La luz de la luna alumbraba todo a su paso, era sorprendente como su luz podía opacar toda la obscuridad. Me sentía abrumada, cansada, agotada. Igual que cuando era joven y mis padres me prohibían ser quien era, cuando quería que fuera la niña aislada que vivía bajo reglas.
Tomo mi teléfono notando que mi mensaje había sido leído ya hace veinte minutos, entonces entiendo que quizá tenía cosas más importantes que hacer, así que debía entenderlo.
—¿Puedo sentarme? —su voz logra que un escalofrío recorra mi cuerpo. Me giro para verle, permanecía detrás de mi sonriendo mientras sostenía un par de cafés en sus manos—te traje esto.
—Gracias—sonrío mientras sujeto el pequeño vaso de cafeína—sé que es tarde, lo siento. Pero necesitaba hablar.
—¿Estás bien? —siento nervios y seguridad a la vez cuando noto como sus ojos me miran con preocupación.
—Siento que... No te he contado todo sobre mi, no soy quien crees que soy —trato de que mi voz no se quiebre en el intento, pero fallo—no soy la niña feliz que aparento, con vida y padres perfectos.
Puedo sentir su mirada con atención, así que trato de encontrar las palabras correctas, solo la verdad.
—Toda mi vida he sido un desastre, una carga para mis padres —digo entre sollozos—tuve una hermana —mi corazón se quiebra—era una niña maravillosa. Ella no vive en Tokio —tomo valor para mirarle a los ojos—murió... Y fue mi culpa.
Notaba su tensión por la forma en que me miraba y tragaba saliva a la vez, parecía estar conmovido de muchas maneras.
—Murió en un accidente de auto y yo conducía, ahí terminó todo. Desde entonces eso me consume todos los días.
—No me fui a Tokio por mi escuela, mis padres me enviaron para tratar de olvidar, pero eso jamás pasó—no sé en qué momento sucede cuando su mano ya sostiene fuerte la mía—mi vida está llena de errores, no quiero decepcionarte. Es como si... Todo en mi fuera obscuridad.
Di algo, pienso. Harry se limita a mirar hacia la luna mientras abraza sus rodillas, solo había dos cosas que podría hacer, irse o quedarse y esperar a que mi obscuridad lo consuma.
—¿Sabías que las mariposas no pueden ver sus alas?
—¿Qué? —murmullo confundida
—Durante la metamorfosis ellas solamente ven lo que sus ojos alcanzan, pero jamás pueden ver sus alas. La diversidad de colores que tienen, el tamaño, las formas y lo hermosas que son. Solo las demás personas pueden apreciar toda su belleza —Harry sigue hablando sin dejar de observar al vacío—Tú eres igual a ellas —finalmente me mira—y yo puedo ver toda tu belleza, Maddie. No eres obscuridad, eres luz y yo necesito de tu luz. Y si así fueras obscuridad no me importaría, te quiero de todas formas, con tu pasado o sin él.
Siento ganas de llorar, un nudo se forma en mi garganta y solo puedo pensar y procesar cada una de sus palabras.
—¿Recuerdas la noche que te conocí? —asiento—Te observaba desde el momento en que llegaste al bar —dice mientras trata de esconder su sonrisa agachando su cabeza—desde que te vi entrando con ese... Extraño gorro de lana —río mientras seco mis lágrimas—supe que eras luz, que eras alguien maravillosa.
—Eso era... Un horrible gorro —sonrío.
—¡Así! —me asusto un poco cuando lo veo saltar para ponerse de pie—así es como quiero verte, sonriendo —el chico toma mi mano para acercarme hasta él—te quiero, Maddie —susurra mientras siento como me sujeta con fuerza entre sus brazos.
—También te quiero.
***
Todo parecía haber mejorado a la mañana siguiente, no podía creer que años de terapias tratando de arreglar mis problemas, se iba a resolver tan solo hablando con la persona correcta, él.
Estaba algo nerviosa por salir de mi habitación, sabía que me toparía a mamá o papá y dentro de mi sabía que tenía que pedir disculpas, sin embargo la casa parecía estar desierta. Había silencio así que decido bajar—¿hay alguien en casa? —pregunto pero no tengo respuesta.
Cuando entro a la cocina me percato de la nota que mamá había dejado pegada al refrigerador, saldrían de casa por dos días a un par de conferencias. Suspiro cuando noto que el desayuno ya se había enfriado, tenía mucha pereza de hacer algo nuevo así que decido llamar al local más cercano para que trajeran algo de comida.
Tres toques en la puerta me detienen antes de subir a mi habitación, bufo algo estresada para dirigirme a abrir la puerta—Will —digo cuando veo al chico de ojos claros en mi pórtico.
—¿Puedo pasar?
***
—Así que... ¿Estás saliendo con él ahora? —pregunta mientras preparo un par de tazas de té.
—¿De verdad recorriste casi once kilómetros para preguntarme eso?
—Lo siento... No, pero de verdad quiero hablar sobre él, no me da buena espina, Maddie
—¡Will basta! no lo conoces como yo ¿de acuerdo? —exclamo con molestia.
—Maddie solo escúchame, quise revisar sus antecedentes, sus raíces, quién era ¿y sabes? no hay nada. Es como un fantasma ¿no te parece eso extraño? —Will explica mientras me sigue hasta la piscina.
—No es una persona social, sufrió mucho desde niño, no lo entenderías —digo ignorándole por completo.
—He recibido amenazas, Maddie —me detengo en seco cuando lo escucho—amenazas reales, alguien quiere hacerme daño y...
—¿Y qué?
—Creo que él está detrás de todo esto.