12 - ERIC

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Aquella iniciada había ignorado mi rango de líder y me desafió al acudir directamente hacia Cuatro para solicitar un permiso, el cual hasta el momento desconocía.

No me habría dado cuenta de lo sucedido, de no notar su ausencia.

La cual comprobé al pasar lista mentalmente de todos los traslados.

Me encargaré de ella a su momento.

- ¿A dónde se fue? - Escucho la conversación de dos recién iniciadas.

- Creo que a la enfermería. - Le contesta la bocafloja mientras chocan antebrazos.

No me sorprendería verla a su regreso con manchas de color rojo en su redondo rostro, aunque sería complicado encontrarlas en dicha capa bronceada.

- ¿Se lastimó? - Al caminar cerca de ellas logro escucharlas.

Los ojos de la estirada se abren más al verme, su comportamiento corporal le avisa a la morena, esta se detiene y voltea.

- Continúen. - Les ordeno mirando a las otras parejas practicando.

Gira automáticamente hacia la rubia para seguir con el ejercicio.

Avanzo mientras vuelvo a observar a los presentes en la sala de entrenamiento.

El incompetente de Cuatro continúa enseñando a unos pocos traslados la manera correcta de golpear el saco.

No hay necesidad de que permanezca aquí, no soy el entrenador a cargo de estos debiluchos.

Me retiro de la sala y voy hacia el elevador.

Ya le he dado suficiente tiempo al encargado de las cámaras de las instalaciones de Osadía para encontrar las grabaciones del nivel por el cual escapó el fisgón o fisgona de hace pocas horas.

No dudo en salir del elevador al solo descender un piso.

Tres ofensas y el reloj todavía no marca las 12.

La primera en las escaleras, la segunda vino de la demora del osado para encontrar las imágenes y la tercera de la "última saltadora" desafiando mi autoridad.

Avanzo por los pasillos hasta dar con la enfermería. No sin antes poner en práctica lo que me hizo creer que solo Natalia y yo estábamos es las escaleras.

La puerta no está cerrada, el que este junta me permitirá no anunciar mi llegada.

Es el momento de su escarmiento.

Al tomar la manija para empujar la entrada la distancia entre el marco y la puerta se ha convertido en centímetros.

La curiosidad me invade, el deseo vuelve a tener el control desde hace años.

Acercó mi rostro al espacio para averiguar qué sucede en el interior de dicha habitación.

La iniciada permanece sentada sobre la camilla más cercana a la esquina de la pared en la que se encuentra la puerta.

Viste un top deportivo y los jeans negros entregados por Osadía, la playera está perfectamente doblada al pie del mueble.

Ya se me había olvidado como lucía este salón.

Sostiene con ambas manos un tubo de crema. Reconozco al instante el objeto porque los eruditos son los encargados de la elaboración de medicamentos que se les proporciona a todas las facciones, a Osadía se le suele dar en más cantidad y mejor calidad dado a las funciones que ejercemos.

Desenrosca la tapa y quita el adhesivo.

Coloca una línea extendida de crema en un dedo.

La gran mayoría de los desertores de Verdad y Erudición eligen Osadía, estos suelen ser imprudentes, testarudos, impetuosos y principalmente torpes, la última característica se da sin importar su facción de nacimiento.

Son solo una pérdida de recursos.

Voltea hasta estar frente a las ventanas.

Más de cinco heridas largas recorren horizontalmente su huesuda espalda, las tres más grandes se extienden por la parte inferior y las otras cuatro se ocultan debajo de la tela de su top permitiéndome distinguir solo el comienzo o final de cada una.

He contenido la respiración desde que su posición me permitió vislumbrarlas, el ardor en mis ojos es muestra de que no he pestañado desde que Kate giró.

Se encoge al primer contacto entre su piel y la pomada, pero no ha sido suficiente la cantidad.

Vuelve a colocar una línea de crema a lo largo de su dedo, prosigue esparciendo abundantemente la sustancia hasta llegar a la mitad de una de las heridas que está descubierta.

Aunque ella no libere gemidos de dolor, mi estado no se debe a ello. La agilidad de su muñeca da a pensar que está situación suele ser una práctica constante.

Pierdo de cuenta las veces que ha repetido el proceso.

Intento que mi respiración sea silenciosa.

Kate continúa sin percatarse del dueño de la mirada que escanea cada movimiento suyo.

Ha acabado con las de su espalda baja. Roza el elástico que cubre sus senos y antes de que la pequeña curva de estos esté a plena vista, cierro la puerta sin causar ruidos.

Retrocedo unos paso.

La imagen de su piel se filtra en mis pensamientos a cada intento mío de querer borrarla.

Ha aguantado las primeras horas de entrenamiento.

No ha dudado en acatar ni orden cuando puse a la mitad de los traslados a hacer diferentes tipos de abdominales.

Ni una queja salió de su boca.

Todavía con dudas en mi mente, camino hacia el extremo del pasillo que me lleva a otro que da directo al ascensor.

Dos traslados ingresan al nivel por las puerta de metal. Uno de ellos cojea, sus brazos se apoyan en los hombros del otro.

No me muevo, los detengo de continuar antes de doblar.

- Largo. - Ordeno.

- El instructor me pidió que lo llevara a la enfermería. - Explica como si la escena no fuera obvia.

- ¿Tengo cara de que me importe lo que diga Cuatro? - Se miran mutuamente para convencerse con un gesto cerrar sus bocas.

Giro levemente la cabeza y con mi mano extendida señalo por donde ingresaron.

- Necesita atención. - Justifica el más alto del dúo, levantando su mirada.

- No me interesa. - El herido hace presión en el hombro de su acompañante.

Ambos giran volviendo por donde vinieron.

Regreso mi mirada a la habitación en la que se encuentra Kate y suelto un suspiro pesado.

Idiotas.

Antes de que la puerta del ascensor se cierre, introduzco mi mano para impedirles irse.

- Quinto piso, enfermería doblando dos veces a la izquierda. - Asienten con la cabeza a las indicaciones que les he proporcionado a causa de la lástima que ha incitado en mí la "última saltadora".

Dejo bajar a los posibles futuros Sin Facción.

SIN EDITAR

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora