Aroma (Superbat)

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Clark estaba mordiendo una dona glaseada. Bruce, al principio, lo miró con un poco de asco porque, de solo pensar en que mordería tanta azúcar de una vez, le daba repelús. Sin embargo, desde que se dio cuenta que Clark Kent y Superman eran la misma persona, no había podido parar de encontrar similitudes entre uno y otro. Y allí había otra: Había visto a Superman comerse una de esas de la misma manera en como lo hacía Clark en ese instante.

—¿Quieres?

—No —Con tanto dulce que ingería, era normal que Clark Kent tuviera ese olor meloso de caramelos por todos lados. Exudaba azúcar por cada uno de sus poros, lo sabía, habían estado demasiado cerca como para confirmar esa teoría.

Aunque, a decir verdad, su olor no le molestaba, lo único que le llegaba a fastidiar de el asunto de su aroma era que Superman no olía a nada. Siendo un Kryptoniano no estaba seguro si los parches de inhibición de olor funcionarían con él, pero el caso es que Superman no olía a nada ¡Nada! Inodoro e inoloro, los dos a la vez aunque significasen lo mismo.

Y le molestaba.

Cuando estaba cerca de Superman en alguna batalla, en algún lugar de la Atalaya y se acercaba, no notaba nada. Quería sentir el almizcle del azúcar meterse de manera molesta en su interior, pero no. No había nada. Ni siquiera porque se robó la toalla que usaba el alfa en las duchas del sitio para ver si podía encontrar algo del rastro de Clark en ellas. Nada.

Se estaba volviendo loco ¿Cómo se atrevía ese alfa mugroso a ocultar su olor de su presencia en cualquier lugar? No le importaba que no supiera quién era, su omega interior quería, exigía y necesitaba que su alfa, que ya era suyo por derecho de antigüedad, le dejara relajarse en su aroma pegajoso donde sea que él quisiera.

Pero no, Superman no iba a dejar salir su aroma, nunca, aunque lo quisiera, porque no sabía quién era Batman y hubiera sido muy estúpid* de su parte hacer algo así sin razón alguna.

Fue hasta días después, en una batalla, cuando un disparo de un arma alienígena lo había alcanzado y, por más que tuviera un traje que pudiera soportar las desavenencias de las armas humanas, las de los amables extranjeros del universo no. Así que había sido herido en batalla, su armadura se había visto comprometida y, aunque tenía una buena forma de mantener su olor lejos de los demás, nunca había previsto que este se rompiera (lo cual podría resultar muy raro en él) y, por tanto, lo dejara expuesto de esa forma.

Por suerte, el único que estaba cerca era Superman, quien, en cuanto lo vio tirado en el suelo, arrastrado por un instinto de protección como alfa de la manada se acercó rápidamente.

El olor a madera y pinos del bosque inmediatamente entró en sus fosas nasales. Cerró los ojos, aspirando el aroma que conocía de hace muchísimo tiempo y que le recordaba tardes hogareñas e íntimas en la Mansión Wayne junto al omega por el cual había desarrollado sentimientos bastante profundos y sinceros.

—Bruce —Sus manos pasaron por el cuello del omega y por debajo de sus piernas para levantarlo un poco. No parecía excesivamente grave, pero el pecho del omega subía y bajaba pesadamente.

—Clark

Dejó salir su aroma, ese almizcle pegajoso de dulces y azúcar que siempre llevaba consigo cuando vivía su vida de civil. Ni siquiera se extrañó del porqué Bruce sabía su nombre. Él lo sabía todo.

Lo vio acurrucarse en su pecho en un manía que solo había visto en Bruce. Era lindo, en un momento como ese, que su alfa le permitiera envolverse en su agradable olor a dulces. Más tarde se arrepentiría de actuar de esa manera, por ahora, solo quería disfrutar de esas pequeñas cosas que le recordaban que su vida tenía cierto toque de felicidad.

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