Parte II, Capítulo 9

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Aún no había reaccionado, de pie en medio de la sala de espera veía a los padres de James rotos de dolor y a David llorando al igual que él. No sabía qué hacer, si acercarse y presentarse, o solo darles su pésame.

Pero no tuvo que esperar mucho tiempo más, David le miró con odio en los ojos y se le acercó sin importar llamar la atención.

—Todo es culpa tuya—siseó entre lágrimas—Se distrajo en el partido por pensar en ti y solo en ti, desde que te conoció cambió radicalmente y no era él...si estás aquí es solo porque James me lo pidió, si fuera por mí jamás hubieras puesto un pie en el hospital, no te hubiera enterado de su...su...

No podía pronunciar la palabra muerte, su amigo aún continuaba vivo, pero gracias a las máquinas a las que estaba conectado. Si no fuera por ellas, dejaría de respirar de inmediato y moriría al cabo de varios segundos.

—Sé que no es el momento de hablar de esto, pero cuando antes mejor—dijo el médico carraspeando.

— ¿De qué habla?—preguntó el padre de James sin dejar de abrazar a su mujer.

—Su hijo puede salvar varias vidas—contestó el médico—Es duro hablar de su estado, pero...créanme, ya no hay nada que hacer. Una máquina respira por él mientras deciden que hacer.

— ¿Quiere que done los órganos de mi hijo?—susurró el padre de James.

—Su hijo era un chico joven y de buena salud, puede salvar varias vidas—repitió el médico.

Vio como los padres se miraban con los ojos llenos de lágrimas y asentían en silencio. Era lo que su hijo hubiera querido.

—Les he traído las autorizaciones para que las firmen—explicó el médico—Cuando terminemos podrán llevárselo...

—Esperen un momento, por favor—intervino Bill de repente.

Los padres le miraron sin saber qué les quería decir ese chico al que no conocían de nada.

—Quiero despedirme de James—susurró Bill.

—No—dijo David con firmeza.

—Lo necesito—sollozó Bill.

— ¿Quién eres?—preguntó el padre de James arrugando la frente— ¿Eres amigo de mi hijo? Nunca te habíamos visto.

—Conocí a James hace poco—explicó Bill por encima.

— ¿Dónde? Eres un poco joven para ir a su misma clase...

El padre de James dejó de hablar. Minutos antes había escuchado las palabras que David, gran amigo de James desde la infancia, le dirigía a ese chico. Palabras cargadas de una gran rabia.

— ¿Qué estás insinuando?—preguntó el padre de James.

Los ojos llenos de lagrimas de Bill contestaron por él, vio como el padre separaba los labios a punto de decir algo y la madre negaba con la cabeza al caer en la cuenta de lo que le estaba hablando.

—Sal de aquí, por favor. No tienes ningún derecho a ver a mi hijo—dijo la madre con frialdad.

—Su hijo y yo nos amábamos—confesó Bill entre lágrimas.

—Estás enfermo, vete antes de que te saquen a rastras—exigió el padre.

David le tomó él mismo del brazo y le sacó de la sala mientras que los padres de James firmaban las autorizaciones necesarias.

—Has matado a mi amigo—dijo David una vez en el pasillo—Si no le hubieras llenado la cabeza de pájaros no se habría distraído y en estos momentos estaríamos riéndonos como en los viejos tiempo, y no viéndole morir sin poder hacer nada por él.

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