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Al despertar solo encontré a unos cuantos traslados durmiendo.

Bajo las gradas polvorientas. 

No me tomó mucho ir a la azotea, ya que me quedaba poco tiempo para que alguien sospechara hacia donde iba.

Debo de llegar a la sala de entrenamiento lo antes posible.

Continúo avanzando lo más rápido que me permitan los efectos del Suero de la Paz.

Al recordar lo que sucedió ayer, no puedo evitar recordar que me es común llevarme decepciones de quienes aún no conozco por completo, e incluso más de quienes creí conocer.

Por ejemplo, al acabarse mis encuentros sexuales con Aki a medianoche, no pensé que él se alejaría de mí. Me ilusioné al pensar que su confianza en mí no flaquearía con la falta de contacto o que al menos seguiría contando son su amistad después de que se acostumbrara a Cordialidad.

Por un momento se sintió grato ser la primera opción de alguien.

Me detengo al escuchar abrirse la puerta de uno de los pisos cercanos al que me encuentro.

Apoyando mis manos sobre el barandal, me asomo para ver hacia abajo.

No logro ver figura alguna en el nivel del que provino el ruido, avanzo y repito mi acción.

Doy un pequeño salto para ocultarme, al chocar la mirada con el instructor que se encontraba viendo hacia arriba con su clásico ceño fruncido.

No es precisamente temprano como para que Cuatro no esté en la sala de entrenamiento.

Desconozco si sube o baja, ya que sus pisadas son silenciosas.

La cabellera oscura al final de la escalera y su singular olor varonil abrumando mis fosas nasales me anuncia su decisión.

Los músculos de sus brazos se hacen más visibles al cruzarlos.

- Tienes tierra en el cabello. - Informa al llegar.

Me ha descubierto andando a mi gusto por Osadía y lo único que hace es decirme que mi cabello está sucio.

El moreno regresa por donde vino.

Desamarro mi coleta baja y con mi dedos me desenredo. Traigo mechones de cabellos por encima de mi frente para quitarme la tierra.

Sin terminar voy tras él, a una distancia prudente.

Seguimos así unos pisos, hasta que al mismo momento nos detenemos al oír una pisadas ruidosas. El sonido va intensificándose, como si el causante tuviera intención de advertir su cercana presencia.

Los hombros de Cuatro se mantienen relajados, al igual que su posición. Supongo que está acostumbrado a la bulla que ocasionan los osados.

Ahora que lo pienso.

¿El instructor nació en Osadía?

Mi duda acerca del origen del moreno se esfuma de mi cabeza al reconocer un tono de rubio inconfundible entre las rendijas de la escalera.

Eric

Mi corazón late tan fuerte y rápido que por unos segundos sospecho escuchar mis latidos filtrándose entre las grietas de las paredes grisáceas.

Antes de ver fijamente a Cuatro, sus ojos recorren mi cuerpo rápidamente.

El moreno ya no haya razón para hacer una pausa en su camino, por lo que a cada escalón que baja, el líder sube otro.

Me quedo estática ante un inminente encuentro entre ellos, no son buenos ocultándolo su mutuo desagrado, de hecho sus expresiones en respuesta a lo que él otro dice lo evidencian.

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora