「 𝗘𝗣𝗜́𝗟𝗢𝗚𝗢 」𝙻𝙰 𝙲𝙰𝙻𝙼𝙰 𝙳𝙴 𝙻𝙰 𝚃𝙾𝚁𝙼𝙴𝙽𝚃𝙰

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𝓛a mano de Mai arrugó el papel que sostenía mientras que ella miraba a un punto fijo de su habitación, escuchando de forma distante el como sus padres, en el salón, hablaban sobre algunas cosas en las que ella no tenía interés

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𝓛a mano de Mai arrugó el papel que sostenía mientras que ella miraba a un punto fijo de su habitación, escuchando de forma distante el como sus padres, en el salón, hablaban sobre algunas cosas en las que ella no tenía interés.

Los ojos azules e irritados de la joven miraron hacia abajo, repasando su vestimenta de color negro y también se fijó en el mismo papel arrugado que sostenía, manchado de unas pequeñas motas de agua secas que habían corrido algunas partes de la tinta que había empleado para escribir unas palabras que ahora tenía en la cabeza.

No lo asimilaba, y tampoco sabía si lo asimilaría más adelante. Miraba por la ventana durante aquellas noches, esperando escuchar el rugido de una moto, o una risa, o lo que fuera que le dijera que Keisuke había ido debajo de su edificio para verla como siempre solía hacer. Quizás para pedirle que le curara las heridas porque se había peleado con alguien y no quería asustar a su madre si le vería de esa forma.

Pero Mai entonces se acordaba de que no había podido curar a Keisuke como había prometido. Que le había perdido en un desguace y que, por mucho que mirara por la ventana, él no iba a aparecer.

—Mai, cariño —Seina le habló con delicadeza desde la puerta de su cuarto, haciendo que la joven postrara sus ojos en ella—. ¿Estás lista? Ha llegado la hora.

La rubia respiró hondo, pero su propia respiración tembló al hacerlo y agachó la mirada porque sentía que el mundo a su alrededor daba vueltas. Se hacía creer que aquello no era más que una pesadilla de la cual terminaría despertando en los brazos de su amado, y que él le diría que no tuviera miedo por ello, porque nunca se iba a ir de su lado.

—No puedo ir —murmuró ella—. No puedo.

—Cielo, mírame —Hiro se puso de cuclillas y puso sus manos sobre las rodillas de Mai, haciendo que su hija le mirara directamente como había pedido—. Sabes que nunca te obligo a nada, pero, tienes que ir.

—Papá, no...

—Mai, si no le dices adiós ahora, no podrás decírselo cuando más adelante. Será algo de lo que te arrepientas durante el resto de tu vida —Hiro acarició la mejilla de su única hija—. No quiero que te culpes por algo así, así que, reúne fuerzas y hazlo. Hazlo por Keisuke.

Cerró fuertemente sus ojos, diciéndose que cuando los abriera, se despertaría de la pesadilla.

Pero Mai los volvió a abrir y nada había cambiado, así que, como dijo Hiro, recogió los pedazos rotos de su alma marchita y se puso de pie para ir junto a sus padres al velatorio de Baji Keisuke.

El ambiente era lúgubre, el lugar estaba empañado de tristeza y de lágrimas de los visitantes que habían acudido a dar un último adiós a Keisuke. Mai conocía a la mayoría de los presentes porque, en algún momento, Baji se los había presentado; y la joven tenía claro que cada persona ahí presente, quería a Keiskuke tanto como para llorar con el corazón partido.

𝐒𝐓𝐎𝐑𝐌 ━━ 𝖡𝖺𝗃𝗂 𝖪𝖾𝗂𝗌𝗎𝗄𝖾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora