—¿Coldplay? ¡No me jodas!—Sutter ríe de mí.
—¿Acaso dije un chiste? ¿acaso porto un traje de payaso? ¿o acaso tengo cara de que dije una broma? —pregunto mientras me cruzo de brazos desde el otro lado del escritorio.
—¡Vamos, hermano!, mírate, eres Harry Styles, no una niña que escucha Coldplay —Sutter exclama en risas mientras gira en la pequeña silla en la que yace sentado.
—Sutter, hablo en serio. Necesito las entradas para hoy, así que levanta tu culo pálido de la silla y ve a conseguirlos —digo para después volver a las cuentas que tenía en mi computadora.
—¿Entonces era en serio? —el chico me mira con confusión.
—Solo consíguelas.
—Vanessa odia ese tipo de música.
—No son para ir con Vanessa.
M A D D I E
Preparaba un par de panecillos mientras escuchaba de fondo las noticias que la abuela Marie amaba ver, sonrío cuando noto como su mirada esta fija en la pantalla de la cocina mientras cubre su boca por el asombro, al escuchar una nota sobre un robo cerca del banco en la calle Wall.
—Abuela, deja de ver noticias y ayúdame a preparar el glaseado—digo en un puchero.
—Mi pequeña ratoncita, debes aprender. En un par de años ya no estaré aquí para ayudarte —mi abuela planta un pequeño beso en mi frente mientras toma la batidora.
—Abuela no digas eso, solo hay que vivir el momento —mi corazón se alegra cuando veo la sonrisa de mi abuela cuando la rodeo en un abrazo—recuerdo hacer esto todas las mañanas con Olivia —sonrío.
—¿Cómo olvidarlo?, siempre que me iba y regresaba el glaseado desaparecía. Tu y Olivia siempre me prometían que no se lo habían comido mientras sus mejillas estaban llenas de él —río junto con mi abuela.
—La extraño.
—Todos lo hacemos, mi amor —noto como mi abuela trata de sostener sus lágrimas, así que lo único que puede hacer es cambiar el tema de conversación—lindo abrigo, ¿es nuevo? —pregunta mientras observa el abrigo que me cubría del frío.
—Pues... —sabía en mi interior que si mi abuela descubría de quién era el abrigo, no dejaría de molestarme hasta decirle la verdad—me lo obsequiaron en realidad —hablo lo más bajo posible pero es inútil—¡basta! —sonrío nerviosa cuando mi abuela me observa con picardía.
—¡Cuéntame!, soy tu abuela y debo saberlo, Mad —exclama.
—Bien —suspiro—fue un muchacho, ¡ya, es todo lo que diré! —cubro mi rostro el cual sé que está rojo como un tomate.
—Te conozco desde el primer día que llegaste al mundo, Maddie. Sé que cuando tu rostro se sonroja así es porque es alguien que te vuelve loca —mi abuela canturrea mientras la observo tratando de no reír.
—Solo somos amigos.
—Maddie, ¿entraste a mi oficina? —observo a mi padre quien busca desesperadamente en los cajones de la cocina.
—No, ¿por qué? —frunzo el ceño mientras lo veo en su frustración por encontrar algo.
—Mi laptop desapareció, no está por ningún lado —papá exclama molesto—¿estás segura de que no la tomaste?, nadie vino a casa, tus amigos, amigas...
—Calma, Steve. Debe estar por algún lado.
—No, mamá. No lo entiendes. En esa laptop está todo, mi información, su información, las cuentas, mi campaña política, todo. —noto como mi padre camina de un lado a otro mientras rasca su cabeza con desesperación.