Parte IV, Capítulo 7

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El juicio era a las 10 pero Bill ya estaba despierto a las 7. Apenas había podido dormir y aunque Tom le había pedido que le llamara si le necesitaba, al final no lo hizo. No podía hacerle venir en plena noche, necesitaba descansar y no debía alterarse o su corazón sufriría las consecuencias.

Pasó la noche en vela mirando por la ventana, vio como salía el sol y se ponía, y cuando escuchó a su padre levantarse salió a desayunar con él. No pudo mentirle diciendo que había podido dormir, sus ojeras le delataban y la mala cara que llevaba. Pero su padre no le dijo nada, solo le abrazó con fuerza y le pidió que fuera duchando mientras que él preparaba un buen desayuno para los dos.

Así lo hizo Bill, eligiendo sus mejores ropas para ese día. Se aplicó un leve maquillaje, no quería que el juez le mirara de arriba abajo y pensara que lo que le había sucedido se lo había buscado. Alisó su pelo y decidió prescindir de su sombra habitual negra, aplicándose solo cacao a los labios.

Cuando estuvo listo bajó a la cocina, descubriendo que Tom ya había llegado y desayunaba sentado al lado de su padre. Nada más verle se puso en pie y le saludó con un breve beso en los labios que le devolvió.

—Andreas está a punto de venir, espero que aún te gusten mis tostadas—dijo Gordon haciéndole sonreír.

Se sentó al lado de Tom y a pesar de sentir un nudo en el estómago se tomó una taza de café junto con dos de las tostadas que hacía tanto tiempo que su padre no le preparaba. Creía recordar tener 15 años la última vez que comió algo preparado por él, desde que el padre de Andreas se hiciera cargo de la cocina su padre pasó a ocuparse de la barra y apenas cocinaba.

Terminaron de desayunar y Gordon se encargó de llevar el coche. Sentado en el asiento de atrás, Tom se inclinó y poniendo una mano en el hombro de Bill se lo apretó con cariño.

—Georg y los demás te mandan muchos ánimos—le dijo para reconfortarle.

Bill asintió suspirando, se le estaba haciendo muy largo el trayecto. Habían pillado un atasco y sentía que se le revolvía el estómago. Hacía mucho calor en el coche o eran solo imaginaciones suyas, porque de repente sentía un sudor frío y que le costaba respirar.

Su padre lo notó y le bajó la ventanilla sin decir nada. Aspiró hondo con los ojos cerrados, viendo que se sentía mejor y su estómago se calmaba.

El coche arrancó de nuevo y 15 minutos después se encontraban con David. Al igual que él estaba algo pálido, más cuando vio a Tom fuertemente cogido de su mano. Aún no se había repuesto del anterior encuentro, necesitaba tiempo y Bill estaría a su lado para lo que necesitara.

—David...—saludó Gordon tendiéndole la mano.

David se la estrechó carraspeando sin poder apartar los ojos de Tom.

—Pensaba que llegábamos tarde, nos pilló un atasco—comentó Gordon resoplando.

—No, además el juicio se ha retrasado—informó David.

— ¿Qué ha pasado?—preguntó Bill asustado.

—Mike no había dicho nada aún del trato que le ofreció tu abogado—empezó a decir David—Pero esta mañana su abogado nos llamó y dijo que había cambiado de opinión. Se reconoce culpable de todos los cargos y está dispuesto a rehabilitarse.

—Entonces, ¿ya no hay juicio?—intervino Tom sin podérselo creer.

David negó con la cabeza sonriendo.

—Esto hay que celebrarlo—dijo Gordon pasando un brazo por los hombros de su hijo—David, tú también estás invitado.

Iba a contestar cuando el sonido de un móvil les interrumpió. Maldiciendo por lo bajo Tom se apresuró a contestar esa inoportuna llamada, alejándose unos pasos.

Listen to your HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora