Capítulo 30 Los ojos son las ventanas del alma

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Luego de que Peter Parker y Gwen Stacy hicieron el amor sin hacer el amor, únicamente transmitiéndose sus emociones de forma espiritual, Gwen nunca volvió a tener ni la más mínima sospecha o miedo de que Peter pudiera serle infiel.

No cualquier hombre hubiera hecho lo que él hizo por ella, si bien fue "poco", ella lo sintió como si le hubiera regalado el mundo, y si bien hay muchos que hacen eso, no hay los suficientes. Y si ella era lo suficientemente afortunada para tener a uno de los pocos hombres que realmente daban todo el amor que tenían, ahora le tocaba a ella demostrarle todo el amor puro que le tenía. Por lo que ahora, incluso si se quedara ciega, confiaría plenamente en él y lo cuidaría con todo el amor con el que Peter la cuidó.

La mañana llegó y la rubia seguía profundamente dormida, pero el castaño no quiso cerrar los ojos en cuanto los volvió a abrir, pues finalmente, luego de tanto tiempo y sentimientos deprimentes, otra vez estaba con ella, como siempre debían estar.

Mientras la veía dormir entre sus brazos, Peter recodó con tranquilidad todo lo que pasó la noche anterior, hubo un momento en el que estúpidamente pensó algo que realmente lo aterró, pero claramente imposible, pues Gwen era su princesa, incapaz de hacerle algo así, y en vez de la tontería que él pensó, ella estaba sufriendo.

—Jamás volveré a desconfiar de ti —murmuró Peter hablándole al oído.

...

Estaban sentados en los jardines de la escuela durante el periodo libre, disculpándose por lo que fue su breve distanciamiento.

—Si no estabas cómoda no podía obligarte a nada, cada uno tiene derecho a tomar sus propias decisiones, y si por el momento preferías estar lejos de mí... aunque si me sentí mal, no podía obligarte a nada. —dijo Peter mientras acariciaba el cabello de Gwen, quien tenía la cabeza recargada en su hombro.

—Aun así lo siento. —murmuró la rubia moviendo su mano sobre la de él.

—No pasa nada —dijo enredando sus dedos con los de ella —Pero si te quiero pedir un favor. No vuelvas a dudar de mí. —Pidió el castaño —Porque yo sería incapaz de traicionarte Gwen.

—Lo sé, puedo sentir que eres sincero —alzó la cara y le dio un beso en la mejilla —pero realmente me sentía muy mal, tenía miedo de perderte, de no ser suficiente, de no ser... ella. —se confesó sintiéndose una tonta.

—¡Tú no tienes que ser ella! —Exclamó Peter con preocupación —¡Al contrario! Tú eres perfecta así como eres, aún con tus fallas y errores yo te amo. —Dijo sincero —Y no es necesario que seas como esa, eres maravillosa así como eres. Con ser tú... eres todo lo que quiero.

Gwen no contestó, pues no encontró las palabras, estaba llena de consuelo y sus ojos estaban tan conmovidos que solo alcanzó a abrazarlo, respirando de nuevo ese limpio aroma de Peter.

—Me encantó que me defendieras —dijo el chico cambiando el tono de la conversación de uno triste e íntimo a uno con más picardía y entusiasmo. Haciéndola sonreír con gracia por su comentario.

—Creo que soné posesiva —admitió la rubia con una sonrisa culpable

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—Creo que soné posesiva —admitió la rubia con una sonrisa culpable.

—Para mí sonaste increíble, te escuchaste tan fuerte, tan decidida. Sentí tanta atracción por ti. Me sedujiste cuando pusiste en su lugar a esa idiota. —dijo Peter con orgullo y recordando esa sensación.

La chica sonrió aún más luego de oír aquello, pero después de unos segundos su sonrisa flaqueó.

—No me enorgullezco de eso, creo que hice mal. —dijo Gwen mirando al piso.

—Pues a mí sí me gustó lo que dijiste, ¡Te juro que me sedujiste Gwen! —Peter alzó la cabeza y miró hacia los lados esperando que no hubiera nadie cerca, entonces bajó una de sus manos hasta tocarle el trasero.

Gwen se quedó inmóvil, no esperaba aquello.

—Peter... —murmuró la chica teniendo los nervios de punta.

—Nadie ve. —murmuró él con picardía al oído de su novia.

—Aun así... estamos en la escuela —dijo ella con un hilo de voz, sintiéndose muy nerviosa, pues aunque la sensación era muy buena, la incomodidad de estar en ese lugar no la dejaba caer bajo el encanto del toque de Peter Parker.

—Ok —aceptó el chico retirando la mano, escuchando como ella suspiraba más tranquila.

Gwen alzó la cabeza y lo miró, perdiéndose en el profundo color castaño de los ojos del hombre que ama, pues en esa mirada vio todo lo que necesitaba.

¡¿Cómo no lo notó antes?!

El peso del sentimiento arrollador que creó su complejo de inferioridad física ante las voluptuosas curvas de Mary Jane, la cegó de tal modo que se sintió muy vulnerable, por lo que aceptar rápido la inocencia de Peter luego de haber visto esas fotos en su teléfono le fue imposible. Era como estar compitiendo con una súper modelo siendo ella una simple y ordinaria chica promedio, pensando que tal vez no era suficiente para Peter.

Y que incluso llegó a pensar que Peter sí la dejaría por Mary Jane, pues al escuchar las historias de otras chicas sobre como esa pelirroja se metió con sus novios, era como si todo le dijera que tarde o temprano Mary Jane le robaría a Peter.

Pero al mirarlo a los ojos vio todo el amor que él le tenía, y es que los ojos no mienten. Volviendo a recordar que Peter la amaba de verdad, y que por más sexy que fuera MJ y sin importar cuantas veces se le insinuara, su Spiderman jamás caería en esas redes y siempre le sería fiel.

Y mientras ella se perdía en el alma en los ojos de Peter, el castaño poco a poco se fue acercando más hacia su novia, quien sintió como sus latidos se aceleraban y como su boca se impacientaba. Finalmente sus labios se reencontraron en un tierno beso luego de lo que pareció una eternidad, ambos sintiendo mucho amor y tranquilidad.

 Finalmente sus labios se reencontraron en un tierno beso luego de lo que pareció una eternidad, ambos sintiendo mucho amor y tranquilidad

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Una segunda nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora