04. tiempo de arena

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Tenía demasiado miedo de salir, así que me quedé escondida en el clóset por lo que me pareció una eternidad. Mi celular se descargo apenas veinte minutos después de haberme quedado sola, por lo que ni siquiera tenía eso para distraerme. Ante mi repentino aislamiento, inspeccioné durante largo rato el espacio. Había varios pantalones y camisetas en el suelo, un balón viejo de fútbol, su mochila de la escuela y libros de texto muy maltratados de los bordes.

¿Cuánto tiempo habría pasado ya? Estaba tan ansiosa que no tenía ni una ligera noción que me ayudara a orientarme. ¿Media hora o cinco días? Podría creer cualquier cosa, honestamente. Sin embargo, cuando escuché la puerta de la habitación abrirse, me abracé a mí misma apretando mis piernas contra mi abdomen. Me sentía muy pequeña aquí dentro y, cuando Taehyung abrió la puerta del armario y bajó su mirada hasta dar conmigo, algo que no supe cómo descifrar hizo que me congelara.

— Mierda, ¿todavía estás aquí?

Tal vez era su cara de fastidio, pensé.

— No sabía si era seguro salir.

No me moví, sino que me quedé quieta en mi lugar contra la pared sin dejar de mirarlo a los ojos. No tenía idea de lo que había ido a hacer, pero parecía mucho más cansado que cuando recién entré a su cuarto.

Como si entendiera mis pocas ganas de moverme, el chico se metió al armario y tomó asiento a mi lado. Debido a que dejó la puerta abierta, pudo dejar las piernas extendidas. Su hombro rozaba el mío y lo escuché suspirar, pero no dije nada. Era un sentimiento muy bueno el volver a estar a solas con él. Se desprendía una espesa y  marcada intimidad que no podía sentir cuando estaba con cualquier otra persona. Noté que sus ojos se quedaron viendo mi muñeca, donde descansaba mi pulsera de cordón rojo; me la ponía todos los días y solo me la quitaba para ducharme. Sentí un cosquilleo cuando confirmé que él también llevaba puesta la suya.

Al cabo de un rato en el que ambos parecíamos haber disfrutado suficiente silencio, me dispuse a probar suerte y por fin hablar.

— ¿Quién es Bam?

Tal vez se había cansado de levantar paredes entre ambos, porque de repente volvió a ser un poco más como él mismo. Tae no se movió ni mostró alguna señal de enfado sino que, al contrario, noté que su tono se volvía genuino.

— Es quien se encarga de llevar las cuentas sobre la mercancía que se vende — explicó. — Y un cabrón, también.

— Ya — asentí. Sabía que hablaba de droga y, aunque odiaba eso con todas mis fuerzas, no quería alterarme y mandar al demonio esta íntima atmósfera. — ¿Para qué tenías que ir a verlo?

— Últimamente me presentan a mucha gente. Mi vida es muy diferente ahora, Sora.

Aquello me hizo sentir mucha pena. Odiaba saber que la estaba pasando mal.

— ¿Qué fue lo que le dijiste a Tara y Jimin para que accedieran a dejarte solo? Sé que no debió ser poca cosa como para que te miraran de esa forma.

— Les habré dicho un par de cosas hirientes...

— ¿Cómo que?

— Quisiera no repetirlo.

Me mordí el labio pero conformándome con esa respuesta. El hecho de conocer tan bien a una persona no solo te daba pase a ser uno de sus amigos más cercanos sino que también te daba acceso a las mejores herramientas para hacerla sentir mal, pues sabías tanto sobre ella que no te era difícil pensar en algo que llegara a herir sus sentimientos.

— Bien. Como quieras.

Luego él me miró, así que yo hice lo mismo.

— ¿Me dirás por qué volviste?

sempiterno • kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora