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La casa de Erwin era enorme, tanto las habitaciones como los muebles en ella. La meseta, donde ahora tenía recostado la mitad del cuerpo de Erwin, era mucho más grande que la de mi casa. Aunque no había mucha comparación en eso.

El tenía las piernas levantadas, una sobre mi hombro y la otra temblando en el aire mientras gruñía y gemía suavemente. Sus manos estaban enredadas en mi cabello, tirando de el cuando se estremecía.

Yo seguía engullendo su miembro. Era demasiado grande para meterlo por completo dentro de mi boca, pero usaba mi mano para sujetar la base y bombear al mismo tiempo. Mi lengua recorría cada vena que sobresalía, la masa de carne se sentía caliente dentro de mi boca, y el sabor amargo del semen extrañamente era delicioso.

–¡M-Mierda!– Lo escuché decir, mientras chupaba con más fuerza– ¡Mike, se siente bien!

Trate de llevarlo más profundo, pero era difícil. Aumente un poco la velocidad, y usé mi lengua para presionar. Sus piernas se tensaron y trato de cerrarlas, dejándome atrapado entre ellas. Debía admitir que la sensación de sus muslos era excitante, como me envolvía con ellos, mientras temblaba de placer.

–¡Voy a venirme!– Dijo con un jadeo, sus caderas se agitaron, tiro de mi cabello y después se corrió con un gruñido

Sentí el espeso líquido en mi boca, y por impulso lo trague. El sabor no era bueno, pero lo estaba disfrutando, mucho más cuando Erwin me miró con el rostro sonrojado, jadeando por el placer que acababa de experimentar.

–¿Lo tragaste?– Pregunto con la voz agitada

–Si, no sabía dónde escupirlo– Mencioné limpiando mis labios

–Asqueroso– Río al mirarme, y después se sentó de nuevo sobre la meseta– Vamos a mi habitación...

–¿Tu esposa?– Pregunté besando su cuello, dejando marcas nuevas sobre su piel

Quería dejar todo su cuerpo lleno de mi, marcado por mis labios. Era un claro mensaje de que Erwim era mío

–Tardara en llegar– Dijo lamiendo sus labios, sujetando mi cabello con fuerza– Tercera puerta a la izquierda

Sin mucho esfuerzo lo levanté, caminando deprisa hasta subir las escaleras, mientras nos besábamos en el camino. No pude evitar detenerme a la mitad del pasillo, apoyándolo en la pared para besarlo profundamente, mientras se agitaba contra mi entrepierna.

–Mmm, no podemos aquí...– Hablo, removiendose contra mi miembro

–¿Por qué no?, No hay nadie, ¿Cierto?– Baje sus piernas, dejando que se quedará en el suelo

–¿Qué pasa si alguien llega?– Pregunto con media sonrisa– ¿No te importa que nos vean?

–Tal vez...– Me importaba, mucho. No quería que alguien viera a Erwin gimiendo, que lo escucharán, eso era solo para mí

El solo río y camino delante de mi, hasta la puerta de su habitación. Entró sin esperarme y solo pude seguirlo, casi desesperado. Como un perro buscando a su amo.

Al entrar el se recostó sobre su cama, cerré la puerta sin olvidar ponerle el seguro y me apresure a subir sobre el. Su cuerpo desnudo tenía algunas gotas de sudor y su pene seguía duro, se había corrido en mi boca hace un momento pero la erección no bajaba. Sonreí, comenzando a lamer su pecho nuevamente, disfrutando del sabor de su piel, de su cuerpo.

Baje mi mano hasta llegar a su entrada, el gimió con un poco de dolor en el momento que lo toque, lo que me hizo detenerme.

–¿Te duele?– Pregunté abriendo sus piernas

Malos Hábitos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora