Autocontrol (BatJoker)

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Ser Batman nunca fue fácil, más cuando eras un alfa cuyo animal interior pugnaba constantemente por salir a flote y dejar atrás todo el raciocinio de tu lado humano. Había sentido los impulsos salvajes recorrer su cuerpo más de una vez, intentar dominarlo y arrastrarlo hasta su lado más oscuro, pero siempre había logrado encontrar un punto de equilibrio entre su ser racional y sus bajos instintos, hasta ahora.

Salió a patrullar como de costumbre, todo en Gótica parecía lo que normalmente era, algún desastre por allí, un robo por allá, alguien cometiendo delitos menores tres calles más arriba. Sin embargo, cuando las risas estridentes de cierto individuo resonaron por las calles y todo el mundo desapareció, Batman supo que no sería una noche tranquila.

Lo había estado persiguiendo por algunas calles, haciendo acrobacias imposibles por los tejados, lanzándose de un techo a otro, hasta que, el muy idiota se había autoencerrado en un edifico abandonado a la afueras de la ciudad. Ni siquiera se molestó en correr tras él, no había forma de salir de ese lugar que no fuera pasando por su lado y el hombre no parecía muy interesado en esconderse porque seguía haciendo ruido a todo lo que podía.

Las botas pesadas que resonaron bajo las risotadas daban un poco de pánico si estabas cerca, la forma en como la figura del murciélago se alzaba en sombra hacia algunos lugares, provocaba cierto respeto y pavor si hubiera habido alguien cuerdo para verlo. Los instintos animales rabiosos que comenzaban a tinturar el olor habitual del alfa protector de la ciudad hubieran alertado a cualquiera que no era una buena idea meterse con Batman en ese momento.

Hasta que entró en la última habitación, donde el hombre del pelo verde y la cara pintada sobre las cicatrices lo esperaba, con una navaja en mano, acorralado en una esquina de la habitación junto a un montón de sábanas y cojines maltrechos, mojados y rotos.

Batman se detuvo en el marco de la puerta, un olor mezcla entre la putrefacción y un dulce quemado llegó hasta lo más profundo de su ser. El olor de un omega en celo solía ser delicioso, y no era él quien no hubiera disfrutado de un omega en celo dispuesto cuando pudo, pero esto era distinto.

Sabía de más que el Joker era un omega, lo había podido oler en innumerables ocasiones, pero, definitivamente, nunca había olido al pobre hombre desvalido mental en celo. No era sensual como muchas veces habría olisqueado a otros omegas, no tenía ese tono dulce a pasteles agradable, sin embargo, seguía habiendo algo dulzón en él y un llamado desesperado para que un alfa lo empujara contra cualquier superficie y se lo f*ollara como debía.

Dio un paso dentro de la habitación. Su instinto animal que buscaba acoplarse con un omega lo estaba enloqueciendo. Por su mente medio racional se cruzó la pregunta sobre si el Joker era un buen ejemplo de omega con el que quería tener descendencia. Eso a su parte más irracional no pareció importarle, porque se acercó sin miedo, le arrebató el arma de la mano lanzándola lejos y lo acorraló contra su propio cuerpo, muchos centímetros más alto y más ancho que el otro, a la pared. El omega ni siquiera se defendió.

Su cuerpo temblaba, Batman podía oler su excitación desde allí, podía imaginar lo mucho que estaba empapado, deseoso y dispuesto a recibir a cualquier alfa que se le acercara.

—¿Para eso me has traído hasta aquí?

El omega no le respondió, parecía demasiado perdido en sí mismo, tan nublado por el calor del celo, que ni siquiera se estaba dando cuenta que había pegando su cuerpo caliente contra el de Batman en busca de alguna otra cosa.

El alfa miró al suelo, las mantas raídas y de más parecían ser lo que un omega construiría para ese tiempo: Un nido. Tenía cierta gracia que alguien tan perturbado como el otro fuera capaz de guardar y hacer algo tan natural y adorable, aunque mal hecho, como eso.

—¿Quieres que alfa te haga algunos cachorros?

Preguntó al aire, porque estaba seguro que esos jadeos del omega, más que ser afirmaciones, eran un escape a lo que su cuerpo sentía.

Lo empujó suavemente, el cuerpo del omega cedió ante su fuerza. El alfa estaba a punto de sucumbir a su lado animal solo por un deseo de instinto primario y básico. Su lado animal solo quería marcarlo, hacerlo suyo, tal vez, controlándolo y marcándolo podría manejarlo mejor, manipularlo, haciéndole cachorros podría doblegarlo ante su figura y acabar con la locura que era el omega, porque un omega con un alfa era una cosa diferente, una cosa más manejable, moldeable y obediente.

Sin embargo, se detuvo. Él era Batman. Un signo de justicia, amabilidad y salvador. Ni siquiera porque fuera el Joker podría permitirse ese tipo de comportamiento, no podría perdonarse a sí mismo hacerle algo así a nadie, que ni siquiera estaba en estado de dar su consentimiento, aunque pudiera conllevar muchas cosas interesantes el reclamarlo.

Gruñó para sí mismo, alejando sus pensamientos y aplacando ese lado animal que solía mantenerlo en estado salvaje y de adrenalina. Solo acarició los verdes cabellos del omega y sonrió.

—Vas a tener que arreglártelas solo.

Lo dejó allí.

Solo por esa noche le disculpó la molestia de tener que llevarlo a Arkham, había cosas que cada cual tenía que hacer solo y a su ritmo. Batman no iba a interrumpir eso, de cualquier manera, esa noche Joker estaría indefenso y vulnerable y no sería él quien aprovechara esa desventaja amarga de la naturaleza en su propio beneficio.

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