Capítulo 29 Amor

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Amor... Algo que así como puede ser increíblemente hermoso, puede ser dolorosamente horrible, y es que el amor nunca es sinónimo de felicidad... o de tristeza, ya que en realidad, es ambas. El amor es un sentimiento intenso que así como nos hace fuertes, también nos hace vulnerables.

Peter se dirigió a ese lugar sin prender la luz, siguiendo el extraño sonido, el brillo de la luna que entraba por las puertas de cristal le ayudó a distinguir el camino, visualizando el contorno de las paredes y de los muebles, llegó a la habitación que tenía la puerta abierta, donde escuchó con más claridad esos jadeos cortos, distinguiendo una gran silueta sobre la cama que hizo que sus latidos lo golpearan en el pecho, causándole una espantosa ansiedad por lo que fuera a descubrir. 

Encendió la luz y...

—¡¿Gwen?!

La vio.

La vio: sola, recostada en pijama, apretando los parpados y abrazándose el estómago, teniendo una expresión extraña en el rostro. El castaño inhaló profundamente, tranquilizándose por completo, deshaciéndose de lo que su mente estúpidamente había imaginado, sin aún poner toda su atención en ella, pues primero necesitaba estabilizar sus nervios, que por un momento, imaginaron lo peor.

—¿Peter? —la chica abrió de golpe los ojos y los dirigió hacia su novio, entonces ahora sí él la vio con atención, comprendiendo que eran esos jadeos.

—¿Qué tienes? —se asustó al ver la expresión de Gwen, pues ella apenas y había podido alzar el cuello, parecía retorcerse de dolor. —¡¿Te sientes mal?! —preguntó acercándose inmediatamente a ella, sintiéndose horriblemente culpable y estúpido por lo que imaginó hace unos segundos.

Esos jadeos... ¡Eran de dolor!

Se sentó en el suelo al lado de la cama y la miró con preocupación, pues ella tenía un gran gesto de sufrimiento.

—¡¿Te duele el estómago?!

Ella asintió levemente con la cabeza, volviendo a cerrar los ojos.

—¡¿Por qué?! ¡¿Comiste algo que te hizo mal...?! O ¡¿Ya tomaste medicina?! —ella volvió a asentir.

—Sí ya me la tomé, pero aún me duele... —contestó con una debilidad que le estrujó el corazón a Peter.

—¡¿Quieres que te lleve al hospital?! —se alarmó, pero para su sorpresa ella negó con la cabeza.

—No... Solo debo esperar a que haga efecto la medicina. Mis cólicos siempre son horribles.

Peter parpadeó, no esperaba oír aquello, sintió algo de vergüenza e incomodidad por eso, pero luego reflexionó en que eso era natural en las mujeres y que no debía actuar como un miedoso inmaduro a esa situación.

Comportándose como un verdadero hombre, se acercó a ella dándole un beso en la frente. Manteniéndose ahí, sin huir de esa situación.

—¿Cómo te puedo ayudar...?

—Tranquilo... —murmuró ella apretando un poco más los parpados. A pesar de las cosas que habían pasado y que hace unas horas estaba enojada con él, Gwen se sintió realmente feliz de que él estuviera ahí, de tener su compañía.

En cambio, Peter se sintió tan mal por no poder hacer más que verla sufrir por un dolor que no podían evitar. Volvió a darle un beso y luego dijo:

—Intentaré que te sientas mejor —despegó por completo sus labios de la frente de Gwen y luego salió corriendo del cuarto.

La chica se quedó de nuevo sola, tendida sobre la cama, todavía sintiendo un horrible dolor en el vientre, hubiera preferido que Peter no se fuera, aunque solo salió del cuarto hubiera preferido que no se fuera a hacer quien sabe qué. No necesitaba que él se fuera, ni que estuviera ahí, pero igual quería que se quedara.

Después de un rato olió algo dulce y finalmente él volvía a entrar, sentándose de nuevo en el piso frente a ella.

—Toma Gwen, es un té de manzanilla, te hará bien —la chica alzó la vista y vio que él le tendía una taza humeante que realmente olía delicioso. Gwen miró el vapor de la bebida y luego al muchacho que estaba perdidamente enamorado de ella, entonces logró moverse rápido y con soltura, como si el estómago ya no le doliera, aunque aún era así. Luego lo abrazó.

—¡Te amo Peter! —exclamó Gwen completamente conmovida y con el corazón lleno de amor por la simple pero hermosa acción que él hizo para que ella estuviera mejor.

Se separó de él, recibió la taza y mientras tomaba un sorbo veía los bonitos ojos del muchacho debajo de las pobladas cejas que tenía. Bajó el té y luego se concentró en él, los ojos azules resplandecían al ver a los castaños. Era un cruce de miradas lleno de... Amor.

—Gracias

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—Gracias... —murmuró ella, el muchacho también sonrió feliz, nunca imaginó que ese pequeño té pudiera hacerla tan feliz, pero luego entendió que la emoción de Gwen no había sido por él té, sino por la acción que él hizo, esperó a que ella terminara la bebida y luego buscó sus labios, que ahora tenían un dulce sabor a manzanilla.

—¿Ya te sientes mejor? —preguntó él, viendo claramente la respuesta a eso.

—Sí —dijo ella con honestidad, aun sintiendo sus enternecidos latidos —ahora abrázame... y quédate conmigo. —Ahora los enternecidos latidos... eran los de él.

Peter obedeció, feliz, se subió a la cama con cuidado, se recostó detrás de ella y le rodeó con suavidad el estómago, transmitiéndole el calor de sus manos a su sensible vientre, ayudándola mucho más de lo que pensó. A pesar de lo "incomodo" que la situación podría llegar a ser para ambos, en realidad no lo fue, pues ambos enamorados lo sintieron como una conexión casi espiritual.

Peter sonrió y Gwen sonrió. Finalmente el cólico de la chica se desvaneció mientras sentía una muy hermosa alegría por el hombre que tenía a su lado. Pasaron las horas y aunque la intención de Peter fue ir con ella para darte todo su amor en un apasionado acto carnal, al final... Sí hizo lo que planeó, aunque de manera distinta. Si le dio todo el amor que tenía, pero en un muy puro acto de comprensión y empatía, comprendiendo que no todo en la vida era sexo, que a veces la simple compañía con un abrazo puro y sincero era mucho más hermoso.

Fue realizador para ambos poder entender. Pues Peter también entendió que la naturaleza de las mujeres así como las hace bellas también las vuelve biológicamente sensibles, por lo que siempre debe cuidarla. Y Gwen entendió que el amor que Peter le tiene era realmente puro, verdadero e incondicional, pues muy pocos hombres llegaban a ser así de atentos en esas circunstancias, y que el que llegaba a ser así... era por verdadero amor. Por lo que todo el enfado y dudas de la chica hacia su novio desaparecieron para nunca más volver.

Y, aun teniendo los brazos de Peter alrededor de su vientre, Gwen empezó a llorar de forma silenciosa, lo suficiente para no despertarlo, pues realmente sentía que Peter le había hecho el amor al preocuparse por ella y haber hecho algo para ayudarla, por lo que las lágrimas que le resbalaban por las mejillas, eran bellas y maravillosas lágrimas de felicidad, acompañadas de una brillante, encantadora y enorme sonrisa que le permitió dormir tranquila sin volver a ser atacada por lo dolores menstruales.

Una segunda nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora