Parte IV, Capítulo 4

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Ocuparon una mesa del fondo donde pudieron disfrutar de la intimidad necesaria. La camarera que les atendió era la hija de unos amigos y llevaba trabajando allí desde hacía 2 años y medio, y conocía a Bill muy bien al parecer por la manera de hablar entre ellos.

— ¿Qué tal un Chianti Classico O'Leandro DOCG?—les ofreció sonriendo ampliamente—Bill aún es menor, pero...bueno, por unos días no pasa nada.

—Gracias Rose—murmuró Bill resoplando.

— ¿Cuándo es tu cumpleaños?—preguntó Tom una vez a solas.

—Oh...en unos días—contestó Bill encogiéndose de hombros.

—Sí, eso es lo que ha dicho Rose—dijo Tom con calma—Pero, ¿cuándo, exactamente?

Esperó a que le contestara, pero Bill solo desvió la mirada. Arrugó la frente y extendiendo la mano por encima de la mesa cogió la de Bill y apretó con cariño.

— ¿No me lo quieres decir?—preguntó en un susurro.

—Es que....bueno, da igual. El 1 de septiembre—contestó Bill al final.

—Dentro de una semana, ¿por qué no me lo querías decir?—insistió Tom sin soltarle la mano.

—Porque...llevamos poco tiempo juntos y...y no quiero que me hagas ningún regalo—murmuró Bill.

—Te mereces eso y más—dijo Tom sonriendo—Y lo vamos a celebrar por todo lo alto. Haremos una fiesta en el apartamento, invitaremos a mis amigos y a los tuyos...

—Yo no tengo amigos—cortó Bill suspirando.

—Está Andreas, tus compañeros de trabajo...—enumeró Tom—Vamos Bill, hay gente que te quiere y aprecia.

Logró hacerle sonreír y esperó hasta que un minuto después le vio asentir con la cabeza.

—Genial, ya verás que fiesta vamos a celebrar—dijo Tom sonriendo—Y te haré un regalo que jamás olvidarás.

Bill le miró alzando una ceja. En el fondo sabía que no hablaba de que se le entregara esa noche, querían ir con calma y una semana era poco tiempo. Aunque...sería el mejor regalo que él le pudiera hacer. Sería el primer en probar su cuerpo y eso los uniría más de lo que ya lo estaban...

—Perdona, Bill...

La voz de Gordon les hizo pegar un pequeño salto a los dos. No se habían dado cuenta de que les estaba hablando hasta que le tuvieron al lado, rompiendo ese mágico momento que estaban viviendo.

—Lo siento—se disculpó Gordon de nuevo—Bill, una persona quiere verte.

Bill se giró y miró la barra donde su padre le señalaba. No se lo podía creer, David Jost le miraba con una expresión preocupada en la cara. Se levantó al momento y dejando solo a Tom fue hacia la barra sintiendo que el estómago se le encogía.

—David—susurró una vez a su altura.

—Perdona que no avisara antes, pero tenía que verte—explicó David.

— ¿Pasa algo?—preguntó Bill mordiéndose el tembloroso labio.

—Es por lo de tu ataque en el hotel—contestó David carraspeando—Te dije que dejarás todo en mis manos y te he conseguido el mejor de los abogados. Ya ha salido la fecha del juicio y bueno...es pasado mañana.

—Pasado mañana—repitió asustado Bill.

—No tendrás que volver a verlo—se apresuró a decir David, cogiéndole del brazo para consolarle—Declararás ante el juez y luego lo hará él, en ningún momento podrá verte ni decirte nada.

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