Cuello (CLex)

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Hacía algún tiempo que conocía a Clark. Desde ese entonces, había algo en él que le llamaba la atención de una manera especial y, la mayoría del tiempo, no sabría decir qué era. Tal vez era ese cabello revuelto, su forma de vestir al estilo granjero de Smallville, su amistad incondicional a pesar de su reputación, su personalidad llena de sorpresas o todo en conjunto. Sin embargo, Lex, en todo ese tiempo, se sentía un poco reprimido de los sentimientos que había desarrollado poco a poco hacia el chico.

No fue hasta que habían pasado algunos años, que Clark se había alejado solo un poco por sus estudios universitarios, entre otras razones, que su alfa interior se convirtió en un monstruo obsesivo con el omega de ojos azules que, en los últimos días, era raro ver cerca de su mansión. Los recuerdos del omega se habían quedados gravados en su memoria como un recordatorio de que todo en esa vida no lo podía conseguir con los medios materiales que le vida le otorgó en la cuna.

A pesar del recuerdo constante de que Clark no podía ser suyo lo hacía sentir miserable, era inmensamente feliz los pocos días que el omega se dignaba a visitarlo, como la vieja costumbre entre amigos, solo para desatrasar todas las cosas que habían quedado pendiente de semanas.

Clark hablaba, no sabía de qué o de quién. Clark se había vuelto más atractivo con los años y eso no podía simplemente ignorarlo Lex. Era más grande, más ancho, más sexy, pero aún conservaba esa mirada inocente y esas facciones de niño bueno con las que lo conoció. Para entonces, sus labios se habían vuelto solo un poco más apetecible y ese cuello Dioses, era como un camino blanco que lo invitaba al pecado.

Comenzó a salivar de puro gusto solo con verlo.

Quería pasar su lengua por el cuello de Clark, justo donde estaba su glándula, dar besos alrededor, succionar algo de su piel y dejar marcas por todo su alrededor para que todo el mundo supiera que Lex Luthor había estado allí. Tenía unos deseos insanos por clavar sus colmillos en ese espacio sagrado y reclamarlo como suyo, ponerle su marca, que Clark cada que se viera al espejo y mirara su cuello no pudiera evitar pensar a quién pertenecía.

— Pero fue divertido, ¿Lex? ¿Lex? —Vio de pronto los labios de Clark detenerse. El alfa parpadeó volviendo de nuevo a la realidad, alejada de su fantasía erótica donde todo el mundo podía admirar la marca que había puesto en su omega —¿Me estás escuchando?

—Siempre —Dijo con una pequeña sonrisa, de esas que siempre tenía reservadas para él. El omega no pareció muy convencido.

—Tal vez debería irme —Lo vio levantarse e hizo exactamente lo mismo, solo para darle la vuelta al escritorio y acercarse a él.

—Lo siento, últimamente estoy algo distraído

Se disculpó, lo mejor era que se fuera, su alfa interior le estaba exigiendo lanzarse encima y cumplir sus deseos. Ya podía sentir la excitación recorrer sus venas con pasión ante la idea que cruzaba por su mente.

—Se te nota.

—Lo siento.

Las manos de Lex se movieron hacia Clark sin permiso y, aunque este no se movió y solo le regaló una mirada confusa, la mente del magnate fue más rápida como para mover sus dedos alrededor del cuello de su chaqueta y hacer de cuenta que la acomodaba con lentitud.

—Deberías poner atención a cómo sales.

Ni siquiera lo miró, sus ojos estaban obsesionados en gravar cada uno de los detalles del cuello de Clark, ese que le llamaba desesperado para que hiciera al omega suyo.

—Claro que sí, papá —Clark rodó los ojos y sonrió.

Cuando Clark cruzó la puerta, Lex se relamió los labios. Podía sentir su saliva casi salir por la comisura de sus labios y, más abajo, su miembro apretar dentro de su ropa ante todos los pensamientos que estaba teniendo en ese momento.

Clark sería suyo, pero a su momento, él mismo caería a sus pies sin saberlo.

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