Capítulo 26 La chica de las lágrimas

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—¡Que imprudente fui! ¡Perdóname! —pidió Gwen mientras la abrazaba. No podría creer que acababa de conocer a la desdichada chica que hace unos días o semanas había escuchado que le reclamaba a su novio por haberla traicionado, ahora ese engaño ajeno ya no era tan ajeno, pues la alimaña que se había interpuesto entre la chica a la que ahora consolaba y su novio, era la misma que intentaba interponerse entre Peter y ella.

—No... —berreó la chica de cabello negro y rímel corrido sobre el hombro de la rubia que acababa de conocer —Tú... no tienes... que... que... pedirme perdón... sino... sino esa ¡PUTA de Mary Jane! que... que fue una de las tantas con las que... con las que Evan me... engañó, y si... y si así lo hiciera.... igual... igual no se lo perdonaría —continuó llorando a lágrima viva —Y más... porque ella... ella fue la única que tuvo... el descaro de... de mandarme las fotos...

Gwen se quedó mirando fijamente la barra de botones que conducían al elevador por los distintos pisos que había, pero lo le prestaba atención a este sino a lo que la chica le acaba de decir. Aún no podía procesar del todo que hablaban de la misma pelirroja de ojos verdes, era increíble lo pequeño que podía ser Nueva York, de verdad la misma estúpida que se le insinuaba a su novio, también era la misma que se metió con el sujeto infiel del que todo el edificio se enteró, y no solo eso, Mary Jane no solo no se conformó con meterse con un sujeto que tenía novia, sino que la muy infeliz le había mandado las fotos de esa infidelidad a la pobre de chica.

¡DESGRACIADA MARY JANE!

—Ay Nelly, no sé qué decir. —lamentó la más alta de las chicas, sintiendo aún más odio contra la pelirroja del que sentía hacía un momento —Pero. —sabía que no era del todo prudente preguntar lo que tenía en mente pero su curiosidad era mayor —¿Cómo supiste que hablaba de ella?

—Cuando empezaste a decir... a decir que... se le insinuaba a tu novio... pensé en ella, y más cuando... cuando dijiste que tenía unos... unos pechos enormes y... deformes y... y un trasero gigante, pero cuando.... cuando no me quedó duda de que... de que hablas de ella, fue... fue cuando mencionaste al tal.... Flash y que lo enga... engañaba.

—¿Conoces a Flash? —preguntó la rubia sin poder hacer nada contra su curiosidad.

—No en... en realidad. —seguía llorando —Pero cuando terminé con mi novio... quise romperle la boca a esa zorra, e investigué... investigué acerca de... de ella, con una amiga que la... la conoce de su escuela pa...sada.

—¿Y qué te dijo?

La chica más bajita, pesé al llanto que aun traía encima, tomó aire y continuó:

—Que todo el mundo la conoce por lo zorra que es. —Su llanto se había calmado lo suficiente como para que sus palabras fueran más consistentes, aunque aún tenía la voz apagada y llena de coraje —En su anterior escuela ya tenía la reputación de facilota, porque prácticamente ya había salido con la mayoría de sus compañeros y ellos contaban que ella se había dejado manosear y esas cosas, —se sonó la nariz sacado un pañuelo de su bolsa —que de lo único que le gustaba hablar era de sexo y que presumía que ella lo hacía grandioso. Y que en segundo año todos la tachaban de lo que es, ¡De puta!

Gwen sonrió ligeramente con gracia y emoción de que alguien más la considerara así.

—Porque se supo que había engañado a uno de sus novios con ese tal Flash. —ahora la rubia sintió mucho desprecio, aunque ya no solo contra MJ sino también contra Flash —Y que también se había metido con un chico que tenía novia, justo como hizo con... conmigo... —su llanto amenazaba con volver a aumentar después de decir eso, pero logró calmase lo suficiente para poder continuar hablando.

Aunque justo en ese momento el elevador se detenía en el Lobby, Gwen había salido de su departamento para ir a la tienda y comprar algunas papas y palomitas, pero ahora ya ni se acordaba de eso porque quería seguir escuchando a su vecina, a quien hace algunas semanas había escuchado como se le rompía el corazón.

—¿Si quieres podemos ir a las bancas que estaban a fuera? —propuso Gwen luego de que algunas personas en la recepción se le quedaran viendo a la chica del cabello negro que tenía unas marcadas ojeras y los ojos rojos e hinchados por las lágrimas que un seguían desbordándose, sin mencionar el rímel corrido que hacía aún más notorio su llanto.

—Sí... —dijo ella limpiándose con el dorso de la mano.

Salieron del edificio y como propuso Gwen, fueron a sentarse en un pequeño jardín que estaba junto al edificio, el pasto perfectamente cuidado y las bancas estaban hechas de piedra, la claridad del día ya se había marchado y en el oscurecido cielo que aún tenía escasos y desdibujados tonos naranjas por el atardecer, ya empezaban a verse las primeras estrellas.

Una segunda nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora