Parte I, Capítulo 7

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No estuvo consciente del todo hasta el día siguiente. Recordaba haberse despertado en la sala de reanimación, y luego se quedaría de nuevo dormido, despertándose ya en su habitación. La primera persona a la que vio fue a su madre, sonriendo ampliamente al verle abrir los ojos y reconocerla.

Se sentía aún algo atontado pero poco a poco se fue despejando y disfrutó de la compañía de sus padres. Sus amigos le mandaban recuerdos, sabían que esa noche era solo para la familia y le irían a ver a la tarde siguiente.

Cuando despertó esa mañana se asombró a sí mismo al sentir un hambre intensa, pensaba que no se sentiría bien hasta dentro de unos días pero que su estómago protestara a primera hora de la mañana le hizo sonreír.

Enseguida su madre avisó a una enfermera y le trajeron un vaso de leche solo.

—Irás ingiriendo sólidos poco a poco—explicó Moritz.

Había ido a verle a pesar de que su guardia había terminado, pero dada su amistad con sus padres pensaba quedarse un tiempo más en el hospital. Se tomó la leche con la ayuda de su madre a través de una pajita, y cuando terminó se sintió muy cansado.

—Es normal Tom, no te preocupes—dijo Moritz al escucharle resoplar—Acabas de salir de la operación y cualquier gesto significará para ti un terrible esfuerzo.

—Pensaba que con mi corazón nuevo, me despertaría mucho mejor...pero sigo como antes—murmuró Tom recostándose en las almohadas.

—Con el tiempo lo estarás, no tengas prisas hijo—dijo Jörg riendo.

—Tom no tiene paciencia—explicó Simone mirando a Moritz—Desde que era niño siempre ha sido un torbellino, siempre se iba andando al colegio porque decía que el autobús tardaba mucho en llegar.

—Mamá...—resopló Tom sonriendo.

Jörg miró a su hijo y le guiñó un ojo, él era el único que sabía que eso era cierto en parte. Su hijo iba caminando a clase porque quedaba a mitad de camino con la chica que le gustaba. Recordaba la noche que se lo confesó, habían terminado de cenar y mientras que su madre sacaba la basura y se quedaba hablando con la vecina de al lado, él y su hijo fregaban los platos. Entonces su hijo pensó que era un buen momento para decirle que a sus 15 años ya se había enamorado.

No se lo contaba solo porque sentía la necesidad de hablarlo, para eso estaban sus amigos y Georg y Gustav ya le habían escuchado. No, se lo contaba porque también buscaba su consejo. Y Jörg contestó a todas sus preguntas y le dio una pequeña charla sobre las relaciones sexuales a pesar de que sabía que su hijo ya entendía del tema.

Pero no le dijo nada, le escuchó y guardó en el fondo de un cajón la caja de preservativos que le compró al día siguiente. Pero no fue hasta que dos meses después y con los 16 años recién cumplidos, abriera la caja y cogiera un par de ellos.

Recordaba que estuvo saliendo con esa chica un par de meses, hasta que se mudó a otra ciudad y él sintió que le partían el corazón en dos...

Pensar en el corazón de su hijo le hizo pestañear. Se había perdido en sus pensamientos, recordando en el primer amor de su hijo...y pensando que desde entonces solo había tenido "rollos" esporádicos, como él los llamaba. No había vuelto a enamorarse profundamente como la primera vez, tal vez porque desde que supiera que estaba enfermo dejó a un lado el amor.

Quien sabía, tal vez ahora que estaba bien decidía probar de nuevo y su corazón latiría sano y lleno de amor...




Un mes después, Tom no podía ser más feliz. Salía de la consulta del doctor Listing con el alta oficial, había ido a uno de sus controles rutinarios y los resultados no podían ser mejores. Su corazón se había adaptado muy bien a su nuevo cuerpo y latía con fuerza en su pecho. Le habían rebajado la dosis de los inmunosupresores y no tendría que volver a su consulta hasta el mes siguiente.

Listen to your HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora