Parte III, Capítulo 9

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Se sentía realmente avergonzado, las agallas que reunió para poder contar a la policía lo que le habían casi hecho se esfumaron al ver entrar a su padre por la puerta de su todavía habitación de hotel. Ya estaba algo más tranquilo, gracias en parte a que David no se movió de su lado, pero fue ver a su padre y echarse a llorar como el niño que aún era.

Solo entonces David les dejó a solas tras saludar con una inclinación de la cabeza a Gordon. Aún se acordaba de aquella lejana vez en la que él molestó a Bill en pleno restaurante y salió Gordon a pedirle amablemente que se callara y disfrutara de la comida.

— ¿De verdad que no te ha hecho nada?—preguntó Gordon al cabo de unos minutos, los cuales había pasado abrazando a su hijo.

Bill solo asintió con la cabeza, no sabía cuántas lágrimas le quedaba por derramar. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto había pasado desde que fue atacado y la de veces que había llorado. De todo eso solo quedaba un moratón en su mejilla que se extendía y un fuerte dolor de cabeza.

—Si quieres hablamos...o nos vamos a casa para que descanses, si quieres venir, claro—dijo Gordon con torpeza.

—Llévame a casa, por favor—pidió Bill en voz baja.

Gordon asintió y se puso en pie ayudándole a levantarse de la cama. Entre los dos recogieron la poca ropa que se había llevado la noche anterior y tras comprobar que no se dejaban nada salieron de la habitación.

David paseaba por el pasillo de arriba abajo hablando por el móvil, pero fue verlos y cortar la comunicación de inmediato.

— ¿Ya os vais?—preguntó, viendo a Gordon asentir—No os preocupéis por la habitación, la cuenta ya está pagada y un taxi os espera a la puerta.

—Gracias, pero no...—empezó a decir Gordon.

—Mi padre es el dueño—aclaró David, como si eso lo explicara todo.

"Otra casualidad"—pensó Bill alzando una ceja.

—Llámame si lo necesitas—dijo David a modo de despedida—Podemos hablar o lo que sea.

—Mi hijo me ha dicho que gracias a ti, ese chico no...—comentó Gordon carraspeando tendiendo una mano—Te lo agradezco mucho.

—Otro hubiera hecho lo mismo—dijo David estrechándosela—Cuando salga el juicio yo iré como testigo y le caerá una buena, el padre de un amigo es abogado y él mismo se encargará de llevar el caso. Déjenlo todo en mis manos.

Gordon asintió conforme y tras coger a su hijo de la cintura se dirigieron al ascensor y salieron del hotel. Una vez en el taxi, Bill se recostó cerrando los ojos con cansancio pensando en Tom sin poderlo evitar... ¿dónde estaba? Medio hotel sabía ya de su desgracia, ¿es que no lo sabía, o ya no le importaba nada?




— ¿Ves Tom? Todo está en orden—dijo Moritz mirando a su joven paciente.

Tom asintió desde la camilla donde estaba recostado. El día anterior había regresado a casa de sus padres y tras mencionarles la pequeña punzada que sintió esa tarde decidieron pedir hora al padre de Georg y que le examinara. Nadie dijo nada sobre su precipitada vuelta a casa, Simone solo quería a su hijo a su lado y aunque sabía que con el tiempo le contaría lo que había pasado, en esos momentos solo importaba que hubiera regresado.

—En la eco no se ve nada, tu corazón late a un ritmo suave y el electro ha descartado alguna arritmia importante—siguió explicando Moritz.

—Sentí que el corazón me daba un vuelco, y no era la primera vez que lo hacía—explicó a su vez Tom.

Listen to your HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora