39 - ERIC

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Debí negarme, incluso impedírselo. Pero no tuve fuerza suficiente cuando; con mirada de cachorro herido; dijo que volvería algunos días al dormitorio de los traslados.

Debí hacer oídos sordos a sus motivos, y no simplemente acceder.

- Está adentro. - Me informa el osado mientras me entrega la tableta.

Soy nuevo en esto, no quería asustarla con prohibiciones.

Además, mi Kate está acostumbrada a la ciega confianza de Cordialidad.

Camino hacia el auto negro al frente mío e ingreso al asiento principal.

- Ni lo pienses. - Lo miro por el retrovisor. - Tus sesos ensuciarán la tapicería antes de que logres llevarlo a cabo. - La amenaza le hace alejar la vista de la manija de la puerta, empiezo conducir hacia los edificios abandonados incluso por los Sin Facción.

- Lo siento, ¿okay? - El olor a orina que desprende el bastardo me hace bajar la ventanilla. - No tenía ni idea de que era tuya, no lo habría hecho si lo hubiera sabido. -

- No lo lograste hacer. - Lo corrijo. - No la violaste. - Volteo en una esquina.

El osado asiente frenéticamente con la cabeza.

- Solo quedó en un intento. - Añado.

- Sí, no la volveré a mirar nunca más en mi vida. - Dice con esperanza. - No le hablaré. Te juro que ni respiraré su mismo aire. - Suplica entre lágrimas.

Aparco en la entrada de un edificio igual de deteriorado que todos los de la cuadra.

Tomo entre mis manos la tableta y la enciendo, observo el historial clínico de Kate en la pantalla.

- Pero si la golpearte en la cabeza con un objeto contundente. -

Se sorprende ante lo que digo.

- ¿Con qué la golpeaste? - Preguntó mirándolo otra vez por el espejo.

- ¿Qué? - El desconcierto en su mirada es casi sorprendente.

Arrugo la frente.

- Con un fierro. - Susurra.

- Y supongo que la atacaste por la espalda. -

Es la única manera en la que ella se encuentre en la enfermería.

Giro para observarlo a los ojos; aunque sus rastas me lo impiden.

Incluso con eso y su mano fracturada, la adolescente le dislocó el tobillo, reventado los labios y roto un par de dientes delanteros, aparte de propinarle otros golpes.

Sonrío.

El hijo de puta sabía que no podría con ella.

- ¿Fueron puñetes o patadas lo que le diste en el abdomen? -

La escucho pasar saliva debido al silencio en el interior del auto.

- Ambos. -

- ¿Algo que quieras añadir? -

- No. -

- Sé que no estamos en Verdad, ni en sus límites. - Digo observando los alrededores. - Pero detesto las mentiras. -

- Yo... - Tartamudea. - Yo... no sé qué más decirte. -

Pongo los ojos en blanco antes de volver mi atención al informe médico.

- Llegó semidesnuda a la enfermería. - Apago la tableta y la tiro al asiento de copiloto.

No deja de temblar.

- Apuesto a que viste sus senos, ¿los viste no? - Preguntó. - Responde si no quieres morir en este instante. -

- Sí. -

- ¿Cómo son? - Recuerdo su primera vez en la enfermería, la pequeña curva de estos. - Verás, no he tenido aún la oportunidad de admirarlos, y eso que no vamos precisamente lento. - Añado con una carcajada. - Ahora que lo pienso, tú serias el único que los ha visto. - Miento. Tal vez el incompetente de Shawn lo ha hecho, pero de aquel estirado me encargaría después. - Eres el único con vida. -

Por el momento.

- Descríbemelos. - Ordeno. - No me hagas repetirlo. - Llevo mi mano hacia el estuche donde descansa mi arma.

- No son grandes. - Se apresura a decir.

- Se gráfico. -

Asiente.

- Más pequeños que la tapa superior de una hamburguesa. - Dice restregando sus manos en sus rodillas. - Sus pezones son del color de sus labios. -

La estupidez de los osados; en la mayoría; llega al nivel en el que se delatan.

- Tu nueva facción te espera. - Saco el seguro de las puertas antes de salir del auto.

Su decisión de atacarla por la espalda y el que conozca el color de sus labios confirman que la ha estado acosando, lo entiendo ahora, pues su presencia me resulta tan irrelevante aun teniéndolo cerca, lo que le permitió pasar desapercibido ante mi mirada.

Rodeo el vehículo y lo agarro de la parte posterior de su chaqueta para arrastrarlo hacia la puerta de metal.

- ¿Me van a desterrar solo por haberla golpeado? - Dice desde el suelo.

- Imagina lo que habría hecho si la violabas. -

Lo llevo hasta el tercer piso, soportando gritos de dolor debido al uso de las escaleras.

Se mantiene callado con la mirada fija hacia abajo.

- ¿Te han prohibido asesinarme no? - Pregunta apoyándose del borde la ventana para levantarse. - Los otros líderes no te lo han permitido. - Afirma con confianza el idiota.

Resoplo por la nariz.

- La desertora que te empeñas en ocultar es una perra. - Avanza con cortos saltos con su único pie sano. - A las de su tipo les gusta fingir que no les gusta rudo, pero luego piden a gritos más. - Añade dándome la espalda.

Ahora ya no niega que sabía de nosotros. E incluso así, decidió continuar.

- Lo supe desde que la vi en la ceremonia, agradeciendo por un simple asiento. - Dice con tono autosuficiente. - Por poco y se arrodilla ente mí. -

Camino tras él, en sigilo.

- Apuesto a que me habría mamado el pene en ese preciso instante. -

Pateo su rodilla para que caiga boca abajo.

- Estás enfermo al creer que la amabilidad es una maldita invitación. - Coloco mi pie sobre su espalda. - Incluso si un puto ángel baja a la Tierra y te permite tocar el cuerpo de una mujer sin su previo consentimiento, no puedes hacerlo. - Aumento la presión. - Me encargaré de que ni siquiera vuelvas a intentarlo. - Le apunto a la cabeza.

Quito el seguro, ya con el dedo en el gatillo.

- Te lo prohibieron, idiota. - Amenaza.

- No lo hicieron. -

- No entiendo, ¿entonces cómo decidieron desterrarme? -

Su mano rodeo mi tobillo, pero sin fuerza suficiente.

- ¿Por qué estamos aquí? -

- Eso es raro. - Respondo confundido. - No estoy aquí. -

- Espera, yo ... - Intenta voltear con desesperación, intuyendo que algo va mal.

Sus palabras quedan en el aire cuando la bala perfora su cráneo.

Si mi puesto no es suficiente para amedrentar a quienes intenten hacerle daño, tendré que encargarme personalmente de estos.

SIN EDITAR

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora