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–¡Erwin, es hora de irse!– Escuché que grito Mikasa, al otro lado de la puerta

–Ya voy– Respondió Erwin mientras terminaba de cepillar su cabello

–Date prisa, Levi sigue molesto– Al final de la frase, Mikasa soltó una pequeña risa

–¿Que harás en la noche?– Me pregunto Erwin listo para irse

–Tengo que ir a trabajar, Pieck me espera– Dije aún sin vestirme

–Entonces te veré hasta mañana– Pude escuchar su voz desanimada, así que me puse de pie y me acerque a él

–En bar abre a las 10, te veré un rato antes de irme. Te esperaré

–Tienes que hacerlo, traeré algo de cenar– Me beso rápidamente y después camino hasta la puerta– Mikasa se quedará hoy, trata de que no te moleste

–No te preocupes– Con eso, salió de la habitación, dejándome solo

Me tiré sobre la cama, con los brazos abiertos mientras suspiraba. Sentía el cuerpo cansado después de tanto sexo, nunca lo había hecho tantas veces como está última semana con Erwin.

Habíamos probado muchas cosas, nuevas posiciones y otras formas de venirnos. Había descubierto que el olor de Erwin era realmente excitante, también que sus pezones eran mucho más sensibles cuando los lamía. Le gustaba el sexo rudo, que lo tomara de espaldas y sujetará con fuerza sus brazos, también descubri que su boca era una zona erógena.

A Erwin le encantaba cuando lo besaba y mi lengua lamía todo alrededor de su boca, pero sobre todo, le encantaba mi miembro. Podía pasar horas chupando, absorto en la sensación de succionar mi pene y venirse solo con eso. Era encantador ver su boca llena y sus ojos brillosos por el placer.

Deje de imaginar la boca de Erwin cuando me di cuenta que estaba a punto de ponerme duro. Seguía estando desnudo, así que me levanté y me vestí deprisa. No tenía mucho que hacer, estaba solo y trabajaba hasta la noche.

Me puse a limpiar la habitación, sobre todo las sábanas manchadas de la cama. Las cambie y después salí de la habitación para lavarlas junto con mi ropa y la de Erwin. El me había dicho que tenían una mujer que les ayudaba con la limpieza una vez a la semana, pero estaba harto de no hacer nada.

Cuando baje las escaleras, escuché el sonido de un piano. Recordaba haber visto uno en la sala, uno hermoso de color negro aunque yo no sabía mucho de eso.

Mikasa estaba sentada, concentrada en lo que estaba tocando. Era una melodía lúgubre que pronto se volvió animada y después demasiado rápida. Sus dedos se movían con velocidad, pero parecía que no tocaba las teclas de lo suave que era.

Estaba impresionado, pero no quería interrumpirla así que caminé despacio hasta cruzar la sala e irme hasta el cuarto de lavado.

Cuando termine, la música tenía bastante tiempo de haber cesado. Regrese a la cocina dispuesto a preparar algo de comida, pero Mikasa estaba ahí, comiendo un plato con cereal

–Eso no es saludable– Dije levantando una ceja al verla, un vaso de refresco estaba su lado

–Es lo único que hay– Respondió escongiéndose de hombros

–¿No cocinas?– Pregunté abriendo la nevera

–Si, pero odio hacerlo– Dijo simplemente, como si no estuviera interesada– Solo lo aprendí porque debía complacer al que fuera mi esposo

–Entiendo, lo siento– El tema me hacía sentir incómodo, mucho más cuando sabía que ese esposo era el hombre con el que tenía sexo cada noche

Malos Hábitos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora