22. un millón de veces

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No podía creerlo.

Atravesé el campus con las manos en el fondo de los bolsillos de mi abrigo y mi mochila colgando de mi hombro derecho. Ya eran las seis de la tarde, así que los rayos del sol se colaban plácidamente entre las ramas de los árboles de las áreas verdes. Aún así, la cálida vista no fue suficiente razón para calmarme, pues comencé a dirigir mis pasos hacia el auditorio.

La conferencia ya había iniciado cuando llegué. Supe que debía tener treinta o cuarenta minutos de haber empezado gracias a la diapositiva que se estaba proyectado. La sala estaba repleta, pero eso no era ninguna sorpresa; el señor Ryu atraía estudiantes de diferentes facultades gracias al renombre de sus publicaciones editoriales. Lee Ali, con una postura perfecta y con una mirada atenta a cada una de las palabras del profesor, estaba sentada detrás de la mesa colocada en el costado izquierdo del escenario. Tenía una computadora portátil frente a ella, así que asumí que estaría manejando la proyección de la presentación (la cual yo había elaborado).

No quedaba ningún lugar libre, así que me mantuve al fondo junto a un montón de otros estudiantes que tampoco habían alcanzado una butaca. El profesor Ryu estaba en el centro mientras explicaba el tema con un micrófono inalámbrico en la mano.

— ... incluso los más pequeños y espontáneos errores por parte de nuestras células pueden causar cambios en nuestros genomas. La simple modificación de una base es el cambio más común en nuestro ADN — el hombre tenía gran facilidad de discurso, por lo que no era raro ver como todos lo escuchaban con atención (incluyéndome a mí, a pesar de que mis ganas de lanzarle un tomate eran bastante altas en este momento). — Cualquier día, nuestras moléculas acumularan billones de estos cambios. Point mutations, como les llaman nuestros amigos americanos — se oyó una oleada de ligeras risas entre el público por la simpática pronunciación en inglés del maestro. Él, al igual que todos, sonrió. — Ya, ya. Deberíamos traer a un profesor de lingüística, o algo así — le hizo una señal a Ali. — Siguiente diapositiva, por favor.

Me aguanté un bufido mientras la veía seguir su instrucción. Yo tenía que haber estado ahí, pensé. Hice el material, organice las tarjetas y me prepare para estar ahí en frente bajo las indicaciones del profesor, pero luego sentí un repentino golpe de realidad. El señor Ryu no me debía nada y nunca me había dicho que tenía asegurada la pasantía. Sin embargo, seguía siendo una mierda. ¡Yo había hecho todo el trabajo y ahora él permitía que Ali se regodeara sobre el escenario!

No lo soporté más y salí del auditorio.

•••

La biblioteca ha sido mi lugar favorito de la universidad desde la primera vez que vine. Es callada, enorme y está llena de tomos que nunca habrían podido ser vistos en las estanterías de la escuela de vuelta en el barrio. Era el lugar perfecto para pasar varias horas en plena tranquilidad pero sin dejar de estar acompañada; no importa a qué hora se decida venir, siempre se podrá encontrar a decenas de estudiantes intentando sobrevivir a un día más.

Llevaba casi una hora sentada en una de las mesas de estudio. Logré dejar de sentirme patética luego de enfocarme en las fórmulas y datos, hasta que recibí un mensaje preguntando en dónde estaba; Jungkook no tardó mucho en llegar.

— Hola — susurró, sentándose en la silla frente a mí y dejando su mochila en el suelo junto a la mesa. — Tienes la nariz tan metida en el libro que casi no te vi al pasar.

Me acomode el cabello detrás de los oídos y cerré mi marcador.

— Te ves elegante — señale.

Llevaba puesto un saco negro, camisa blanca y una corbata de un bonito tono azul.

sempiterno • kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora