Las materias que van de rollos reflexivos nunca me ocasionaron algo que no fuera pereza. Mi interés, desde que era una niña, siempre había estado en las ciencias. Eran precisas, exactas y no se necesitaba de cuestionamientos al aire para tratar con ellas. Todo tenía una razón de ser y una respuesta compuesta de lógica. Usar fórmulas y utilizar datos preestablecidos carentes de la necesidad de filosofar o de acudir a debates de moral era lo que más se apegaba a mi gusto. Tal vez era porque el modo puntual de resolver problemas me brindaba una sensación de control enorme y eso compensaba la falta de estabilidad en mi vida.
Por eso, cuando llegué al máximo fastidio luego de llevar casi una hora leyendo sobre Heráclito y sus teorías sobre el fuego, cerré la ventana del navegador y tomé la decisión de que era tiempo de un merecido descanso. Mi ensayo podía esperar a la noche... O a mañana, incluso.
Salí de mi habitación después de cambiarme los pantalones de pijama a unos jeans; debían pasar de las tres de la tarde. Antes de que pudiera cruzar la estancia para salir de casa, mi mamá levantó la mirada de la olla de arroz que estaba preparando y su ceño se frunció al ver mis intenciones.
— ¿Sora? ¿Adónde vas?
Me detuve en seco y me giré sobre mis talones, con mi hermano viéndome desde la mesa del comedor donde estaba picando algunas verduras para la comida.
— Con Tara.
— ¿Por qué no te quedas a comer con nosotros?
— Tenemos que discutir un trabajo para la escuela — mentí.
En realidad lo único que quería era salir de aquí y caminar un poco.
— ¿De qué materia? — mamá no parecía estar convencida.
— Historia — inventé.
Ella analizo cada facción de mi cara en busca de algún señalamiento que delatara que mentía, pero acabó por suspirar para seguir en lo que hacía.
— Te quiero en casa antes de que empiece a oscurecer, ¿me oyes? — asentí. — La señora Lee me dijo que anoche vio varios coches de aspecto extraño en el vecindario y que incluso escuchó disparos por la tarde.
Los cabellos de la nuca se me erizaron. Seguro habían sido los que nos persiguieron a Tae y a mí cuando me lo topé luego de la escuela.
— Ah, ¿en serio? — me relamí los labios. — Yo no he oído nada.
— Yo si. Así que anda con extra cuidado y haz caso con la hora de llegada — Seokjin, con su cada vez más típico tono autoritario, me miró por encima de las gafas que usaba cuando no tenía ganas de usar las lentillas. — Has estado saliendo mucho estos días. ¿De verdad tienes que pasar tanto tiempo fuera? No me creo que tengas todos esos trabajos en equipo.
— ¿A ti qué te importa lo que yo haga? — me quejé en voz baja para que mamá no me oyera.
Luego de que Seokjin me mirara mal, di media vuelta para irme de una vez. Entendía su preocupación, pero desde que habíamos vuelto de Seúl toda la dinámica familiar había cambiado demasiado. No me podía acostumbrar a que Seokjin fuera tan... Agobiante. En serio. Era como un helicóptero por la manera en que me vigilaba.
Me subí las mangas de mi suéter verde hasta por debajo de los codos y empecé a caminar mientras me ataba una coleta con la liga que siempre llevaba en mi muñeca. Sabía que Tara estaba en su casa por todos los mensajes que nos habíamos estado enviando por la mañana, así que inicié a llevar mis pasos hacia su edificio. El sol estaba en su punto más alto, por lo que caminé por la sombra que hacían los techados de las construcciones.
Cuando llegué al parque, escuché carcajadas y voces no muy lejos de mí. Gire mi cuello para identificar aquellos familiares tonos y, cuando di con un grupo de seis chicos entre los que se encontraba Jaewon, me sentí enfurecer.
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sempiterno • kth
Fanfiction❝ Cuando eres joven solo corres, pero vuelves a lo que necesitas. ❞ Sora y Taehyung son amigos de la infancia que tuvieron que crecer en medio de pandillas, drogas y violencia callejera. Se permitieron soñar con salir de ahí y empezar vidas nuevas q...