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No puedo negar que he cometido demasiados errores en mi corta vida, pero ninguno de estos fue adrede.

Tampoco puedo culpar a mi juventud, ya que aún no he conocido a alguien de mi edad que haya arruinado cualquier tipo de esperanza a causa de su imprudencia. En su lugar, me hice de la amistad de adolescentes que cuentan con determinación y un obvio sentido de pertenencia en Osadía.

Sin embargo, existía algo de lo que sí podía enorgullecerme, el mantener en secreto tanto mi divergencia como mi afición al suero de mi facción de origen. Mientras que el no revelar lo primero evitaba mi asesinato, el segundo me permitía aparentar vivir como una ciudadana normal de Chicago.

Bajo las escaleras con desesperación. Siento mi garganta quemar y las gotas de sudor; que nacen en mi frente; se escurren por mi rostro, saboreo la salinidad de estas debido a que algunas se detienen en la curva de mis labios.

Al llegar al piso donde se encuentra el departamento de Eric, dudo por unos segundos en avanzar.

Creí que ambos secretos eran igual de importantes, o que mi divergencia lo era ligeramente más en situaciones específicas.

Restriego constantemente mis palmas en la ropa de ejercicio.

Un claro ejemplo es este preciso momento en el cual debería preocuparme la ubicación de Shawn, debería por lo menos interesarme si aún se encuentra con vida, ya que probablemente el retraso del guardia se deba a que mi divergencia quedó al descubierto.

Saco la llave del bolsillo de mi casaca, mis manos tiemblan. Encajarla en la cerradura es algo tan simple que en mi condición actual no puedo hacer.

Y eso es lo extraño, me inquieta más encontrar el frasco que traje de Cordialidad que cualquier otra maldita cosa.

No soy yo quien abre la puerta en mi tercer intento.

La imagen de Eric en el marco no me distrae de mi motivo, esquivo al rubio.

Camino hacia la cocina, primero hurgo en las cajas de la parte superior de la alacena.

No escucho queja de su parte, lo que me hace pensar que este no es el lugar donde lo oculta o que su indiferencia hacia todos los traslados es mayor a la que he podido observar.

- Se que tú lo tomaste. - Lo acuso antes de arrodillarme para continuar con los estantes inferiores.

Él es mi única opción.

Y en caso de equivocarme al culparlo del robo de mi frasco de suero, no me quedará otra opción que no sea aventarme de lo más alto del abismo.

- ¿Qué podrías tener tú que yo quisiera? -

A primera vista la respuesta sería absolutamente nada, pero recuerdo todo lo que dicen de él. Además, no desestimo la teoría interna de que disfruta atormentar silenciosamente a cualquier ser viviente.

- Eres la única persona que lo sabe. - Confieso encorvándome.

- ¿Saber qué? -

Me levanto.

- Lo necesito. - Me acerco al medio muro que nos separa. - Por favor. - Su mirada no se ablanda.

Esquivo de lado el muro, ahora la distancia entre nosotros es mínima.

He sido juzgada por la única persona que me quedaba y que se suponía que debía protegerme, he sido juzgada por terceros, compañeros e incluso por Hideaki.

Y principalmente por mí.

Nada me impide hacer lo mismo a otros, también cuento con información para poder hacerlo sin ideas preconcebidas.

Empezaré.

¿Qué clase de persona tendría sexo en las escaleras?

¿Quién estaría dispuesto a tener sexo en la azotea?

Lo sé, el tipo de persona que le encanta sentir que podría ser descubierto; ya sea o no que el hacerlo tengan consecuencias hacia él; apuesto que cada situación como la vivida en ambos escenarios elevaba su nivel de adrenalina.

Eric es alguien que parece gustarle el peligro a otro nivel.

Fijo mi mirada en las líneas de tinta negra que adornan su cuello.

Por lo que acostarse con una iniciada fácilmente podría ser la personificación de lo que tanto parece excitarlo.

Le sonrío.

Coloco mis manos sobre sus anchos hombros, la presión en ellos hace que el rubio baje la cabeza, aprovecho dicha acción para besarlo con una necesidad fingida.

Me levanta sin esfuerzo, envuelvo mis piernas alrededor de su cintura.

Este acto de impulsividad no cambiará lo sucedido en el departamento de Eric, ni desmentirá mi supuesta dependencia hacia el Suero de la Paz, pero si me proporcionará tranquilidad durante la prueba que se realizará en un par de horas.

Me coloca encima del medio muro, me separo debido a la necesidad de respirar.

Sus labios lucen levemente hinchados, su respiración es casi igual de pesada que la mía, su tan impecable cabellera ha sido revuelta, y mi coleta ha quedado deshecha.

Cuando mis manos bajan a su correa, me toma con fuerza del cabello, exigiéndome levantar la mirada.

Solo es un intercambio de placer por placer.

Sin soltar su agarre, coloca su mano en mi mentón, siento sus dedos hundirse en mis mejillas ocasionando que mis labios se separen.

No sé si es por la oscuridad de la habitación que sus ojos se ensombrecen, o es que no me percaté desde un inicio que contaba con aquella característica que consigue hacerme dócil.

Retrocede sin aviso previo.

- No te atrevas a darme una estúpida escusa. - Digo. - Necesito hacer algo, regresaré. - Hago el vago intento de imitar su voz.

- No cambio sexo por droga. - Ingresa a la habitación más alejada de la puerta principal de su departamento, mientras yo coloco los ojos en blanco.

Me aferro al borde del muro, no por la distancia entre mis pies y el piso, lo hago por la frustración acumulada en mí.

- Lárgate. - Ordena al lanzarme el frasco, el cual evito su impacto contra el piso al reaccionar con rapidez.

Quito el corcho e introduzco mi dedo meñique por la boquilla para después dirigirlo a mi boca para acabar con la abstinencia, ante la atenta mirada de Eric.

Y sucede todo como siempre, al instante disminuye la intensidad de cualquier tipo de sensación segundos antes de que la calme me envuelva por completo.

Usualmente para aligerar el mareo suelo concentrarme en las pequeñas piedras de la azotea o en el amanecer. El líder es lo único interesante que logra capturar mi atención.

A pesar de mi tambaleo al caminar, avanzo hacia el hombre, extiende sus brazos para que pueda sostenerme.

Esta vez, nuestros labios se tocan sin otro motivo oculto. Sus manos viajan con delicadeza hacia mi cintura, no rechazo su contacto porque este es necesario para saber si mis acciones cuentas con su aprobación.

Eric será mi tercer secreto.

SIN EDITAR

Quiero agradecer de corazón a todos las/los lectoras/lectores que han estado votando, y a ti lector/lectora fantasma espero que te quedes sin papel higiénico cuando estes en el baño o que te golpees el dedo meñique del pie.

También les comento que ingresé a estadísticas de la historia y resulta que puedo ver de qué país son *mirada acosadora*, estoy agradecida con ustedes porque tanto sus vistas, votos y comentarios permiten que esta historia llegue a más personas.

Cordial - Eric (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora