24

976 93 2
                                    

La intensidad del rojo del charco de sangre en el cual me encuentro parada se disipa a paso lento con las gotas de agua que escurren de mi cuerpo.

Giro la llave de la ducha lo suficiente para mojar mis manos, limpio el camino que recorre desde mi entrepierna hasta la planta de mi pie izquierdo. Miro una vez más la puerta del baño, sí coloqué el seguro.

Después de asearme por segunda vez, me abrigo con la bata de baño que encontré sobre el sofá gris del departamento que Eric me "ofreció".

El día de hoy, pude almorzar con Tris, Christina y Will, la rubia y el ex-erudito comentaron lo bien que me quedaba el tatuaje del símbolo de Osadía, por otro lado, en ese momento la morena comía su almuerzo con rapidez para evitar soltar algún comentario ofensivo no intencionado, lo cual agradecí.

Al terminar de vestirme, meto toda mi ropa en la bolsa de tela y limpio el baño, dejándolo como si nunca hubiera ingresado.

Me dirijo a las ventanas semiabiertas que iluminan tenuemente el espacioso lugar, este debe ser el séptimo piso, desde aquí las pocas personas que cruzan las calles son igual de pequeñas que las hormigas obreras.

Las nubes son las protagonistas en el cielo, ocupando casi todo el lienzo celeste con algodón grisáceo, va a llover.

Podría pasar el resto del día aquí.

Tomo mi casaca, la bolsa y las llaves, antes de que la idea de quedarme sea lo suficientemente tentadora.

Dejo mi ropa sucia en la lavandería y avanzo por los pasillos que parecen estar menos concurridos de lo acostumbrado.

Estos días, la ausencia del líder en la sala de entrenamiento ha asustado aún más que su presencia. Se corre el rumor de que tal vez mi grupo es el peor que ha visto desde que finalizó su etapa de iniciado, también hay otro en el que aseguran que la atención de Eric la acapara un pelirroja despampanante.

Él no está, pero parece que no es así cuando mis compañeros lo nombran constantemente.

Incluso puedo llegar a sentir su colonia en mi piel.

- ¿A dónde fuiste? - Pregunta la ex-verdad sentada sobre su cama.

- Volví a entrenar. - Respondo al acercarme al dúo, Tris levanta la mirada.

- Pero si este es el único día que tenemos libre. - También regaña a la rubia. - Deberíamos de estar bailando, embriagándonos. - Se levanta. - No aquí, siendo las únicas iniciadas en no ir a la fiesta. -

Fue una mala decisión aceptar su idea la primera vez que lo propuso.

Me agacho para buscar en la mochila mi cepillo de dientes y el dentífrico.

- ¿En serio? - Dice buscando apoyo en Tris.

La presión de la rubia por subir de puesto la mantiene en silencio pensando cómo responder a su amiga.

- Mañana ... - La corta.

- Lo sé, lo sé. - Admite con frustración la morena.

Las veo durmiendo plácidamente, cuando regreso del baño.

- No te vi en la sala de entrenamiento. - Susurra la ex-abnegada.

- Practiqué mi puntería. - Asiente volviendo a darme la espalda.

Antes de caer dormida, considero que la mentira que le dije debería de ser lo último en lo que pienso.

Sin embargo, no es así.

En la madrugada me levanto con tiempo suficiente para ir a la azotea y volver antes de que Tris despierte. Lo hago para ir juntas a la sala de entrenamiento.

Observar su desempeño día tras día, me hizo dar cuenta que en mi próxima pelea no volveré a cometer el descuido de la primera. Por ello también debo de fortalecer las que considero mis ventajas en el cuadrilátero, como mi rapidez debido a mi ligereza, además sin importar quien sea mi contrincante, la posibilidad de que yo ataque primero nunca será una probabilidad para ellos.

- Tengo hambre. - Comento cayendo de rodillas en el centro de la arena. - ¿Te traigo algo? - Sugiero con mis manos en mi abdomen.

- No. - Deja de golpear de saco. - Iré, después. - Me despido de ella con una sonrisa.

Paso mi antebrazo por mi frente para quitar las gotas de sudor y me deshago de la coleta que uso para evitar que mechones de cabello interfieran en mi visión.

Hasta hoy, no he podido probar los famosos pasteles de chocolate que ofrece la cocina de Osadía, tampoco tengo idea de cómo huelen.

Los postres siempre son tomados durante los primeros segundos al ser colocados en las bandejas.

El final del pasillo está iluminado, anunciando que ya se encuentran personas desayunando.

El área que alumbran los focos de la entrada del comedor disminuye, entrecierro los ojos para distinguir el motivo de la parcial oscuridad.

Avanza con la mirada altiva y postura erguida, sin presta atención a lo que lo rodea, lo cual no es cierto.

Cruza por mi lado.

¿En Osadía, las disculpas no son suficientes para que las cosas vuelvan a la normalidad? ¿aceptar o negar el perdón es algo que podamos decidir libremente o manifestar? Porque en Cordialidad el mostrar arrepentimiento nos permite acceder a una segunda oportunidad, ya sea si la merezcamos o no.

Recuerdo como Shawn se burló con su pregunta acerca de que si los cordiales pedíamos perdón por respirar.

Entonces, si las disculpas en Osadía son imposibles de escuchar como los insultos entre los habitantes de mi facción de origen, ¿por qué Eric me pidió perdón?

- ¡Kate! - Una voz masculina grita mi nombre.

Al voltear, veo a Al acercándose a grandes pasos.

El líder continúa alejándose.

Sonrío a manera de saludo al amigo de Will y retrocedo un paso al sentir su proximidad.

Los próximos en llegar son la pareja de iniciados, el brazo del ex-erudito descansa sobre los hombros de la morena.

- He despertado con demasiada hambre, y la única cosa que puedo soportar durante el día es el hecho de que mis amigas pasen más tiempo juntas que conmigo. - Revela Christina mirándome fijamente.

- En este momento, estoy contigo. - Digo con amabilidad, mientras me coloco junto a ella.

- No me complazcas. - Entrelaza nuestros brazos. - O me acostumbraré. -

Caminamos a la par, dejando a los adolescentes atrás nuestro.






SIN EDITAR

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora