Una gran tormenta azotaba la ciudad con gran fuerza, mi cabeza dolía un poco debido a la luz del portátil en el cual llevaba más de tres horas.
Finalmente me resigno y dejo de lado el aparato, las yemas de mis dedos tratan inútilmente de calmar el dolor de cabeza frotando mis cienes. Estaba realmente desesperado, sabía que dentro de este negocio siempre habría altas y bajas, pero ahora que Davis había entrado a la gobernatura todo se me estaba yendo abajo, hace tan solo un par de días fiscalizaron en la frontera de Illinois unos cuantos kilos de cristal, lo cual me enloqueció. Él sería la razón de mi caída.
Escucho como la puerta de la habitación se abre lentamente—no quiero ver a nadie—escupo sin siquiera darme la tarea de ver de quién se trataba.
—¿Ni a mí? —una voz femenina bastante conocida termina de provocarme migraña.
Levanto mi mirada observando a la chica rubia de grandes senos parada frente a mi—¿qué haces aquí Vanessa? —cuestiono.
—No has contestado mis llamadas, y no soy una de tus zorras para que me ignores —responde algo inconforme.
—Lo siento, tengo el tiempo contado —respondo en un suspiro. Cierro los ojos para después sentir a Vanessa sentarse sobre mis piernas, mierda.
—Te extraño, deberías visitarme. Todas las noches te espero con tu pijama favorita —su voz chillona inunda mis oídos mientras siento como rodea mi cuello acercándome a su busto.
—No ahora Vane, tengo mucho trabajo —digo tomándole de la cintura y quitarla de encima.
—¿Qué demonios te está sucediendo? —ruedo los ojos cuando noto como la chica se cruza de brazos molesta.
—No sé de qué hablas.
Vanessa de pronto cambia su expresión de molestia a ironía, como si estuviese atando cabos en su cabeza o algo por el estilo—ya entendí —canturrea—tienes otra, ¿cierto?
—¿Otra qué? —digo
—Otra chica, puedo verlo en tus ojos, ¡es más que obvio! tú no eres así, si no me tienes ahora mismo encima de la mesa es porque te interesa alguien más.
—No es asunto tuyo.
—Sí es asunto mío, ¡Yo soy tu...!
—¡Nada! no somos nada. Vanessa no te hagas ilusiones, fue solo sexo ¿entiendes? —exclamo con fastidio.
La chica me observa por unos cuantos segundos, parecía estar asombrada por las palabras que habían salido de mi boca, sin embargo, no dice nada y camina hacia la puerta—voy a descubrir quién es.
El ruido del azote de la puerta termina de acabar con mi paciencia, cierro mis ojos tratando de serenarme un poco antes de tomar mi teléfono, los mensajes ni siquiera habían sido leídos, no me atrevía a llamarle, quizá podría incomodarla—¿qué demonios pasa contigo Harry? —me digo a mí mismo cuando me percato de la enorme sonrisa que se forma en mi rostro al recordar cómo me besó la otra noche
***
—Gracias —le digo a la mujer que me entrega el ramo de rosas.
La verdad era que estaba preocupado, no tenía señales de Maddie desde hace unos días y eso no me dejaba dormir por las noches. Conducía el auto mientras las gotas de lluvia azotaban contra mi parabrisas y la luz de los rayos iluminaba el camino.
Cuando llego a casa de Maddie, me percato que no hay autos ni guardias fuera de ésta. Lo cual me hace saber que Steve no estaba en casa y eso me aliviaba un poco. Doy pasos rápidos para llegar hasta la puerta sin mojarme, fallo en el intento pero aun así toco el timbre.