31. ausencia

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DOS AÑOS ATRÁS

— ¿Lo trajiste?

La expresión de Jimin era de completa ansiedad, como si estuviera a punto de entrar a una cita con el médico. La primera clase del día comenzaba en veinte minutos, pero habíamos quedado de vernos debajo de las gradas de la cancha de fútbol para no seguir alargando nuestra espera; era un día importante y nuestros cuerpos no podían seguir soportando el estrés. Saqué de mi mochila la carta que había llegado a casa la mañana anterior y, soltando un suspiro nervioso, se las mostré a él y a Tara.

— Aquí está — dije.

Nuestros destinos estaban sellados dentro de esos sobres, así que podía sentir las puntas de mis dedos cosquillear por la anticipación. Jimin y yo habíamos acordado no abrirlos sino hasta que pudiéramos hacerlo juntos. La universidad a la que él y yo habíamos aplicado apenas había comenzado a enviar sus resultados, mientras que la de Tara lo había hecho hace casi un mes. Ella ya tenía un pie en Seúl, pero nosotros aún ignorábamos lo que nos esperaba el próximo año.

— Bueno, son del mismo tamaño — señaló el chico, comparándolos. — Esa es una señal positiva, creo. Cualquiera que sea el contenido, parece que tuvimos la misma suerte.

Sacudí mis manos.

— Mierda, estoy nerviosa.

— Los últimos años de nuestras vidas se reducen a esto — dijo Tara, con el entrecejo ligeramente fruncido. — Estamos a nada de descubrir el rumbo que tomará nuestro futuro.

— ¿Puedes no decir esas cosas, por favor? — me queje. — Mi pecho está a punto de explotar.

— Me siento igual. ¡No quiero irme de aquí sin ustedes! — alego. — Anden, abran las cartas de una vez. Mi estómago duele por tanta angustia.

Mire a Jimin y ambos tragamos saliva mientras intentábamos tomar el valor suficiente para abrir los sobres. Como si nos hubiéramos coordinado, ambos empezamos a abrirlos de golpe y con desesperación. Mi corazón latió con más fuerza cuando pude ver el escudo de la escuela en la parte superior de la hoja y mis ojos bailaron de un lado a otro por el pedazo de papel para leer su contenido.

— ¡Entre! — grité luego de un par de renglones, dando un salto. — ¡Entre, entre, entre!

Tara me saltó encima y las dos empezamos a brincar en medio de varios gritos. Sin embargo, nos detuvimos cuando notamos que el chico no se había unido a la celebración.

— ¿Jimin? — lo llame.

Su vista seguía clavada en la carta y su rostro estaba inexpresivo, así que de inmediato temí lo peor. Él no contestó, sino que se mantuvo inmovil hasta que Tara le arrancó el papel de las manos y empezó a leer el mensaje por sí misma. Intercale la mirada entre ambos sin saber qué pensar.

— ¡Eres un maldito bobo, Park! — la chica le lanzó la carta a Jimin y luego fue a darle un abrazo. — ¡También te aceptaron! ¿Por qué pusiste esa cara de pasmo?

— ¡Lo estaba procesando!

Sonreí aliviada y luego me uní a su apretado contacto.

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⏰ Última actualización: Aug 04 ⏰

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sempiterno • kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora