaba en sus brazos, como sus manos se aferraban a su cintura. La rubia lo tomó por las mejillas subiendo su rostro al de ella para que sus bocas se comieran la una a la otra.

Luego de eso la chica quiso excitarlo tanto como él a ella, lo empujó hacia las almohadas colocándose sobre él. Le dio un beso en la barbilla, luego en la clavícula, bajó a su pecho, lamió sus pezones masculinos y luego le lamió unos cuantos cuadritos, y justo después...

Una segunda nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora