Capítulo 19 Una vez en un sueño

464 29 27
                                    

A pesar de estar a la intemperie y en un lugar público, inmensos en su íntimo momento donde respiraban el aliento del otro y saboreaban la boca a la que eran adictos, se olvidaron de aquellos importantes detalles. Entre los tortolos empezaba a haber una atmosfera más que cálida, muy íntima e impetuosa, donde sus manos convertían sus movimientos hacia su pareja en algo más que inocentes caricias, ya que las manos de Peter bajaron hacía el trasero de la chica, quedándose ahí y rosando con suavidad y decisión la curvatura que ella poseía, mientras que ella bajó sus besos al cuello del muchacho, escuchando sus roncos y varoniles suspiros.

Sus latidos acelerados se hacían escuchar con mayor vigor en medio de la pacifica penumbra del parque, que poco a poco quedaba más oscurecido, donde la lisa superficie del lago ya no reflejaba a dos amantes bailarines, sino que ahora reflejaba las estrellas que empezaban a asomarse en el firmamento.

Sus desobedientes cuerpos empezaban a renegar de la ropa y pedían por el contacto de piel con piel, pero por suerte sus mentes aun eran conscientes de tener el cuidado de no llegar a tal extremo, pues si reconocían que ese no era su nido de amor y que no podían dejarse llevar cual conejitos se volvían en la íntima compañía de su amor.

Así mismo tenían suerte de que no había gente alrededor que pudiera ver lo que hacían, habían elegido bastante bien el lugar en el que estaban, además de que la oscuridad de la noche ya presente era una buena capa que los hacia invisibles a los curiosos.

De repente Peter soltó un jadeo leve pero electrizante, pues Gwen le dio una lamida en el cuello al mismo tiempo que con una mano le manoseaba el pectoral, incitando a sus nervios.

—¡Oh Gwen...! —escucharon solo su enamorada y los árboles.

Ella jugueteó otra vez dándole otra lamida que le arrancó un nuevo jadeo con tinte de gemido por ser un poco más sonoro y vibrante que el anterior, quedándose muy satisfecha de poder provocarle esas reacciones.

Ella jugueteó otra vez dándole otra lamida que le arrancó un nuevo jadeo con tinte de gemido por ser un poco más sonoro y vibrante que el anterior, quedándose muy satisfecha de poder provocarle esas reacciones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pero pronto sus traviesas lamidas se congelaron por la realidad que otra vez se interponía en su momento. Y como de todo sueño, había que despertar... o ver como este se volvía una pesadilla.

Un par de explosiones se oyeron seguidas de unos escandalosos gritos. La pareja se detuvo de inmediato, Gwen se bajó de Peter y ambos miraron alrededor en busca del origen de ese sonido y a lo lejos la gente que había del otro lado del largo empezaba a correr como si escaparan.

El sentido arácnido de Peter se activó y entonces supo que algo pasaba, pues volvían a escucharse los explosivos sonidos de los disparos. Ambos se pusieron en pie, fueron por las mochilas y el ramo de flores que estaban a unos metros de ellos, Gwen se puso los zapatos y como los demás, se fueron corriendo, cruzaron el puente sobre el lago salpicado de estrellas y se dirigieron a la salida donde había un gran bullicio.

—Mami tengo miedo —gimoteó un pequeño a espaldas de Gwen.

—Tranquilo mi amor ya llegó la policía —calmó la señora a su pequeño, cargándolo un brazos.

Las patrullas pasaban a toda velocidad frente a todas las personas arremolinadas en la entrada de Central Park, y sus alrededores, las luces rojas y azules se perdieron cuando dieron la vuelta en una esquina pero el sonido de las sirenas no se había hecho menos sonoro.

—Debieron detenerse cerca —dedujo Peter viendo como otra patrulla pasaba delante de ellos y daba vuelta en esa misma esquina.

—Hay un banco en aquella avenida —dijo Gwen justo antes de que otra ráfaga de disparos se hiciera sonar.

El sentido arácnido de Peter parecía gritarle que fuera hacia ese lugar, pero él no quería dejar a Gwen, aunque en sí, por lo que ocurría, su cita ya había acabado.

Más gritos de auxilio se hicieron escuchar y él no pudo seguir negándose a ir. Todos miraban hacia las calles y así, el hombre araña encontró su oportunidad.

—Gwen perdóname, pero debo ir, por favor ve directo a casa —le dio un beso en la frente y antes de que ella pudiera decir algo él saltó hacia los árboles que había detrás sin que nadie más que ella se percatara de aquello. La rubia corrió hacia los arboles sobre la banqueta como si quisiera alcanzarlo, puso una mano en el tronco sobre el que Peter había saltado y miró hacia arriba.

—¡Cuídate mucho! —pidió Gwen con la voz llena de miedo, pero él ya había desaparecido.

La chica dio un paso vacilante en dirección a su casa pero el corazón le retumbó y entonces se detuvo... Sabiendo que la situación era peligrosa y que aquello era un gran riesgo, aun así, no quería dejar a su novio solo luchando contra el mundo.

Por lo que con todo y mochila y flores en mano, empezó a correr en dirección contraria, justo hacia donde las patrullas y Spiderman se dirigían.

Una segunda nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora