Parte II, Capítulo 2

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— ¿Qué estás haciendo?—repitió al ver que su amigo le ignoraba.

—Disfrutar de la comida—respondió James de mala gana.

Bill había vuelto con su pedido y tras desearles buen provecho se fue a atender otras mesas bajo la atenta mirada de James.

— ¿Ahora estamos con adivinanzas?

—David, no seas pesado—dijo James ya molesto.

—Soy tu amigo, y puedo serlo—se defendió David—Más si veo que te has vuelto loco y le estás tirando los tejos a un niño.

Fulminó con la mirada a su amigo, dicho así sonaba una barbaridad.

—Bill no es tan joven—replicó.

—Vale, tendrá 15 como mucho y tú 10 años más. Joder, podías ser su padre—exageró David resoplando.

—Comamos, ¿vale?—pidió James.

David resopló y trató de comer, pero tenía un nudo en el estómago, además de la cabeza llena de preguntas que no se podía callar.

— ¿Eres gay?—saltó de repente.

— ¡Claro que no!—contestó James gritando sin poder evitar.

— ¿Bisexual?—insistió David.

— ¿Qué más da lo que sea?—replicó James.

—Es que no lo sé. He entrado en este restaurante a comer con James, mi mejor amigo del instituto, hetero hasta las trancas, y ahora estoy con un completo desconocido—dijo David con ironía.

—Soy el mismo—murmuró James resoplando.

—No eres el mismo James que se acostó con mi novia—picó David—Entonces no te partí la cara porque quedó demostrado que era una guarra, pero si me llegas a hacer ahora que sé tus nuevos gustos...

— ¿Tanto te molesta?—preguntó James cansado de tanta absurda conversación.

— ¿Qué seas gay? No—dijo David alzando una mano para que se callara— ¿Qué estés ligando con un niño delante de mí? Si, y mucho.

— ¿Algún problema?—preguntó Bill interrumpiéndolos de repente.

Los había estado observando y saltaba a la vista que estaban discutiendo, e intervino a ver si podía calmar las cosas. Que equivocado estaba...

—Si—contestó David sin mirarle.

—No, todo está bien. Gracias—dijo James a su vez.

—No, no lo está—insistió David mirando a Bill fijamente— ¿Cuántos años tienes?

— ¡David!—gritó James escandalizado.

Solo le faltaba decir en voz alta que se lo estaba ligando...

Bill los miraba sin saber qué hacer. Uno de ellos era un completo imbécil que le miraba de arriba abajo como si fuera un bicho raro. El otro...no sabía que tenía que desde que entró por la puerta no hacía más que mirarle y sonreírle ampliamente, haciendo que se sonrojara.

—Perdona a mi amigo—dijo James carraspeando—Todo está bien, y la comida es estupenda.

—Se lo diré a Andreas—murmuró Bill girándose.

— ¿Es tu novio?—preguntó David en voz demasiada alta.

Todo el restaurante calló de golpe, mirando al abochornado camarero que no sabía dónde meterse.

— ¿Hay algún problema?

Ese era Gordon, había salido corriendo de la barra al ver como increpaban a su hijo, dispuesto a pegarse con cualquiera que le ofendiera.

—No, lo sentimos mucho—contestó James apenado por Bill.

—Disfruten de la comida...en silencio—dijo Gordon no sintiendo sonar grosero.

La mayoría de los clientes era gente del barrio y que conocían a Bill de toda la vida. Sabían cómo era y nadie se lo echaba en cara, pero no iba a soportar que dos desconocidos le insultaran. Y sabía que contaba con el apoyo de sus vecinos si se desataba una discusión sobre la condición sexual de su hijo, al que defenderían con uñas y dientes.

Regresó a la barra cogiendo del brazo a su hijo, al que metió en la cocina.

—Tómate un descanso y come—dijo tratando de sonar suave.

—No ha pasado nada, papá—musitó Bill sin atreverse a mirarle.

—Lo sé, pero...llevas una hora trabajando y tienes que comer—insistió.

—Claro que si, ahora mismo te pongo un plato de tallarines—intervino Andreas intercambiando una mirada con Gordon.

Gordon asintió y volvió a la barra, sabiendo que dejaba a su hijo en buenas manos.

—Siéntate, te los preparo en un minuto—dijo Andreas señalando la mesa de la cocina.

Bill le obedeció sin decir nada. Esperó a que le sirviera y trató de comer, pero sentía un nudo en el estómago. Y no era por el altercado, ya estaba acostumbrado a que la gente le mirara como a un bicho raro y dijera alguna estupidez. No, era porque no estaba acostumbrado a que otro chico le mirara de aquella penetrante manera, como si pudiera desnudarle con solo la mirara...no podía evitar sonrojarse al recordar la dulce sonrisa que le mostraba cada vez que le hablaba, haciendo que sintiera mariposas en su estómago...

Suspiró sin poder evitarlo, atrayendo la atención de Andreas.

— ¿Y eso?—preguntó acercándoselo.

Alzó la mirada de su plato y se lo quedó mirando. Sabía de sus sentimientos hacia él, pero también sabía que era su mejor amigo y podía contar siempre con él, y hablar de cualquier cosa que le atormentara.

—Hay un chico afuera...—empezó a decir.

—Ya, el gilipollas ese—gruñó Andreas.

Se había asomado a la barra casualmente y lo había presenciado todo. A Bill parado en mitad del restaurante sin saber donde esconderse y al padre saliendo en defensa de su hijo.

—No, el...el otro chico—aclaró Bill carraspeando.

—Otro gilipollas—insistió Andreas.

—A mi no me lo ha parecido—le defendió Bill.

Andreas se lo quedó mirando, le hablaba con firmeza y como si se hubiera enojado por algo.

— ¿No te lo parece?—repitió cruzándose de brazos—¿Y qué es lo que te parece?

—Muy guapo—contestó Bill suspirando.

Vio como su amigo ponía los ojos en blanco y volvía a los fogones, donde había un cazo con pasta cociendo en su interior. Se levantó y fue a su lado, el padre de Andreas se encontraba en la despensa de la cocina y no quería ser escuchado.

— ¿Te has molestado?—preguntó en voz baja.

—No, para nada—contestó Andreas removiendo la pasta.

—Si, lo estás—insistió Bill.

—No lo estoy—insistió a su vez Andreas—Solo espero que tengas mucho cuidado.

— ¿Qué quieres decir?—preguntó Bill sin entender.

—Eres muy inocente, Bill—suspiró girándose Andreas— ¿Lo has visto bien? Debe tener unos 40 años, y su amigo es un homófobo de mierda. Fijo que se estaban riendo de ti.

—No lo creo—le defendió Bill de nuevo—Y no debe tener más de 30 años, y cuando se ha dirigido a mi lo ha hecho con mucho respeto.

—Vale, te creo—cedió al fin Andreas—Pero te repito que tengas mucho cuidado.

Bill asintió y volvió a sentarse, comiendo en silencio con la mirada perdida....

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