Parte IV, Capítulo 3

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Una vez más tranquilo y con parte de sus dudas resueltas, dejó que Georg volviera a sus clases y condujo rumbo al restaurante. No había quedado con él, así que se asomó a la ventana antes de entrar. Sonrió al verle tras la barra, atendiendo sin darse cuenta de que era observado.

Pero debió percibirlo, alzó la mirada y sonrió ampliamente al verle. Levantó una mano y le saludó, haciéndole una seña para que entrara. Y Tom no se lo pensó dos veces. Abrió la puerta y enseguida se vio envuelto por ese familiar aroma a comida casera.

Aspiró hondo sonriendo, el plato del día eran espaguetis a la boloñesa y enseguida su estómago empezó a protestar. Pero no había tiempo para eso, tenía otras necesidades que corrían más prisas.

Caminó hasta la barra y como ya fuera habitual en él, se inclinó sobre la barra y saludó a Bill con beso en los labios.

—Buenos días—saludó Bill muy alegre.

— ¿Tienes un minuto?—pidió Tom en voz baja.

Bill asintió de inmediato y tras intercambiar una mirada con otro de los camareros, éste ocupó su lugar en la barra mientras que Tom y él entraban en la cocina, donde Andreas no daba abasto.

—Andreas, el pedido de la mesa 7 corre algo de prisa—murmuró Bill— ¿Te echo una mano con algo?

—Ya lo tengo, gracias—contestó Andreas resoplando girándose—Ah...hola Tom.

—Andreas—respondió Tom sonriendo.

—Un buen día para que se estropeé de nuevo el lavavajillas—dijo Andreas, explicando así lo desordenada que estaba la cocina.

—A este paso, le saldrá más barato a mi padre comprar uno nuevo—comentó Bill suspirando.

Tom sonrió sin poder evitarlo, recordando aquel lejano día en que les echó una mano justamente por ese mismo motivo. Fue una mañana muy agradable, donde descubrió lo guapo que era Bill y lo mucho que se sentía atraído por él.

—Uno de los camareros de la tarde vendrá en unos minutos y me echará una mano en la cocina—explicó Andreas—Tu turno termina en media hora, y ya sabes que a tu padre no le gusta que hagas horas extras.

—Lo sé—musitó Bill.

Se quedaron en silencio sin saber qué más decir, hasta que Tom se cansó y decidió ser el primero en decir algo.

— ¿Hablamos arriba?—le preguntó a Bill carraspeando.

Bill asintió y tras despedirse de Andreas con un gesto de la mano, cogió a Tom por la muñeca y tiró de él escaleras arriba. Nada más entrar al pequeño saloncito escucharon la voz de su padre hablando al teléfono, discutiendo con el técnico que se negaba a ir en ese mismo momento.

—Tengo un negocio que atender y no puedo estar todo el día de brazos cruzados por un fallo suyo—decía Gordon tratando de no perder la calma—No han pasado ni 2 meses de la última avería, si no sabe hacer su trabajo mande a otra persona que sí sepa.

Tom miró a Bill, su padre estaba realmente enojado y jamás le había visto así.

— ¿En 10 minutos?—repitió Gordon más alegre—Aquí le estaremos esperando.

Colgó el teléfono más satisfecho, y entonces solo se percató de su hijo y novio.

—Tom, no te había visto—saludó carraspeando.

—Yo...tenía la mañana libre y vine a ver a Bill—se explicó Tom.

—Genial. ¿Todo va bien?—preguntó con mucho interés.

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