57. Aventura (Capítulo extra)

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Y si te dejas llevar
Muchas cosas pueden pasar
No sé qué tú puedas pensar
Yo quiero de ti lo que tú me quieras dar

Oliver

—Tienes una gripe horrorosa y no quieres dejar de trabajar, llevas encerrado dos días en tu departamento tratando de resolver... el caso.

—No es cualquier caso —le aclaré—. Y no estoy tratando de resolver. Estoy seguro que con lo que tengo lo logro, ya afino detalles.

—Lo que sea. Y si no quieres descansar, ni tampoco ir al doctor... entonces traeré a mi sobrina que es enfermera. Te vendrá a inyectar paracetamol o lo que sea que tenga que inyectarte para que te recuperes un poco —gruñó, sin dejar de escribir en su teléfono.

La quedé mirando con los ojos entornados y en silencio, y no dejé de hacerlo hasta que levantó la mirada.

—No resultará —murmuré.

—¿Qué cosa?

—Me quieres presentar a tu sobrina y encontraste una excusa. Creo que me la has nombrado unas diez veces desde que te conozco. —Me toqué la cabeza con ambas manos, desde hacía días que sentía que iba a explotar.

El cuerpo me dolía por completo, pero el caso que me mantenía en pie era muy importante para mí. No por el dinero que iba a generar, al contrario, sino porque era para ayudar a una de las secretarias de recepción de la firma en la que trabajaba —Delia—, con la basura de su esposo que le quería quitar hasta el último zapato solo porque ella se dio cuenta de su infidelidad y decidió terminar su matrimonio.

Pía caminaba de un lado a otro, recogiendo y ordenando papeles que tenía repartidos por toda la habitación mientras reclamaba. Ella era la secretaría de uno de los abogados más importante de la firma —Ricardo Monge—, quien por encontrarse de vacaciones, le pidió a Pía que me ayudara.

—Esto es un desastre. ¡Un desastre! —bramó exageradamente.

Sin decir nada, me dirigí al baño. Necesitaba una ducha fría para despejar mi mente y para no escuchar a Pía vociferando sobre el desastre y que Ricardo nunca tendría un espacio de trabajo tan... desalentador. Ya no podía seguir repitiéndole que no tenía tiempo para más y que además me sentía mal.

Salí de la ducha con la toalla amarrada solo a la cintura, y con ganas de arrastrar los pies a la cama. Congelé todos mis movimientos antes de llegar a la sala porque había una chica parada frente a mí. Dio un salto y se giró, tapándose los ojos.

—¡Perdón! ¡Perdón! —vociferó con cierta torpeza.

—Estás literalmente en mi departamento y eres tú la que se asusta —comenté, devolviéndome sobre mis pasos para ponerme ropa interior.

Dime la verdad [+18] - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora