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No considero las relaciones sexuales como algo prohibido, pero tampoco es algo de lo que me agrade hablar sin tapujos.

Mi primera vez fue con un traslado.

No tenía planeado cómo sucedería, ni dónde.

Sus lentes me incomodaban al besarlo, lo usaba por hábito que por necesidad, ya que Hideaki se enorgullecía de su excelente vista.

En su antigua facción, su alimentación era balanceada y se le incitaba a ejercitarse para una buena salud, nunca supe si el estado de su cuerpo era la razón de su falta de incomodidad al desnudarse o si el hacerlo era una consecuencia de la confianza que sentía a mi lado, ya que para mí la primera opción me es imposible experimentar y la segunda me llevó tiempo, aunque mi decisión en la Ceremonia de la Elección ha terminado con cualquier posibilidad de darse por completo.

La segunda vez que tuve sexo también fue con Aki.

Al igual que la tercera, la cuarta y la quinta.

El desertor de Erudición me parecía atractivo y Aki me veía intrigante, despertaba la curiosidad de la que se caracterizaba su facción de origen, hasta que dejé de serlo.

Tal vez se cansó de lo frustrante que era intentar resolver el supuesto enigma que representaba o simplemente lo aburrí, en todo caso creo que su deserción en mí demostró el innegable resultado de su prueba, la que floreció a medio año de su llegada.

A pesar de eso, no detuvimos los encuentros a medianoche.

Avanzo serpenteando entre los pasillos iluminados con focos azules, con el fin de ser la primera en llegar.

En mi rostro se dibuja una sonrisa al no encontrar a iniciados en sus camas, me acerco a mi mochila buscando sacar la toalla.

Me despojo de la casaca apresuradamente, cuelgo la toalla sobre un hombro y en el otro la mochila, pero me detengo de continuar al escuchar la regadera.

Se puede oírla a unos metros de las entradas, ya que la fuerza del agua es poca.

Regreso y me recuesto sobre mi cama, espero a la salida de él o la adolescente que tuvo la misma idea.

Pasan cinco minutos como máximo y escucho pasos.

- Pajarito - Habla Peter con una falsa dulzura. - ¿Me espiabas? - Cuestiona desnudo apoyándose en el marco del baño.

Todavía echada y sin gesto alguno, mi mirada recorre su cuerpo desde sus pies; casi tan blancos como la leche; hasta su cabello oscuro; que parece brillar todavía más que con su sudor. Al pasar por el área de su ingle, su miembro toma excesos segundos de mi atención.

- No. - Le respondo mientras me levanto para retomar mi camino.

Su miembro se balancea a cada paso suyo.

No es el primer cuerpo desnudo masculino que veo, y supongo que no será el último dado a que todos los traslados estamos obligados a compartir el baño.

La ira arremolinándose en lo profundo no se debe únicamente a la molestia andante que es el ojiverde, eso significa que el medicamento que se le administra a los cordiales ya no se encuentra en mi sistema.

- No eres de Verdad, ¿por qué te creería? - Me impide el paso, aún sin cubrirse.

El responderle con una sonrisa le daría otra señal y mi silencio le haría creer en una falsa invitación. Por tipos como él, las dos son opciones incorrectas.

- Deberías abrigarte, al parecer sientes frío. - Una gota de agua se desliza en su frente.

Ya eran muchas cosas. Sus comentarios hacia Tris en la azotea, sus comentarios hacia mí y sin contar los estúpidos apodos que utiliza.

Antes de que se apoderara de mí el impulso de golpearlo en la nariz y torcérsela por completo, lo esquivo a fin de ingresar al baño.

Deposito la toalla y la mochila en un colgador de pared cercano a la regadera fija más escondida, tomo una ducha rápida con la camiseta y la ropa interior puesta. Mirando las dos entradas, me deshago de las prendas empapadas y me visto con ropa que huele a detergente. Doblo la ropa sucia para después llevarla a la lavandería.

Ya en cama coloco la toalla sobre mis hombros evitando mojar la camiseta nueva y dejo que el aire seque mis pies.

Vuelvo a ponerme las zapatillas negras y salgo del dormitorio.

Un osado alto, musculoso y con cabello tinturado de color rojo llamativo también se encontraba en esa pequeña habitación de paredes mal lijadas.

Se ofreció a ayudarme al ver mi rostro de confusión cuando la máquina me pedía un código, el cual yo desconocía.

Y desde que comenzó a quejarse, no paró. Me mostro su descontento, ya que en años anteriores a los iniciados se les solía dar una cantidad exacta de puntos suficientes para gastar en bebida, ropa, etc. Pero esto cambió desde ayer; me describió con demasiadas palabras y gestos lo sorprendido que estaba al respecto; una orden de arriba ahora nos permite tener pase libre en la lavandería y comprar ropa; siempre y cuando se encuentra entre los márgenes permitidos.

¿Quién declararía una regla que concede a los iniciados usar la secadora ilimitadamente en lugar de eliminar la "nueva" que atormenta nuestra estadía?

Se despide confesando que su nombre es Ethan.

Reconsidero la idea de ir a la azotea, y otra vez me detiene lo arriesgado que sería. Al final opto por continuar practicando, al llegar observo que en la sala de entrenamiento quedan tres adolescentes.

Me alejo de ellos y comienzo estirándome. Paro de correr al sentir calor y voy a las máquinas de peso, en un intento de entrenar los músculos de los hombros y espalda. Tanteo hasta entender el correcto funcionamiento.

No pido ayuda porque debo evitar a toda costa cruzar palabras con compañeros, puesto que no sé cómo podría reaccionar sin el suero.

Decido ejercitarme hasta el cansancio, para que al llegar a los dormitorios no hacer más que dormir.



SIN EDITAR

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora