21 - ERIC

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Su forma de besar no fue la que yo esperaba, no fue delicada y tampoco temerosa.

Sus manos no vacilaron en ningún momento y sus redondo ojos marrones no poseían el delicado brillo que los caracterizaba.

No contuvo la respiración ante el nerviosismo de avanzar.

¿Acaso estaba muy segura de lo que hacía o no tenía ni la remota idea del desenlace de sus acciones?

Sin duda el enojo que me hizo pensar en posibles maneras de demostrarle a Kate la absoluta idiotez que cometió al dejarme esperándola por alrededor de tres horas disminuyó al segundo de que sus resecos labios tocaran los míos.

Regreso a la azotea después de aclararle al osado subordinado que el uso del intercomunicador está únicamente permitido durante los traslados de Suero de Simulación desde Erudición a Osadía.

Al abrir la puerta, veo a la "última saltadora" durmiendo boca abajo sobre el piso.

Cierro la puerta acompañado de un estruendo ante el impacto, la castaña no se levanta. Sin embargo, ella mueve sus brazos al sonido producido por el contacto de las suelas de mis zapatos con el metal de las gradas.

Bajo en silencio.

Algunos mechones ocultan su frente redonda y sus ligeramente gruesos labios.

Si no supiera que sus manos son las causantes de la ubicación debajo de la línea roja del traslado con el que peleo, diría que Kate es la personificación de Cordialidad.

Mi intención era detenerme en la última grada, ya que mi presencia sería delatada por el ruido que no podré evitar hacer al pisar las pequeñas piedras. Pero, al ella mover sus cabellos detrás de su oreja izquierda, no logré contenerme ante la inmaculada imagen de su rostro.

No observo reacción de su parte, parece que ningún ruido es suficiente para despertarla de tan profundo sueño.

Avanzo en su dirección, me agacho y la volteo con delicadeza.

Su piel bronceada ha disminuido ligeramente, casi imperceptible ante la mirada de cualquiera.

Antes de levantarla, subo el cierre de su casaca deportiva. Coloco mi brazo izquierdo debajo de su nuca y paso el otro por la parte interior de sus rodillas. Balanceo sus cuerpo hacia mí para que su cabeza se recueste sobre mi hombro.

Debido a la hora, fue sencillo evitar ser descubierto cargando a una iniciada.

Al ingresar, trato de distinguir los obstáculos que la oscuridad no me permite anticipar, ya que no todas las madrugadas llego con visita.

La acuesto con cuidado sobre el sofá plomo de tres cuerpos y tiro en mi habitación la ropa que se encontraba a sus pies.

Sus huesudos nudillos con heridas sin cerrarse están en contacto con la tela del mueble, amenazando retirar la escasa costra que se ha formado en su piel.

Retrocedo.

Es suficiente.

Tomo todo lo que podría causarle curiosidad y lo escondo, cierro la habitación con llave para que no pueda entrar.

Noto que el departamento que se me otorgó al ascender al puesto de líder luce como cuando me mudé. Sin pinturas en las paredes, sin fotos enmarcadas y sin nada que resalte o evidencie mi estadía.

Cierro la puerta a mi espalda, camino en dirección a quien me prometió su ayuda si llegaba a necesitarla.

Toco dos veces y a los cinco minutos el rostro de Cuatro se hace presente en el panorama.

- Necesito un lugar donde dormir. - Ingreso, chocando con el ex-estirado.

- No le veo sentido a que te quedes aquí. - Responde cerrando la puerta.

Desamarro los pasadores de mis zapatillas y las dejo a un lado del sofá color marfil, cerca de la entrada.

- El alcohol ha borrado todos tus recuerdos de la etapa de entrenamiento. - Señalo su obvia adicción a la bebida. - Una abeja ingresó a mi departamento. -

Mi alergia hacia la picadura de esos insectos es la peor excusa que se me pudo ocurrir, sin embargo a Cuatro le es suficiente.

Su recuerdo no vuelve a invadir mis pensamientos durante la mañana y la tarde, para evitarlos a lo largo de la noche decido ir a la fiesta que suele darse sin falta todos los días.

La música electrónica retumba en mis tímpanos, la pista está iluminada por leves luces rojas que parpadean a un ritmo constante.

No hay mesas ni sillas y el olor a alcohol desprende de todo lados.

Bebo unos sorbos más de cerveza, al dirigirme a la salida. Pero, antes de llegar, una temerosa iniciada ingresa al lugar.

La adolescente pega su cuerpo al de su amiga, en un intento de evadir a los osados mareados. El comelibros va en otra dirección y la de cabello en forma de hongo toma la mano de la bronceada para guiarla al centro.

La ex-verdad acerca su rostro al de Kate, parece decirle algo que le hace sonreír.

Niega con la cabeza.

Vuelve a cercar su rostro, la "última saltadora" asiente y une ambas manos con las de la morena.

Kate las dirige en un ritmo lento hacia arriba, a los lados y abajo.

Así siguen hasta que su compañera se acerca una tercera vez, después de eso, ella luce pensativa, a los segundos asiente ligeramente sin dejar de verla.

Se acercan mutuamente hasta rozar la punta de sus narices.

Y besa a Christina exactamente como en un inicio creí que lo haría. Introduce sus dedos entre los cabellos de Kate, estos la despeinan hasta tirar la liga de color negro.

Separan sus labios, a la llegada del ex-erudito que les ofrece botellas de cerveza.

Él, con una sonrisa, se encorva para besar a su compañera.

Voy hacia la pista; empujando a los que se interponen en mi camino; y sujeto su frágil muñeca para llevarla afuera. Me sigue sin objeciones, volteo y observo; que bajo la luz roja; los dos traslados no notan su ausencia.

Le entrego la botella que sostenía, a la primera persona que se me cruza.

Giro en otro pasadizo, la suelto al oír la música lejana y al ya no ver a ebrios tirados en el suelo.

Kate encuentra estabilidad apoyándose en la pared.

Colisiono nuestros labios intempestivamente y ubico una mano detrás de su cabeza para amortiguarla si decide retroceder.

No lo hace, se mantiene inmóvil.

Aproximo mi cuerpo al suyo y me contengo de rodear su cintura con mi brazo.

- Para. - La humedad en mi mejilla se debe a ella. - Por favor. - Pide con un hilo de voz.

Confundido por su comportamiento, retrocedo. Sus manos estaban cerradas contra mi pecho.

Una lagrima se abre camino hasta llegar y hundirse en la separación de sus labios.

Me mira con sus grandes ojos suplicándome dejarla ir.

- ¡Kate! - Gritan su nombre.

La botella resbala de su agarre y cae al piso, la bebida salta manchando de cerveza nuestros pantalones y zapatos.

Los pedazos de vidrio se extienden a nuestro alrededor y el líquido forma un charco dejándonos adentro de él.

- ¡Kate! - Otra vez su irritante voz.

En la azotea fue ella la que quería más y habría sucedido así, de no haberme ido.

Alejo mi mano que descendió hasta su nuca, permitiéndole huir.

Escapa con el sonido de trozos quebrándose bajo sus pisadas.





SIN EDITAR

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora