Mordida (Superbat)

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Para un alfa y un omega existen muchas formas de unirse: Un beso, una promesa de amor eterna, el mismo acto de hacer el amor apasionados. Sin embargo, una de las cumbres de esa desesperación por demostrar su compromiso con el otro por el resto de su vida era hacerlo tuyo para siempre con la mordida que los uniría más allá de sus cuerpos. Casi que los hacía una sola persona en un acto irrompible donde su ruptura los llevaría a ambos al final de sus vidas.

Clark y Bruce habían pasado por mucho, vivieron demasiadas cosas juntos como para estar seguros de que la vida del uno le pertenecía al otro y que ninguno de los dos estaría más feliz de que las cosas no fueran de esa manera. Por eso habían decidido unirse hasta el más mínimo detalle: Clark, porque siempre fue de poner el corazón en todo y quería que Bruce supiera que jamás se alejaría de él y así disipar un poco sus preocupaciones que tenía el alfa sobre el amor que le prodigaba y, Bruce, porque fue su mejor forma de demostrarle a su omega que era el mejor plan que tenía y la única cosa más importante para él por encima de su cruzada.

Aquel día, Bruce le había hecho a su omega el amor de la forma más cariñosa que pudo. Dejó que su olor envolviera al otro, se deleitó con cada uno de sus gemidos, pasó su lengua una última vez por su glándula de olor saboreando la intensidad del sabor dulce de Clark solo una vez más antes de que ambos terminaran mezclados en un aroma nuevo. Cuando el orgasmo los golpeó, Bruce estaba salivando, sus colmillos estaban afuera y, con ganas, había clavado sus dientes en la piel de Clark.

Pero nada más allá de un roce molesto sucedió.

Bruce se retiró del cuello de Clark, con algo de dolor, porque lo había hecho con tantas ganas, pero sus dientes no habían logrado traspasar la carne del kryptoniano. Se relamió los labios, sintiendo el sabor de su omega aún en ellos mientras Clark se giraba sin comprender.

— ¿Qué..?

Bruce se volvió a inclinar, intentando morder de nuevo la piel que, a simple vista, parecía tierna y blanda, pero no lo logró. Así que lo hizo más fuerte.

—Auch.

Clark se quejó, eso le había dolido hasta cierto punto, pero no sentía que nada hubiera cambiado. Se giró para mirar mejor a Bruce, su rostro estaba perturbado en una mueca de disgusto y enfado.

—No puedo.

Lo vio acercarse de nuevo a su cuello e intentar, una vez más, clavar sus colmillos, pero, en efecto, no traspasaron más de lo que debería y Clark volvió a sentir ese pinchazo de molestia.

Se dieron cuenta, entonces, que Clark no podía ser marcado. Su fuerza kryptoniana impidió que ambos pudieran emparejarse. Ni siquiera usando un poco de kryptonita fue posible, el resto de su cuerpo cedió ante el efecto de la piedra verde, pero no así su glándula, que seguía tan recia a dejarse traspasar como que si estuviera con sus poderes al máximo. Tal parece que, según descubrió Clark, era la única parte de su biología que mantenía sus poderes para protegerlo de cualquier enemigo que quisiera aprovecharse de su vulnerabilidad.

Fue entonces cuando se dieron cuenta de una cosa, que podían amarse todo lo intensamente que quisieran, pero, entre ellos, siempre habría una brecha biológica enorme que los mantendría alejados años luz para el resto de sus vidas.

Allí, por siempre, yacerían tan cerca, que podrían tocarse todo lo que deseaban, pero, tan lejos, que jamás serían uno.

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