Cachorros (Omega!Bruce, Omega!Clark)

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—¿Cómo lo haces?

—No lo hago. Lo hace Alfred. —Bruce se encogió de hombros. No era del todo mentira, nunca se imaginó que tener que criar un cachorro fuera tan difícil, pero Alfred era una buena ayuda. Alfred lo hacía todo.

—Yo también quiero un Alfred. —Clark puso más azúcar a su café, no era su bebida predilecta, pero no había descansado mucho. Al menos, no desde que Lex llegó con Experimento 0. Habría más Conners por ahí, tendría que haberlo sabido.

—Puedes mudarte aquí. Lo sabes.

No recordaba hace cuánto había comenzado a salir con Bruce o cómo había empezado. Fue confuso, pero agradable. Ni siquiera se molestó demasiado cuando le dijo que ahora tenía dos cachorro más cortesía de LuthorCorp, es más, casi le pareció que el otro omega estaba feliz de ver más niños correteando cerca.

—No quiero molestar —Agarró un cupcake de la mesa. Alfred no solo era un artista cuidando niños.

—¿Por qué habría de molestarme? —Sintió a Bruce pegarse más a él, frotándose y dejando un poco de su olor en él —No me molestas para nada.

Clark ronroneó. Se sentía realmente especial poder ver esa parte de Bruce, esa que no le mostraba absolutamente a nadie más.

—No puedo ponerte tantas responsabilidades encima, ¿sabes? No —El omega se quedó un momento en silencio con el cupcake a medio comer— ¿No te parece que está todo demasiado silencioso?

Ambos se levantaron inmediatamente, escuchó el corazón de Bruce latir a toda prisa y no dudaba para nada que el suyo propio fuera también a toda velocidad. Cuando tenías cachorros, concretamente tres y uno de ellos tenía por nombre Match y era de todo, menos tranquilo, había razones para preocuparse.

Cuando entraron, ambos se detuvieron en la puerta. Parte de la pared, el sofá, la mesita de centro y el televisor estaba lleno de pintura de colores, cortesía de los pigmentos que le había comprado a Dick hace un par de días. Además, los cojines A Alfred le iba a dar algo. Nunca hubiese imaginado que el relleno de esos cojines hubiera alcanzado para adornar media sala.

—¡Match! —El niño seguía sacudiendo una almohada, terminando de sacarle el relleno.

Y Conner estaba ¿Dónde estaba Conner? Ah, por ahí, debajo de todo el relleno con pintura en la cara. Sin embargo, el verdadero lienzo era Dick.

—¡Bruce! ¿Te gusta? —El más pequeño mostró sus manos llenas de colores como que si fuera una cosa por la cual estuviera orgulloso.

Lo siguiente que escuchó fue la risa de Bruce.

—Me encanta —Dick pareció feliz con la declaración, porque volvió a lo suyo.

Miró de nuevo el desastre. No era tan malo, podría acostumbrarse a eso. Al menos, estaba totalmente seguro que aburrimiento sería lo último que sentiría a partir de ahora.

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